miércoles, 27 de abril de 2011

Veterano británico defiende su polémica historia en Auschwitz

Un veterano británico de la Segunda Guerra Mundial y su editor defendieron un libro que narra en primera persona la estadía de su autor en un campo de concentración de Auschwitz donde comprobó los horrores del Holocausto, después de que se sembraran dudas sobre el relato.

Denis Avey, de 92 años, escribió "The Man Who Broke Into Auschwitz", un relato sobre el tiempo en el que estuvo prisionero en un campo de trabajo forzado cercano a la Polonia ocupada por los nazis.

El libro, publicado por Hodder & Stoughton, propició una cobertura mediática significativa, incluida la de Reuters.

Sin embargo, una posterior investigación llevada a cabo por el diario Daily Mail citó a varios historiadores, grupos judíos y antiguos prisioneros de Auschwitz que aseguran tener serias dudas sobre algunas partes del libro.

El principal punto en disputa del relato dice relación sobre cómo Avey intercambió dos veces su lugar con un judío holandés con el fin de introducirse en el campo III de Auschwitz tras semanas de planificación, que incluyeron sobornos a un guardia.

Piotr Setkiewicz, jefe de investigación del museo y memorial Auschwitz-Birkenau, dijo a Reuters que, aunque era imposible demostrar o refutar la historia del intercambio de Avey por la ausencia de sobrevivientes personalmente involucrados, era un relato problemático.

"Teóricamente es posible hacer tal cosa, pero sería extremadamente difícil por razones prácticas", aseguró.

"Se requiere una confirmación, y no veo ninguna manera de confirmar la historia del señor Avey. Es más, a título personal, no creo que (el intercambio) sucediera", agregó.

Setkiewicz afirmó que era casi seguro que el intercambio hubiera sido detectado, incluso con un guardia sobornado y un grupo de prisioneros manteniéndolo informado.

Setkiewicz añadió que el cartel de "Arbeit Macht Frei" bajo el que Avey relató haber marchado es casi seguro de que no existiera en Auschwitz III, aunque no tiene pruebas concluyentes.

"SUCEDIO"

Hodder & Stoughton publicó una refutación punto por punto del artículo de Guy Walters para el Daily Mail, mientras que Avey y el co-autor, Rob Broomby, mantuvieron su historia.

"No me distancio de nada de lo escrito en el libro", aseguró Broomby. "Sigo afirmando todo lo dicho en él", agregó.

Broomby, un periodista, aseguró que vio a Avey poco después de que se publicara el artículo del Mail, y que le hizo la siguiente declaración:

"Estoy triste y decepcionado de que duden de mi palabra. Este tipo de cosas son profundamente desagradables (...) Hice lo que hice, y ya está. En la guerra, todo lo que haces es más extremo. Sigo afirmando mi historia. Sucedió", afirmó.

Setkiewicz aseguró que no tenía nada personal contra Avey, pero arguyó que era importante examinar detenidamente lo sucedido en los campos de concentración para evitar proveer de argumentos a los negacionistas del Holocausto.

"Quizá el 80 ó 90 por ciento de lo que ha dicho el señor Avey sea cierto, pero el problema es que los negacionistas del Holocausto tienen una asombrosa capacidad de fijarse en cada pequeño detalle que no sea obviamente cierto", agregó.

La Alemania nazi asesinó a seis millones de judíos durante el Holocausto y Auschwitz-Birkenau fue el mayor campo de concentración y exterminio en ese periodo.

Un libro cifra en dos millones los civiles alemanes muertos tras la guerra

Giles MacDonogh es una reconocida autoridad en dos materias tan distintas entre sí como pueden ser el mundo del vino y la historia de Alemania. Con su nueva obra ha convulsionado no sólo la historiografía de la posguerra inmediata de la Segunda Guerra Mundial, sino la visión que se tenía hasta ahora sobre el padecimiento de la población civil alemana en aquellos años. Es lo que el historiador inglés describe con precisión exhaustiva en Después del Reich. Crimen y castigo en la posguerra alemana (Galaxia Gutenberg), un voluminoso ensayo que hace especial referencia a asuntos vidriosos y apenas pormenorizados hasta ahora como son las masivas muertes y los elevados índices de violaciones.

MacDonogh (Londres, 1955; nieto de un judío austríaco cuya familia padeció directamente la experiencia de los campos de exterminio) argumenta que los meses inmediatamente posteriores a la victoria aliada en mayo de 1945 no trajeron la paz al derrotado esqueleto social del Reich hitleriano, sino que sus habitantes sufrieron mayores padecimientos que los implicados por la propia guerra. En la zona rusa de Austria “la violación fue una práctica diaria hasta 1947”, y las cifras más conservadoras cifran en 20.000 las mujeres violadas en Berlín; oficiales británicos recordaban los lagos de la próspera zona occidental repletos de cádaveres de mujeres que se habían suicidado tras ser forzadas, “algunas en 50 ocasiones”; sus edades variaban entre los 12 y los 75 años de edad.

Con todo, ha despertado polémica en círculos políticos e historiográficos de Estados Unidos y Francia el distinto rasero con que, según las voces críticas, Mac- Donogh valora la distinta conducta de los soldados aliados occidentales. Ante la práctica inexistencia de violaciones protagonizadas por las tropas de ocupación británicas, el autor incide en que las violaciones fueron relativamente comunes en las áreas controladas por los estadounidenses, y “algunos soldados fueron ejecutados por ello”. Acabada la contienda, la rampante prostitución fue una moneda común entre la hambrienta población femenina de la aquella zona aliada.

Según él se cuentan en unos 94.000 Besatzungskinder o “niños de la ocupación” los nacidos de estas relaciones. “Entre 1945 y 1946 muchas niñas se vieron empujadas a la prostitución por una cuestión de supervivencia. Los niños también ofrecieron sus servicios a la tropas aliadas”. Era una opinión común entre las autoridades de las zonas de ocupación norteamericana que la violación fue un fenómeno que fue desapareciendo gracias al sexo a cambio de una tableta de chocolate o una pastilla de jabón.

La actitud, en fin, de los ocupantes franceses es escrutada con similar severidad deapasionada, extrayéndose conclusiones bastante menos favorables. Así, habla del comportamiento de aquéllos en Stuttgart, donde “quizás 3,000 mujeres y ocho hombres fueron violados”. Otras 500 mujeres fueron violadas en Vaihingen, añade.

