miércoles, 27 de enero de 2016

El Titanic de Hitler



La mayor catástrofe naval de la historia sucedió en el Báltico. Un submarino soviético hundió un trasatlántico alemán a finales de la II Gran Guerra: murieron 9.000 pasajeros que huían de las atrocidades del Ejército rojo.

En tres meses caería Berlín, pero a Hitler aún le quedaban fuerzas para hablar el 30 de enero de 1945. Hacía tiempo que todo lo que rodeaba al führer había empezado a derrumbarse, pero su obcecación alimentaba la llama que ardía en su interior. Su última estratagema para cambiar el signo de la guerra, la ofensiva de las Árdenas (Bélgica), había fracasado y el Ejército rojo estaba a punto de alcanzar las fronteras del territorio alemán. Aquel 30 de enero, sin embargo, seguía siendo un día muy especial para él: se cumplían doce años de su designación como canciller. Animado por Goebbels, que hacía lo imposible para conservar su optimismo, el líder nazi celebró el aniversario de su ascenso al poder con un discurso retransmitido por radio.


La que a la postre sería la última intervención pública de Hitler fue seguida con inusitada atención por sus compatriotas, no tanto por sus previsibles baladronadas como por si dejaba entrever indicios de una rendición. Castigados por los cada vez más frecuentes bombardeos aéreos y hostigados por el avance imparable de las tropas aliadas, los alemanes solo querían saber si la pesadilla en la que les había embarcado su führer iba a tocar pronto a su fin. Entre los millones de paisanos que escuchaban aquellas palabras conteniendo la respiración figuraban los más de 10.000 pasajeros que se apretujaban en el ‘Wilhelm Gustloff’, un trasatlántico que surcaba con sigilo las frías aguas del Báltico.

El buque había sido concebido para hacer cruceros, pero la travesía estaba lejos de ser un viaje de placer. El alto mando alemán había puesto en marcha una operación de repatriación a gran escala del personal civil y militar desplegado en la Prusia Oriental (parte de la actual Polonia) debido al arrollador avance de las tropas soviéticas. Cientos de embarcaciones fueron movilizadas para el transporte, entre ellas el antiguo trasatlántico. Las noticias de las barbaridades perpetradas por los soldados rusos habían generado gran consternación entre la población. Los ecos de las violaciones y asesinatos cometidos en Nemmrsdorf, el primer pueblo alemán tomado por el Ejército rojo, habían encendido todas las alarmas entre quienes buscaban una plaza para regresar a Alemania.

Cuando el imponente ‘Wilhelm Gustloff’ amarró en uno de los muelles de Gdinia, cerca de Gdansk, más de 60.000 personas esperaban en el puerto para ser repatriadas. No es difícil imaginar la atmósfera de tensión y caos que se respiraba, así que el embarque pronto desbordó todos los protocolos y las autoridades solo pudieron levantar la pasarela cuando las bodegas, los camarotes y hasta los pasillos se llenaron y en la nave no entraba ni un solo alfiler. Se calcula que el barco, diseñado para 2.000 personas, zarpó con cerca de 10.600 pasajeros a bordo. El ‘Gustloff’, que tomaba el nombre de un líder nazi suizo asesinado en 1936 por un judío yugoslavo, partió al mediodía del 30 de enero con destino a Kiel, un puerto del Báltico en territorio alemán.

El trasatlántico zarpó sin apenas escolta. Todas las naves disponibles habían sido movilizadas para la repatriación. La tripulación sabía que la pequeña torpedera que navegaba a su lado poco podría hacer en caso de ataque. Los mandos del buque tenían ante sí un dilema envenenado: si navegaban en paralelo a la costa se arriesgaban a chocar con las minas marinas sembradas por el enemigo, pero si decidían adentrarse en el Báltico antes de poner rumbo a Kiel corrían el peligro de ser detectados por la flota soviética. Después de una tensa discusión, se decantaron por la segunda opción con la esperanza de alcanzar otro convoy alemán procedente del norte que también se dirigía hacia Kiel y que llevaba mejor protección.

