Entre polémicas y emotividad, el caso de Ana Frank ha monopolizado prácticamente el interés por las impresiones personales de ciudadanos corrientes en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Pero al menos hay otro caso parecido que tuvo lugar en el frente ruso, concretamente durante el sitio de Leningrado. Se trata del diario de Tatiana Sávicheva, una niña rusa que también dejó por escrito, en breves páginas, las impresiones que vivió en aquel conflicto.
Tatiana era la hija pequeña de un panadero y una costurera. Él padre murió cuando ella tenía seis años, dejando a la viuda a cargo de cinco hijos, tres niñas y dos niños. Excepto uno de ellos, Mijail, que fue enviado fuera, el resto estaban en la ciudad cuando la Wehrmacht entró en la URSS. Toda la familia aportó su grano de arena en la defensa, bien en el frente, bien en las fábricas. Sólo una de las hermanas, Nina, enviada a un encargo, fue evacuada por el lago Ladoga sin tiempo de avisar y la dieron por muerta.
La ciudad que antaño se llamaba San Petersburgo y era la residencia de invierno de los zares, se había convertido en objetivo del ejército alemán en 1941, que la cercó y la sometió a un duro asedio de casi tres años. Los germanos no consiguieron romper las líneas porque aunque la situación de desabastecimiento en Leningrado era desesperada, se consiguió abrir un corredor por dicho lago e introducir algunas provisiones, de forma precaria pero más o menos regular. Ello no impidió que el hambre se cebase en la población y sumase más muertes a las puramente militares, las causadas por el frío y por las enfermedades, de manera que el número de víctimas rondó la espeluznante cifra de setecientos mil muertos.