En este relato minucioso y valiente –es el primer especialista que disecciona los padecimientos de una población a manos de las potencias aliadas y mayoritariamente democráticas–, Mac- Donogh calcula en tres millones los alemanes que fallecieron tras el cese oficial de las hostilidades. Un millón de soldados germanos murieron antes de que pudieran regresar a sus casas. La mayoría de ellos lo hicieron como prisioneros de los soviéticos (dato indicativo: de los 90.000 prisioneros alemanes en Stalingrado, sólo 5.000 regresaron a casa), pero también hubieron decenas de miles de fallecidos como prisioneros de los anglo- americanos. Muchos de ellos encerrados en multitud de verdaderas jaulas diseminadas a lo largo del Rin, sin techo y apenas alimentados. Otros alojados en los mismos campos regentados hasta hacía poco por las SS nazis. Otros fueron más afortunados, y se convirtieron en mano de obra esclava en algunos países aliados, algunos durante años. El investigador británico da fe de la existencia todavía en 1979 de algunos alemanes que se encontraban en esa situación en la Unión Soviética.

Los dos millones de civiles germanos que fallecieron fueron sobre todo ancianos, niños y mujeres, a consecuencia de hambre, frío, enfermedades, suicidios, asesinatos colectivos o las citadas violaciones.

El otro de los puntos más delicados que trata el ensayo es la descripción pormenorizada de la matanza de un cuarto de millón de alemanes de los Sudetes a manos de sus vengativos compatriotas checos. Los supervivientes de esta limpieza étnica fueron desplazados a territorios del antiguo Tercer Reich, sin pode regresar jamás a sus hogares. Semejantes desplazamientos y masacres se desarrollaron en otras zonas como Polonia, Silesia o Prusia Oriental.

sábado, 23 de abril de 2011

Una de las listas de Schindler, a subasta en internet

El próximo 28 de abril se cumplen 113 años desde el nacimiento del alemán Oskar Schindler, cuyo apellido quedó plasmado en la historia por su rol en el salvamento de más de 1.200 judíos de los horrores del Holocausto nazi durante la Segunda Guerra Mundial.

Como empresario que era, Schindler negoció que se desviase a cientos de judíos que iban hacia campos de exterminio para que trabajasen en su propia fabrica, lo que a la postre les salvó la vida.

De ahí surgen las llamadas "listas de Schindler" en referencia a los documentos donde figuraban los nombres de cientos de judíos que lograron las protección de Oskar y Emilie Schindler.
Hoy en día unas de estas "listas", como documento histórico, es la que trata de sobrevivir.
Dos están en manos del gobierno israelí (en Yad Vashem, el ente oficial para recordar el Holocausto) y la otra la tiene un coleccionista estadounidense que la está subastando al mejor postor en internet por un monto señalado de US$3 millones.
La heredera argentina
Y ha sido esta venta en la red la que impulsó una cruzada personal de Erika Rosenberg, biógrafa de los Schindler y heredera oficial de Emilie, quien nació y vive en Argentina.

El temor es que este objeto histórico quede expuesto ser propiedad de alguien que no garantice su preservación a lo largo de los tiempos.

"La lista en cuestión es un documento que pertenece a la Segunda Guerra Mundial, y nos cuenta una historia macabra como fue el nazismo y el Holocausto. Es un documento que no debería ser subastado de forma tan cruel, para que termine en manos de alguien que haya pagado millones de dólares", dijo Rosenberg a BBC Mundo.
"Sobre todo por la ironía de que Oskar y Emilie terminaron en la absoluta miseria. Yo misma le tuve que pagar el entierro a Emilie en Alemania (en 2001), cuando decidió volver a morir allá, porque no tenía dinero", agregó.
Rosenberg afirma que no le motiva "el dinero" o recuperar el documento para su propio provecho, sino "que el documento sea expuesto en un museo y le hable a las próximas generaciones de lo que sucedió".
La escritora argentina inició una demanda judicial ante los tribunales en Estados Unidos para detener la venta. Pero en diciembre pasado un juez rechazó su pedido, y ahora afirma que no puede costear los gastos legales para iniciar una apelación.
La lista
Según el sitio de la subasta en internet, la lista está fechada el 8 de abril de 1945 e incluye unos 800 nombres de judíos.

El origen del documento que vende el coleccionista estadounidense Gary Zimmet es poco claro, aunque en la web de la subasta se afirma que es de "comprobada autenticidad".

Es la única de su tipo que se ofrece en el mercado", señala el anuncio de la empresa M.I.T Memorabilia.

Según Rosenberg, el documento puede haber sido parte de una serie de objetos pertenecientes a Oskar Schindler que se encontraron en una valija en Alemania a finales de los años noventa.

La escritora, autorizada ya como apoderada de la esposa de Schindler, buscó recuperar lo hallado, pero cuando se intentó ejecutar la acción se les informó que la valija ya no estaba.

"Luego se supo que la tenía Yad Vashem, quien le envió a Emilie unos cuadernos con copias certificadas. Una de estas copias es la lista que se subasta ahora. No se sabe cómo el original llegó a manos de este coleccionista", explicó Rosenberg.
Zimmet no ha dado muchas declaraciones el respecto. Pero en unas inusuales palabras a los medios, le dijo a principios de año a la agencia de noticias Efe que "el documento ya estuvo a la venta el año pasado y la demanda la evitó, pero la gané y ella ahora no puede hacer nada".

El documento sigue siendo subastado en internet y aún no se conoce de comprador alguno.
Una amistad
A Erika Rosenberg la historia de las listas y el Holocausto le toca de cerca. Sus padres, judíos alemanes, huyeron de su patria para evitar ser parte del plan de exterminio nazi. Tras una primera parada en Paraguay terminaron en Argentina.

Hace unos 20 años, Rosenberg se enteró que Emilie Schindler vivía en Buenos Aires y la contactó para hacer una nota sobre migrantes.
Poco sospechaba la entonces periodista y ahora escritora que dicho encuentro marcaría quién es hoy en día.
"Yo fui con la idea de hacer mis notas, como cualquier entrevista; pero como la historia de ellos (los Schindler) era inherente a mi propia familia, me quedé prendada al ver la historia de una mujer que estuvo casi 2.000 días defendiendo la vida de unas 1.200 personas", señaló Rosenberg.
"Nos hicimos amigas, y me contó la historia del otro lado a la que yo conocía como hija de judíos alemanes. Mi historia era de perseguidos y la de ella de salvadora de perseguidos. Entonces nos unimos, nos comprendimos y vimos que la redención existe; que era posible la relación entre un judío y un alemán no judío", indicó.
"Justicia"
Rosenberg terminó como biógrafa y heredera de Emilie y publicó varios libros sobre la vida de la pareja.

"Ahora trato de terminar con justicia esta historia. Que se cumpla su voluntad de que se expongan los documentos, las listas, en los museos. Que la gente vea esta historia", agregó.

Probablemente, y sobre todo luego de la película sobre el tema que dirigió Steven Spielberg, la historia recuerda más a Oskar que a Emilie.

Tras la guerra la pareja se mudó a Argentina, y terminó en la bancarrota. Poco después la pareja se separó y Oskar volvió a Alemania donde murió en 1974.
Emilie, en tanto, dice Rosenberg, "quedó dolida" por la poca importancia que se le dio a ella.