El invierno estaba en su apogeo. El viento soplaba con fuerza, nevaba y el termómetro del puente marcaba diez grados bajo cero. Al poco de zarpar se hizo de noche. El buque navegaba con todas las luces apagadas para no ser detectado. Los pasajeros intentaban acomodarse como podían porque sabían que la noche podía ser larga. A las ocho, todos los altavoces de a bordo quedaron conectados al receptor de radio. La voz de Hitler resonaba en los paneles de los camarotes y sus ecos atravesaban la penumbra de los pasillos hasta alcanzar el último rincón de las bodegas. Los dieciocho minutos de su última intervención pública no aportaron novedad alguna. Su consigna era la misma: había que seguir luchando porque la victoria estaba aún al alcance de la mano, una prueba irrefutable de lo muy avanzado que estaba su grado de desconexión con la realidad.

Cuatro torpedos

Poco después de que se hubiese puesto fin a la conexión de radio con Berlín llegaron al puente de mando algunas señales confusas. La noche estaba muy cerrada y la visibilidad era nula. Creyendo que el convoy que esperaban alcanzar podía estar cerca, el mando del ‘Gustloff’ dio la orden de encender las luces exteriores con el propósito de evitar una posible colisión. Fue la peor de las decisiones. Un submarino soviético que navegaba a cierta distancia detectó al trasatlántico y activó el zafarrancho de combate. El capitán, Alexándar Marinesko, de 32 años, observó por el periscopio que se trataba de un barco de grandes dimensiones y ordenó el lanzamiento de cuatro torpedos. Tres de ellos alcanzaron de lleno al ‘Gustloff’, que en ese momento se encontraba entre la bahía de Danzing y la isla danesa de Bornholm.

El buque estaba herido de muerte, pero su enorme volumen –tenía más de 200 metros de eslora– retrasó su hundimiento. Unos pocos supervivientes han dejado testimonio de aquel horror. Paul Vollrath, un suboficial de submarinos alemán que viajaba a bordo y que terminó sus días en Irlanda, trató de describir en 1981 a la revista marítima ‘Sea Breezes’ el caos que se encontró cuando llegó a la cubierta. El barco estaba ya escorado, relató, y eso impidió que se utilizasen la mayor parte de los botes salvavidas. Los pocos que se pudieron lanzar al mar fueron abordados atropelladamente por una multitud presa del pánico que acabó en las heladas aguas del Báltico. La pronta llegada del torpedero que hacía las veces de escolta y de otros barcos que estaban próximos permitió el rescate de unas 1.200 personas.

La inmensa mayoría de los pasajeros fallecieron, bien por el impacto directo de los torpedos, bien por hipotermia en aquellas gélidas aguas. Los últimos cálculos hablan de unos 9.400 muertos, lo que hace del hundimiento del ‘Gustloff’ la mayor tragedia de la historia de la navegación. En el naufragio del ‘Titanic’ (1912), grabado en el imaginario colectivo como el peor de los ocurridos en el mar, hubo 1.500 víctimas mortales, seis veces menos. La pregunta es obvia: ¿por qué se sabe tanto del ‘Titanic’ y tan poco del ‘Gustloff’? Ninguna de las dos partes estaba interesada en que trascendiera la noticia. Los alemanes la silenciaron para evitar la desmoralización de una población que ya estaba a punto de echar la toalla y a los rusos les dio reparo alardear de una escabechina cuyas víctimas fueron mayoritariamente civiles.

La del ‘Gustloff’, por cierto, no fue la única tragedia que se produjo en la repatriación de la población alemana de la Prusia Oriental. El 16 de abril, dos semanas antes de que Hitler se quitase la vida, el mercante ‘Goya’, que hacía las veces de buque hospital, fue hundido por dos torpedos de otro submarino soviético cuando transportaba una nueva remesa de evacuados rumbo a Alemania. Murieron otros 7.000. Las víctimas de aquel macabro torneo de tiro al blanco que se desató en el Báltico en vísperas de la rendición nazi ascienden en total a 30.000. Los alemanes, eso sí, lograron poner a otros dos millones de compatriotas a salvo, si es que el término a salvo es válido para describir lo que encontraron a su vuelta.

Vía| El Ideal

2 comentarios :

  1. Obviamente tampoco fueron juzgados los autores de la carnicería. En realidad no hubo un sólo juicio para los vencedores,autores de millones de víctimas alemanas inocentes. Ah! hoy toca hablar del llamado holocausto. Voy a ver si me duermo.

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  2. Obviamente tampoco fueron juzgados los autores de la carnicería. En realidad no hubo un sólo juicio para los vencedores,autores de millones de víctimas alemanas inocentes. Ah! hoy toca hablar del llamado holocausto. Voy a ver si me duermo.

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