"Ella estuvo constantemente luchando y fue la mujer al lado de él y no la sombra detrás de él. Ella alimentaba a los judíos y les daba medicamentos cuando se enfermaban en las fábricas. Tengo cartas de sobrevivientes que dicen que ella les salvó la vida al atenderlos cuando tenían el edema del hambre", aseveró.

"La historia, parece mentira, siempre pertenece a los hombres", añadió

Austria podría devolver pintura de Klimt confiscada por Nazis

Un museo austriaco planea devolver un hermoso paisaje de Gustav Klimt al heredero de su propietaria legal después de que varios investigadores descubrieran que fue confiscada por Nazis durante la Segunda Guerra Mundial, informaron autoridades el jueves.

La pintura "Litzlberg am Attersee'', es actualmente propiedad del museo de arte moderno de Salzburgo, MdM Salzburg. La pieza está valuada en 30 millones de euros (44 millones de dólares).

La investigación realizada por varios expertos encargados de registrar el origen de la pintura, que tiene ahora 96 años de antigüedad, mostró que los Nazis la confiscaron de un apartamento en una población cercana a Viena, en el que vivía una mujer llamada Amalie Redlich después de deportar a Redlich a Polonia en octubre de 1941, donde ella fue asesinada, informaron el vicegobernador de Salzburgo Wilfried Haslauer y el director del museo Toni Stooss.

La pintura fue llevada a un coleccionista de arte de Salzburgo y al corredor de arte Friedrich Welz quienes la intercambiaron en 1944 por una pieza de la galería estatal de Salzburgo. Fue tomada subsecuentemente por el sucesor de la galería estatal, la Salzburger Residenzgalerie, en 1952 y finalmente se convirtió en parte del inventario del museo de arte moderno de Salzburgo.

"Es arte robado, no cabe duda de ello'', dijo Haslauer en declaraciones a la radio austriaca Oe1.

El heredero de Redlich, su nieto Georges Jorisch de 83 años, vive en Montreal, Canadá, según el vocero de Haslauer, Thomas Kerschbaum.

El gobierno de Salzburgo debe decidir si procederá con la restitución, como lo recomendó Haslauer. Se espera que se resuelva para mediados de este año, dijo Kerschbaum.

El abogado de Jorisch, Alfred J. Noll, dijo estar impresionado por la forma en la que se ha manejado todo hasta ahora, señaló AP.

"En ningún otro caso he experimentado tanta apertura y objetividad durante la discusión de puntos individuales'', dijo Noll en declaraciones a Oe1. Agregó que Stooss se reunió personalmente con Jorisch.

El caso recuerda la devolución en 2006 de otras cinco pinturas de Klimt que realizó la galería Belvedere de Viena a Maria Altmann de Los Angeles, sobrina de un mecenas del arte vienés. Altmann tuvo una lucha de siete años por las pinturas. Una corte de arbitraje dictó que fueron confiscadas indebidamente por los nazis que anexaron Austria a su territorio en 1938.

Hasta ahora Austria ha devuelto las obras de arte que se encontraban en sus museos federales a los propietarios legales o sus herederos, la mayoría de ellos judíos, de acuerdo con una ley de restitución de 1998.

lunes, 18 de abril de 2011

José Manuel García Bautista, investigador y editor, publica «Nazis en Sevilla»

Extracto de una entrevista publicada por el diario AB C de Sevilla.

-Ha investigado también otro tipo de vestigios impactantes: el paso de nazis por Sevilla.

-Sobre todo el recuerdo de los que convivieron con ellos en la ciudad. El interés me viene de la relación de mis padres con uno de ellos, Léon Degrelle, comandante de la sección valona belga que Hitler cita como el hijo que le hubiera gustado tener, y cuyo avión cae en la playa donostiarra de La Concha al escapar de la Alemania que se venía abajo. El Gobierno de Franco lo recoge, le da nueva identidad, y este miembro de las SS se refugia en Constantina (Sevilla), donde se dedica a la arqueología y construcción, hasta que el derrumbamiento de unos barracones que levantó para operarios del radar en el Cerro Militar del Negrillo le lleva a trasladarse a Torremolinos, donde muere en 1994. Mis padres lo conocen porque su finca de La Carlina colinda con una de mi familia paterna y porque una de sus hijas se casa con el hijo de Servando Balaguer, dentista local para el que trabaja mi madre.

-¿Y todos sabían que era un criminal de guerra?

-Allí se le conocía como Juan de La Carlina o Juan León; se sabía que era un señor adinerado que gozaba de alta protección, con una dotación policial siempre a la puerta de su casa. En dos ocasiones, el servicio secreto israelí y el francés trataron de raptarlo para juzgarlo como criminal de guerra. Fíjese que el paseo que iba desde la entrada de la finca hasta el Castillo Blanco, donde vivía, estaba adornado con esvásticas, y ya habían pasado años desde el fin de la guerra. Pero Léon es solo uno de los 107 nazis de los que relato sus andanzas por España.

-Hoy sus descendientes habitan entre nosotros.

-Y saben quiénes eran. Para muchos solo fueron patriotas a quienes les tocó vivir en esa Alemania, y así lo justifican. Federico, hijo de uno de los hermanos Ludwig, dice que solo hicieron acciones puntuales para el Tercer Reich, pero la Historia cuenta otra cosa.

-El peso de la culpa contra el recuerdo.

-Muchos no la tienen: la memoria. La vergüenza de servir a un asesino como Hitler, entregado al esoterismo, quiere tapar la dedicación de aquellos espías.

miércoles, 13 de abril de 2011

El "placer" de matar de los soldados nazis

El historiador Sönke Neitzel y el psicólogo Harald Wetzer tienen otra mirada sobre los horrores de la Segunda Guerra Mundial: analizan la morbosa fascinación por la confrontación bélica que se apoderó de muchos soldados alemanes. En su nuevo libro, «Soldaten» (Soldados), Neitzel y Wetzer terminan con el mito de que el ejército alemán había tenido un papel respetable en la Segunda Guerra Mundial y de que no había sido cómplice directo de los crímenes del nacionalsocialismo, en contraste con las unidades especiales de las SS.

Ese mito ya se había resquebrajado con la célebre exposición «Vernichtungskrieg. Verbrecher der Wehrmacht» (Guerra de Exterminio. Crímenes del ejército alemán) que recorrió Alemania entre 1995 y 1999, y que en algunas ciudades generó protestas.

Los testimonios de soldados alemanes recogidos en su libro por Nietzel y Wetzer no dejan lugar a dudas de que matar y saquear no les producía ningún problema ético y, además, les generaba placer.
Conversaciones grabadas
Esas declaraciones directas y desgarradas las encontró Neitzel en archivos británicos y estadounidenses a los que accedió cuando efectuaba una investigación sobre la guerra en el Atlántico. Se trata de transcripciones de conversaciones entre soldados alemanes en cautiverio en las que no ocultan el placer que sintieron al matar, y que fueron grabadas sin que lo supieran y con el fin de obtener información militarmente relevante.

«El segundo día de la guerra de Polonia tuve que lanzar bombas sobre una estación en Posen. No me gustó. El segundo día, me dio igual, y al cuarto ya me gustaba», dijo un soldado en una conversación grabada el 30 de abril de 1940. Y agregó: «Nuestra diversión matutina era cazar soldados enemigos a través de los campos con ametralladoras y dejarlos tendidos con un par de balas en la espalda».

Otro, al describir un bombardeo en el que los caballos «saltaron por los aires», dijo que le daban lástima, pero no la gente. «Los caballos me daban lástima, la gente no. Los caballos me dieron lástima hasta el último día», explicó a uno de sus compañeros de cautiverio.

El Holocausto, nada especial

El Holocausto, por contra, aparece con relativa poca frecuencia en esas conversaciones, una circunstancia que los autores del libro atribuyen a que para los soldados no se trataba de algo especial.

Cuando abordan el tema queda claro que están al tanto de lo que ocurría, e incluso uno de los soldados le cuenta a otro como un oficial de las SS lo invitó a presenciar y filmar un fusilamiento masivo de judíos ofreciéndole, que si no tenía tiempo por la mañana, podría organizarle otro por la tarde.

«El exterminio de los judíos forma parte de lo que sabían los soldados y en mayor grado de lo que las últimas investigaciones sobre el tema podían hacer pensar», afirman los autores del libro.

Espontaneidad y sinceridad

La espontaneidad y la sinceridad son el gran valor de estas conversaciones frente a los testimonios directos de soldados que participaron en la Segunda Guerra Mundial, pues generalmente maquillan sus verdaderas sensaciones.

Por su parte, las cartas desde el frente eran una versión de la guerra destinada sólo al consumo familiarque naturalmente ocultaba muchas cosas.

Y las memorias de veteranos de la Segunda Guerra Mundial presentan, por último, el problema de la deformación, a veces involuntaria, de los recuerdos que suele darse con el paso del tiempo, sumada a la necesidad de los autores de presentar una imagen respetable.

Vía|ABC

Cuando White Hart Lane fue nazi


Con motivo de la visita del Real Madrid a White Hart Lane recordamos uno de los episodios más tristes que vivió el estadio del Tottenham.

Ernie Wooley era un tipo normal y corriente. Nació, vivió y murió en Shoreditch, un barrio del norte del Londres. Allí mantenía una vida austera, con poco que destacar. Durante la semana regentaba su negocio de fábrica de herramientas y algunos fines de semana se desplazaba hasta el barrio de Haringey para seguir a su equipo, el Tottenham Hotspurs. Todo era tranquilo en su vida hasta que un día se encaramó a lo alto de la grada de un estadio de fútbol, sacó un cuchillo y cortó la bandera que allí se izaba. Cinco minutos después Ernie fue detenido por la policía y una nueva bandera sustituyó a la anterior, pero su hazaña ya se había convertido en eterna. ”¡Esa bandera es odiada en este país!“, gritó antes de abandonar el estadio escoltado por las fuerzas policiales.

La bandera que despertó los instintos rebeldes del hasta ahora discreto Ernie Wooley era la bandera nazi (se puede ver en la esquina superior derecha de la imagen) y ondeaba en White Hart Lane, estadio que se encuentra enmarcado por la comunidad de judíos ortodoxos de Londres. Esta antagónica situación estuvo provocada por un encuentro que disputaron las selecciones de Inglaterra y de la Alemania nazi el 4 de diciembre de 1935 y que levantó gran polémica en la época, especialmente después de que se conociera que el partido tendría lugar en ‘territorio judío‘.

En 1935 Adolf Hitler tan sólo llevaba en el poder y Europa todavía no había tomado posición sobre su política. No así el pueblo judío, quien encendió la voz de alarma cuando en septiembre de ese mismo año se aprobaron las Leyes de Núremberg, por las que cualquier judío residente en Alemania se convertía en un ciudadano de segunda categoría, arrebatándosele sus principales derechos. El antisemitismo de Hitler provocó que la elección de White Hart Lane como escenario para un partido de la Alemania nazi fuese considerado insensible. “Los judíos protestan contra el trato que sus compatriotas en Alemania y solicitan que el partido sea cancelado”, publicó el Tottenham Weekly Herald, desvelando que la FA -Asociación de Fútbol de Inglaterra- había recibido centenares de cartas reclamando la suspensión del encuentro.

Sin embargo, la FA no sólo no reculó, si no que desde los medios de comunicación se inició una campaña favorable al partido y contraria a los judíos. “Los judíos van demasiado lejos dictándonos lo que tenemos que hacer. Van a provocar otra guerra entre Inglaterra y Alemania“, publicó el diario Herald, además de otras cartas de similar talante enviadas por lectores. También se pronunció uno de los aficionados más veteranos del Tottenham y en un artículo titulado “Inglaterra para Inglaterra” señalaba que los Spurs habían sobrevivido muchos años sin el apoyo de la afición judía y podrían continuar sin ellos. “Será bonito poder ver un partido sólo con aficionados ingleses“, agregaba el escrito.

En Alemania, en cambio, el partido se entendió como una oportunidad de promocionar las virtudes del nazismo más allá de sus fronteras y convencer a Inglaterra para ser su aliado. Desde el uniforme de los jugadores hasta los aficionados que se desplazarían a presenciar el partido, todo estaría controlado por Joseph Goebbels. Así, a las 5.00am del 4 de diciembre desembarcó en Southampton la que fue descrita como una “sonriente armada de 10.000 alemanes” que tenía instrucciones muy precisas. Todo aficionado alemán portería como máximo 10 marcos, tenía prohibido hablar de política y debería regresar a Alemania antes de medianoche. “Londres es maravillosa. Todo está preparado para hacernos sentir bien“, afirmó un aficionado alemán según publicó el Daily Mail. Mientras tanto, los jugadores se la Mannschaft aterrizaron en Londres en un avión adornado con una enorme swastika. “Sólo venimos a jugar contra el mejor jugador del mundo. Hitler no nos ha dado ningún mensaje“, explicó el capitán alemán Fritz Szepan.

Cualquier polémica se apagó cuando el balón comenzó a rodar sobre el césped hasta regalar a los presentes un partido anodino. Las crónicas de la época describen a Alemania como una selección que saltó al terreno de juego decidida a defenderse y dando por bueno el empate, por lo que Inglaterra no tuvo problemas para golear. En el palco se vivió un ambiente de camaradería absoluta, incluso de peloteo mutuo. “Somos aprendices y hemos venido a que nos enseñen los mejores“, dijo W. Erbach el lider de la expedición teutona. El encuentro acabó 3-0 a favor de los ingleses, pero eso fue secundario. Durante 90 minutos White Hart Lane vivió humillado bajo la bandera nazi. El nazismo manchó el fútbol, pero un tipo normal y corriente como Ernie Wooley fue capaz de vencerlo.

martes, 12 de abril de 2011

Saevecke, el genocida nazi que trabajó para la CIA

«Es culpable de que los principios del nacionalsocialismo sean tan sólidos», «ha estado involucrado en el reclutamiento de judíos para la realización de trabajos forzosos» o «no se detendría ante nada para reprimir el movimiento comunista, al que odia desde los años 20». Estas son algunas de las consideraciones vertidas en los informes de la CIA sobre Theodor Saevecke al término de la Segunda Guerra Mundial. Y eran quizá las más suaves, porque los servicios de inteligencia estadounidenses sabían perfectamente que este oficial de las SS, conocido como «el carnicero de Milán», había estado involucrado en innumerables crímenes de guerra cuando fue reclutado para trabajar bajo sus órdenes hacia 1945.

El momento exacto del comienzo de esta relación no está clara, pero los documentos desclasificados hacen referencia a que ya en 1946 estaba bajo la protección de la CIA y de que, en 1947, había recibido ayuda de esta para que no fuera juzgado por sus matanzas y enviado a prisión en Gran Bretaña.

Hasta llegar a ese punto, Theodor Saevecke había protagonizado una carrera meteórica dentro del Nacional Socialismo. Con 16 años entró en la «Rossbach Freikorps», una organización paramilitar de adolescentes conocida por aterrorizar a los ciudadanos de la República de Weimar. Poco después ingresó en el Partido Nazi y, en 1940, con 29 años, ya era una de las tres personas autorizadas para aprobar las ejecuciones de polacos, rusos, gitanos y judíos en el campo de concentración de Poznan.
Perfeccionando el exterminio de judíos
Su crueldad no se detuvo ahí. En Túnez ayudó a perfeccionar el «suerwagen» (sistema de exterminio con camiones de gas) creado por Walter Rauff y a reclutar judíos para que realizaran trabajos forzosos. Y en norte de Italia poco después, como jefe de la «SIPO» («Policía de Seguridad») y la «SD» («Servicio de Seguridad»), se ganó sobrenombres como el «Verdugo de la Plaza Loreto» o «el Carnicero de Milán» por sus matanzas públicas.

Sin embargo, cuando Saevecke fue capturado a finales de abril de 1945 por soldados estadounidenses, se cuidó de no mencionar su responsabilidad en la matanza de judíos, pero no dudó en contar episodios como el de la Plaza Loreto, asegurando que estaba justificado asesinar a combatientes de la resistencia italiana, a los que consideraba comunistas.

Haciendo oídos sordos a sus informes, fue en este punto cuando Saevecke quedó bajo la protección de la CIA, que lo reclutó para dirigir sus operaciones en Berlín. Los documentos oficiales le atribuyeron pronto logros importantes a la hora de combatir la influencia comunista en la ciudad, obviando todo su pasado criminal: «Saevecke todavía anhela volver a los días en los que el partido (nazi) se encontraba en activo», escribió uno de sus controladores, que después anteponía el hecho de que era el único miembro de su equipo «con experiencia en inteligencia práctica» y «comprensión de los objetivos (de EE.UU.)».
La inmunidad de Saevecke, a prueba
La inmunidad de Saevecke se puso a prueba en 1947, cuando Gran Bretaña quiso juzgarle por los crímenes cometidos en Italia. Y aunque la CIA fue incapaz de evitar su extradición, si supo utilizar su influencia para proteger su agente , que un mes más tarde era puesto en libertad. Saevecke había esgrimido que nunca había pertenecido a las SS, que sólo fue un agente de policía en Berlín. Aquello le valió, a pesar de que los británicos habían supervisado su interrogatorio en Italia, en junio de 1945.

Los servicios de inteligencia de Estados Unidos sabían sin duda que este antiguo oficial de las SS había estado involucrado en crímenes de guerra. De hecho, en 1950, por ejemplo, la CIA en Karlsruhe informó a Berlín de que había sido jefe de la «SIPO» y la «SD» en Milán y que había estado «involucrado en el reclutamiento de judíos para realizar trabajos forzosos», algo que no fue inconveniente para que continuara siendo un agente activo de EE.UU., como demuestra otro informe de agosto de 1951: «Está agradecido de que le hayamos proporcionado una oportunidad de llevar una vida digna en una posición similar a su antiguo puesto de trabajo».

Pero pronto Saevecke se convirtió en una bomba de relojería para la CIA, que no dudó sin embargo en introducirlo en un puesto de autoridad de las Oficina Federal de lo Criminal (BKA). Esto obligó al jefe de la CIA en Berlín, amenazado por la fuente de desprestigio que suponía apoyar a este ex oficial de las SS, a escribir a sus superiores un poco a la defensiva: «Saevecke rechaza todas las atrocidades que se han cometido, y las minuciosas investigaciones de los aliados no han logrado apuntalar los cargos en su contra», aunque añadía todavía se negaba a pedir disculpas por su duro trato a los partisanos italianos.
Cadena perpetua

Saevecke soportó varias investigaciones por su matanza de partisanos, sobre todo a petición de las autoridades italianas, pero lo cierto es que logró estar en activo hasta bien entrada la década de los 60, gracias, sin duda, al empeño de la CIA en ayudarle: «Si su pasado es de alguna manera justificable, se pasarán los informes a los alemanes occidentales con nuestra opinión de que es políticamente conveniente», decían los informes internos.

Pero en 1999, el tribunal militar de Turín, condenaba a Saevecke cadena perpetua por el fusilamiento de 15 miembros de la resistencia italiana en 1944: la famosa matanza de la Plaza de Loreto.

Vía| ABC

¿Hitler fue vencido por el Parkinson?

Aun cuando pocos biógrafos lo han oficializado, a pesar de las notables evidencias fílmicas, cuando Adolfo Hitler perdió la batalla de Normandía, el llamado “Día D”, cumplía poco más de diez años de padecer la enfermedad de Parkinson, una época en la que cualquier paciente, de acuerdo con investigadores del tema, comienza a perder el juicio y sus ideas no son tan claras.

Ian Kershaw, un connotado historiador británico especializado en las biografías de Hitler, menciona en diversas ocasiones la enfermedad del líder alemán, sin embargo, al igual que otros biógrafos e historiadores, no lo acepta como tal. Inclusive, en una entrevista que Kershaw dio en 2005 a Silvio Boccanera, del diario El Clarín, indica que el Parkinson apareció en la vida de Hitler al final de su vida, entre 1944 y 1945, y no refiere en mayor medida a la enfermedad; pero el neurólogo Thomas Hutton revela para History Channel que justo cuando Hitler pierde la batalla de Normandía, cumplía 10 años de sufrir la enfermedad.

Débil y frágil
Ésta última teoría de Hutton puede justificarse tanto en el material fílmico de History Channel como en otros videos de menor alcance, y contradice lo afirmado por Kershaw, ya que, como explica Hutton, mientras se aprecia el deterioro físico del líder alemán, “entre 1944 y 1945, Hitler estaba reducido a ser un naufragio físico, con un andar en el que tenía que arrastrar los pies, y atacado por temblores que lo mostraban débil y frágil”.

Dentro del mismo material fílmico, se aprecia un temblor evidente en las manos de Hitler y su dificultad para caminar. “Incluso la vista comenzaba a fallarle”, explica Hutton.

Normandía
Otra de las evidencias del deterioro físico y mental de Hitler, posiblemente a causa del Parkinson, puede apreciarse en el trabajo de los historiadores Antony Beevor y Corneluis Ryan, al revelar que desde 1941 el ejército alemán había perdido toda clase de orden y estrategia en sus frentes.

Los investigadores de History Channel explican que en Normandía, durante la llamada Operación Overlord, la respuesta de los alemanes fue fatalmente lenta. Mientras el ejército Aliado desembarcaba en las playas del noroeste de Francia, Hitler estaba durmiendo y pidió que no se le molestara.

No obstante, para los expertos de History Channel, hubo otra razón, esta vez médica, para que Hitler no repeliera la invasión con fuerza y efectividad. “Nuestros estudios nos han indicado que las personas que tienen más de 10 años con Parkinson pueden comenzar a tener problemas de inflexibilidad mental y problemas para formarse conceptos, y esto pudo afectar el juicio de Hitler durante la batalla de Normandía. Particularmente por su lentitud al liberar a sus fuerzas para resistir la invasión. Su respuesta fue pequeña y tardía”, concluye Hutton.

Para Antony Beevor y Corneluis Ryan, Hitler estaba seguro de que el desembarco en Normandía, quizás la batalla más sangrienta de la II Guerra Mundial, era una maniobra distracción y que el verdadero ataque llegaría por Calais. Obstinado con esa idea, reaccionó tarde, y solamente pudo dañar a las fuerzas aliadas gracias al fuego de las ametralladoras MG42, apostadas en los acantilados. Ese fue el principio del fin de la II Guerra Mundial.

Finalmente, el último material fílmico que presenta a Hitler saludando a un batallón de jóvenes nazis, semanas antes de suicidarse, lo muestra como un hombre de 56 años que aparenta mucho más. Se percibe a un Hitler avejentado y débil, consumido por la enfermedad de Parkinson, misma que, de acuerdo con los especialistas, minó sus capacidades físicas e intelectuales, orillándolo a perder la guerra.

Vía| Sumedico

sábado, 9 de abril de 2011

Descubren casi intacto bombardero de la II Guerra Mundial


Sorpresa a causado en expertos el descubrimiento de un bombardero alemán de la Segunda Guerra Mundial, casi intacto, en la ciudad costera de Kent en Gran Bretaña.

El avión fue llamado "lápiz volador", era un delgado y elegante avión creado originalmente en 1934 para transportar pasajeros, pero que al comienzo de la Segunda Guerra Mundial se convirtió en un instrumento mortal.

El Dornier 17 fue uno de los más destacados de las flotas de bombardeo de la Luftwaffe, la Fuerza Aérea alemana, que comenzó su ataque a las ciudades y aeropuertos de la British Royal Air Force del Reino Unido en el verano de 1940, en lo que se conoció como la Batalla de Gran Bretaña.

Un total de 1.700 Dornier fueron construidos, pero el avión que se encuentran cerca de Kent es considerado el último de esa línea.

De acuerdo con Ian Thirsk, responsable de las colecciones del Museo de la Real Fuerza Aérea, el descubrimiento de este avión es uno de las "más importantes en la historia de la aviación mundial".

Los restos se hundieron más de 16 metros en el mar con el avión boca abajo en la zona denominada Goodwin, un banco de arena famoso de la costa de Kent, en el que varios barcos han desaparecido.

El Dornier 17 Z-2, número de serie 1160, con el número de equipo 7 y perteneciente al Grupo 3, fue derribado el 26 de agosto de 1940 y realizó un aterrizaje de emergencia en el mar.

Dos miembros de la tripulación murieron en el accidente de la aeronave. Otras dos personas, incluido el piloto, sobrevivieron y fueron hechos prisioneros de guerra.

El mes pasado, un equipo del puerto de Londres se dirigió a la zona donde habría caído el avión equipado con equipo ultramoderno con tecnología de sonar.

Su trabajo confirmó que el avión ahora ya no estaba cubierto por la arena debido a la acción del tiempo, por más de setenta años, y numerosas corrientes.

"La muy buena noticia es que ahora tenemos imágenes muy claras", dijo John Dillon-Leetch, uno de hidrofotógrafos equipo del investigadores.

"Los restos está ahí. Parece que está intacto y vamos a tener más información en los próximos días, cuando miremos con mayor profundidad la información que tenemos", añadió.

El Dornier está en gran parte intacto, excepto por los daños reportados en su cabina delantera y en sus ventanas.

Los investigadores planean ahora restaurar el avión y ponerlo en exhibición en el Museo de la RAF, en la ciudad británica de Hendon.

"Tres colores en Carinhall" narra el saqueo artístico de la II Guerra Mundial"

El escritor madrileño Carlos Díaz Domínguez ha publicado su último libro, "Tres Colores en Carinhall", una novela que narra el saqueo artístico que vivió Europa en la Segunda Guerra Mundial, a través de la historia de tres mujeres y su mirada particular sobre el Tercer Reich.

"Quería escribir sobre la Segunda Guerra Mundial, pero desde un punto de vista que ofreciera algo distinto", cuenta el autor en una entrevista con EFE, consciente de lo documentado que está el conflicto.

La mansión Carinhall, situada en la periferia de Berlín y que perteneció a Göring, lugarteniente de Hitler, le brinda esa oportunidad. La obsesión por la pintura del jerarca nazi funcionará como ensamblaje de la vida de las tres protagonistas del libro: Teresa, Nicolette y la cruel Erika.

Teresa es una joven madrileña que viaja a Carinhall junto a su marido, Luis, restaurador del Museo del Prado, quien es contratado por Göring para menguar el daño que pueden sufrir los cuadros por la guerra. "España apenas tuvo presencia en este combate, así que el arte tenía que ser lo que acercara la trama hasta Madrid", explica.

Desde París, el escritor crea a Nicolette, una francesa comunista alistada en la Resistencia que lucha contra la ocupación alemana y que viajará a Carinhall en una misión de vida o muerte: hacerse con documentos estratégicos de los nazis.

"Cómo introducir a una francesa en el alma del Reich es lo que más comeduras de cabeza me ha dado", cuenta un autor obstinado en que el lector crea en la verosimilitud de la historia, "que se llegue a preguntar si ocurrió de verdad".

La tercera protagonista, Erika, será la antagonista de estas dos heroínas. Casada con un alto oficial nazi y con una ambición que no tiene límites, Erika hará todo lo posible ascender en la escala social del Führer.

Aunque la crueldad de la alemana pueda estremecer al lector, algunas circunstancias dejan entrever la humanidad de Erika. "A los personajes hay que sacarlos en diferentes entornos porque, como en la vida real, no somos los mismos cuando nos relacionamos con unos u otros", matiza Díaz Domínguez.

En un contexto marcado por el fascismo, la novela, cuarta del escritor ("Los impares de Sagasta", 2006, "Los ascensores dormidos de La Habana", 2007, "Franco morirá en Rodalquilar", 2009, "La pasmosa herencia de José Belmonte", 2010), no deja escapar la oportunidad de hacer una crítica al fanatismo ideológico, sea cual sea la doctrina.

"La fama se la quedaron los nazis, pero el Ejército Rojo cometió verdaderas barbaridades", apostilla Díaz Domínguez.

La fuerte personalidad de las tres mujeres, poseedoras de una increíble belleza, convierten a "Tres colores en Carinhall" en una novela marcada por el poder de la mujer en un mundo, el de la guerra, dominado por los hombres.

jueves, 7 de abril de 2011

Crímenes en el frente ruso

El productor y cineasta Gerardo Herrero presentó ayer en Ciudad de la Luz el rodaje de su última película, Sangre en la nieve, un thriller ambientado en la Segunda Guerra Mundial durante 1943, momento en que la Alemania nazi comienza a replegarse del frente ruso. Herrero vuelve a dirigir en una producción hispano-lituana para contar una historia de crímenes, amistad y redención que utiliza las sombras históricas y cinematográficas que cubren la División Azul, un cuerpo de voluntarios españoles que combatió a las órdenes del ejército alemán. Carmelo Gómez y Juan Diego Botto cargan con el peso de un reparto con grandes secundarios.

Sangre en la nieve ha trasladado ahora su rodaje desde los 24 grados bajo cero de Lituania hasta los 20 positivos de Alicante y sus estudios, donde se han construido los decorados para rodar los interiores de la película. Es en el altar de una conseguida capilla ortodoxa donde el director, el productor Antonio Saura y la directora de Ciudad de la Luz, Elsa Martínez, presentaron ayer el filme que, a falta de dos semanas más de rodaje y del montaje definitivo, espera estar "en los cines en el mes de octubre", como explicó el productor madrileño de la oscarizada El secreto de sus ojos.

Herrero explicó que Sangre en la nieve es una apuesta personal suya y de Saura, quien le propuso leer la novela de Ignacio del Valle El tiempo de los emperadores extraños. "Tuvo un proceso de adaptación del guión de dos años y medio, tiempo en el que pudimos consultar libros, anticuarios, documentos y fotografías para recrear uniformes y caracterizar a los actores", apuntó ayer el cineasta, el mayor valedor de Ciudad de la Luz en cuanto a rodajes de altura.
La salida al mercado casi simultánea de varias obras relacionadas con la División Azul es, a su juicio, "una mera coincidencia", como se exculpó ayer Herrero, quien aseguró ignorar "que se cumple este año el 70 aniversario de la partida de militares y falangistas" que lucharon en Rusia.
La trama pivota entre los personajes Arturo Andrade (Juan Diego Botto), un ex comisario de policía que asume la tarea de investigar una serie de crímenes rituales en el seno de la División para redimir un error pasado, y el sargento Espinosa (Carmelo Gómez), militar de carrera y acompañante silente de Andrade. "Es el absurdo de buscar a un asesino en un sitio donde mueren 30 personas al día", apuntó Gómez, quien da vida a un veterano de la Guerra Civil que vive en un batalla ajena el conflicto entre sus ideales de soldado nacional y el absurdo de dejarse matar por una causa que no es suya. "Es una historia de amistad entre dos hombres, con mucha ternura", afirmó Gómez, que se desarrolla en "ese paseo dantesco hacia la profundidad del ser humano que es la guerra". El personaje de Sergi Calleja, secundario también presente ayer, representa la enajenación y la locura de un soldado que quiere que lo maten. "Tiroliro es un jugador de ruleta rusa que ha perdido el respeto por su vida", apuntó el intérprete, caracterizado como un falangista fanático parecido a Millán Astray "que no tiene nada que ver con él" como explicaría después el director de la cinta.

Herrero ha recuperado "ese brillito en los ojos", según Saura, al tomar los mandos de esta producción de cuatro millones de euros que aprovecha la inexplorada aventura soviética de la División Azul. Para los prejuiciosos, Herrero garantiza una elocuente "sutilidad" en el tratamiento ideológico de la película.

martes, 5 de abril de 2011

Víctimas del Holocausto en Rumanía, enterradas 70 años después

Después de 70 años, la comunidad judía de Rumania ha enterrado este lunes los restos de decenas de asesinados por las tropas rumanas en la Segunda Guerra Mundial. El funeral, dedicado a cerca de 60 víctimas descubiertas en un bosque zona cercana a la aldea de Popricani, ha sido en el cementerio judío de Iasi (noreste de Rumania), a 410 kilómetros al norte de Bucarest, y donde originariamente fueron asesinados.

"Este es un momento de recuerdo que representará una lección de la historia que nunca debe ser olvidado", ha asegurado Aurel Vainer, director de la Federación de Comunidades Judías de Rumania, durante el acto. Para la ceremonia se han desplazado rabinos desde Estados Unidos y Gran Bretaña, además de la comunidad local. El área en la que se cometieron los asesinatos fue en una zona de paso donde las tropas alemanas y rumanas avanzaban hacia la invasión de la Unión Soviética.

Una comisión internacional encabezada por el Premio Nobel Wiesel ya aclaró en 2004 que entre 280.000 y 380.000 judíos rumanos y ucranianos fueron asesinados en Rumanía y en las zonas bajo control durante la Segunda Guerra Mundial como aliado de la Alemania nazi.

Las cifras oficiales alcanzan los más de 15.000 judíos muertos en Iasi en 1941 - que tenía una población judía particularmente grande-, sumando los que murieron en campos de trabajo o en trenes de la muerte. Rumanía comenzó a tomar responsabilidad de su papel en el exterminio del pueblo judío cuando en 2003 reconoció su participación. Los régimenes comunistas hicieron poco por descubrir los asesinatos, mientras que los gobiernos nacionalistas, después de la caída del muro de Berlín, también los mantuvo en secreto. Rumania fue el hogar de 750.000 judíos antes de la guerra, pero sólo quedan 8.000-10.000 miembros de esta comunidad religiosa.

lunes, 4 de abril de 2011

Revelan plan de sabotaje nazi contra Nueva York

Esto es según informa el diario The Times. El plan consistía en desencadenar el terror en esa ciudad norteamericana volando fábricas, negocios propiedad de judíos, presas, carreteras y ferrocarriles, señala el periódico.

Pero el submarino alemán en que viajaban los saboteadores encalló, uno de ellos se emborrachó en un bar parisino antes de comenzar la aventura, mientras que otro se entregó al FBI, que en un principio no le creyó.

La llamada “Operación Pastorius”, de la que se tiene conocimiento ahora con la publicación de los archivos del MI5 (espionaje británico), fue uno de los episodios más extravagantes de la Segunda Guerra Mundial, aunque en su momento era algo muy serio. La operación la dirigía George Dasch, un ciudadano alemán que había vivido muchos años en Estados Unidos, y la mayoría de los saboteadores eran nazis convencidos, aunque no Dasch, que antes incluso de abandonar Alemania había decidido pasarse al otro bando.

Los cuatro integrantes de la expedición, que habían recibido instrucciones sobre cómo fabricar todo tipo de explosivos, debían mantenerse ocultos en EE.UU. durante algún tiempo antes de pasar a la acción y llevar a cabo operaciones de sabotaje contra la maquinaria de guerra estadounidense: volando puentes, destruyendo trenes o perturbando la producción de aviones. El complot empezó, sin embargo, a hacer aguas antes incluso de que comenzara la operación: tras una cena de despedida en París, uno de los saboteadores llamado Herbert Haupt se emborrachó en el bar del Hôtel des Deux Mondes y anunció en voz alta a los reunidos que era un espía.

El submarino encalló luego cerca de la playa de Amagansett en Long Island el 13 de junio de 1942 y, como escribió más tarde Victor Rothschild, jefe de contraespionaje del MI5, “sólo por culpa de la pereza y estupidez de la guardia costera norteamericana no se atacó aquel submarino”. Los saboteadores remaron en un bote de goma hasta la orilla, vestidos todos ellos con sus uniformes nazis para asegurarse de que si los sorprendían, no los fusilasen por espionaje.

Cuando se disponían a enterrar los uniformes en la playa, se vieron sorprendidos por un guarda costero, al cual explicaron que eran pescadores y que su barca había encallado, tras lo cual pudieron tomar libremente un tren para llegar a Nueva York. La cooperación se frustró una semana más tarde cuando Dasch telefoneó al FBI en Washington y explicó que era un saboteador y quería hablar con el director del cuerpo, Edgar Hoover.

Lo hizo con el subdirector, D.M.Ladd, que se mostró escéptico hasta que Dasch sacó de un maletín y puso sobre el escritorio los 84.000 dólares que había recibido para llevar a cabo el plan. Los saboteadores aficionados de ese grupo y de otro que había desembarcado en traje de baño en Florida fueron detenidos rápidamente, declarados culpables y condenados a muerte.

Dasch vio conmutada su sentencia por treinta años de cárcel y puesto en libertad sólo seis años después, en 1948, regresó a Alemania.

domingo, 3 de abril de 2011

Los nazis planearon campaña de envenenamientos para después de la guerraLos nazis planearon una campaña de envenenamientos y sabotajes contra los alia

Los nazis planearon una campaña de envenenamientos y sabotajes contra los aliados al final de la Segunda Guerra Mundial para causar situaciones de pánico y posibilitar la llegada de un Cuarto Reich, según documentos hasta ahora secretos del MI5 británico.

Agentes alemanes estaban equipados con píldoras tóxicas, con aspecto de aspirinas, y mecheros que, al encenderse, desprendían gases letales y las espías de ese país llevaban armas "microbianas" ocultas en los espejitos de sus bolsos para utilizarlas contra los oficiales aliados en los países ocupados.

Los jefes militares británicos estaban tan preocupados por el peligro de envenenamiento con todo tipo de objetos cotidianos que recomendaron a sus tropas que se abstuviesen de probar alimentos o fumar cigarrillos alemanes en su avance por ese país al final de la guerra.

Los nazis también planeaban colocar a sus agentes en todo el mundo para, pasado algún tiempo, utilizarlos en una campaña global destinada a crear el pánico en las poblaciones de los países aliados, señalan esos documentos, que han visto la luz pública por primera vez.

Un colaboracionista francés detenido en Italia en 1945 reveló a quienes le interrogaron que se habían transferido "cuantiosos fondos" a Suramérica y se había enviado a "gente de confianza" a España y Suiza.

Olivier Mordrelle, líder del movimiento separatista de la Bretaña francesa, fue condenado a muerte en ausencia en 1940 después de que se descubriese que estaba a sueldo de los alemanes.

Regresó a su país tras la invasión de Hitler y llegó a ser nombrado representante francés para las actividades posbélicas por los servicios de inteligencia del partido nazi, el llamado Sicherheitsdienst.

Morderelle era uno de los quince delegados de países de Europa Occidental que asistieron a una reunión secreta en Deisenhofen, cerca de Munich, en abril de 1945, en la que se discutieron los planes nazis para la resistencia después de acabado el conflicto.

Un alto funcionario de las SS alemanas les dijo que tenían que pasar a la clandestinidad hasta que acabase la guerra y que debían organizar entonces movimientos antibolcheviques en sus países y "fomentar disturbios que pudieran culminar en guerras civiles".

"El objetivo principal era dificultar en la medida de lo posible el trabajo de los aliados para que los nazis pudieran, pasado cierto tiempo, reaparecer bajo un nuevo disfraz y construir el Cuarto Reich", reveló Morderelle a los aliados, según esos documentos británicos.

Los documentos del MI5 ahora publicados indican lo ingenioso de los artefactos y venenos desarrollados por científicos alemanes y encontrados en agentes de ese país detenidos en el norte de Francia en marzo de 1945 después de que se lanzaran en paracaídas.

Entre ellos había cigarrillos que daban dolores de cabeza al fumador, algo que aprovecharía el agente para ofrecer una aspirina que era en realidad un veneno que acabaría con la vida de aquél en cuestión de minutos.

También llevaban polvos impregnados de un veneno con los que espolvorear manijas de puertas, libros, mesas y otras superficies.

Había asimismo una pildorita que se depositaba en un cenicero y que, en contacto con el fuego de un cigarrillo, desprendía un vapor que podía acabar con las personas que se encontraban cerca.

El espionaje alemán introdujo también substancias venenosas en barritas de chocolate, azúcar y cigarrillos.

Uno de los potenciales saboteadores contó que un comandante nazi le había dicho que si las cosas iban mal para ellos en la guerra, Alemania recurriría a otros métodos como "la guerra bacteriológica".

Los documentos incluyen también advertencias sobre una hebilla de cinturón en forma de esvástica que llevaba una pistola minúscula capaz de hacer dos disparos.

Ese tipo de métodos no se limitaron sin embargo a los nazis sino que un documento alemán confiscado con fecha de febrero de 1944 indicaba que la resistencia polaca había intentado envenenar a civiles y militares germanos con latitas de crema Nivea que contenían una pasta impregnada de gas mostaza.