viernes, 6 de marzo de 2009

Rumbo al paraíso antártico nazi

Hoy os traigo una magnífica historia que he encontrado en un magnífico blog. Se trata del blog Los 40 rugientes, el cual está especializado en náitica, motor, modelismo y pesca y en él se encontraba este pequeño tesoro que a continuación os dejo para que disfrutéis.


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La conjunción del misterioso aspecto esotérico del régimen nazi y la increíble aceleración de su tecnología militar al final de la guerra, fueron el combustible que genero multitud de leyendas tras acabar la contienda. Nazis fugados a inhóspitos parajes en increíbles submarinos y aparatos bélicos, formaron parte de una mitología en la que es difícil separar realidad y ficción.

Uno de esos mitos, quizás nunca bien investigados es el de las bases nazis en el continente antártico. La historia comienza a rastrearse gracias a un curioso telegrama del almirante y jefe de las fuerzas navales Doenitz, que paso casi desapercibido en diciembre de 1943, cuando los aliados estaban más afanados y concentrados en acabar con la bestia nazi. El telegrama decía así: “La flota submarina alemana se siente orgullosa de haber construido un paraíso terrenal, una fortaleza inexpugnable para el Führer en alguna parte del mundo”.

Lo cierto es que el tiempo pasó y la guerra llego a su fin, pero dos hechos mas que misteriosos volvieron a reabrir la polémica sobre la posible existencia de una base nazi en tierras del polo sur. El primero sucedió el 10 de julio de 1945.

Aquel amanecer prometía ser como cualquier otro en el tranquilo puerto de Mar de Plata en la costa argentina. Lejos quedaba ya la guerra y la rendición de Alemania, que se había producido hacia tres largos meses. Al despuntar el alba varias embarcaciones se hicieron a la mar para faenar en el tranquilo balneario. En eso andaban varios pescadores cuando atónitos, observaron algo increíble. Entre las brumas, se adivinaba la silueta de un submarino. Navegaba lentamente, como si tuviera problemas en las máquinas. Pero la sorpresa residía en la bandera que ondeaba. No cabía duda, era la bandera nazi. Los marineros no daban crédito a lo que estaban viendo. Sin embargo las enormes dimensiones y las características del sumergible eran las de un U-Boot. Un submarino de guerra nazi.

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Tripulación de submarino alemán

Los marineros pusieron rumbo de nuevo al puerto para dar cuenta a las autoridades. Mientras eso sucedía, advirtieron que el submarino encaraba el mismo rumbo que ellos. Parecía seguirles. Efectivamente, minutos mas tarde, el submarino enfilaba ya su proa hacia el puerto pasando la escollera sin que su presencia fuera en principio advertida por los trabajadores del muelle. Luego, detuvo sus motores y desde cubierta comenzó a emitir señales luminosas con un claro mensaje a los responsables marítimos: ¡Formamos parte de la derrotada escuadra del Reich. Nos rendimos a las autoridades!. Era asombroso. Aquel sumergible, alejado completamente de su pais de origen, había recalado casi en el fin del mundo. ¿De donde demonios salía?, y sobre todo, ¿Qué había hecho en todos esos meses?. ¿Acaso siguió combatiendo en solitario?.

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Otto Wermuth comandante del U-530

El submarino, U-Boot 530, llevaba una tripulación tres veces superior a la normal. Además viajaba sin armamento y con una cantidad de víveres sin precedentes. Las sorpresas no acabarían ahí. Algo más extraordinario aún iba a suceder. Un mes mas tarde, concretamente el 17 de agosto, se difundió como la pólvora una noticia explosiva. Otro submarino alemán acababa de rendirse de nuevo. El comunicado decía: “El sumergible alemán se encuentra ya fondeado en el puerto de Mar del Plata, es el U-977. Su tripulación se compone de 32 hombres, de los cuales cuatro son oficiales. El comandante es el teniente de fragata Heinz Schaeffer”.

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Heinz Schaeffer comandante del U-977

Aparentemente el nuevo submarino buscaba el mismo destino final que el U-530, pero fue capturado en alta mar por un rastreador de la armada argentina, que estaba realizando misiones de patrullaje en la zona. De acuerdo con la documentación encontrada a bordo, el sumergible zarpo también de Kiel el 13 de abril, de Oslo (Noruega) el 22, y de Kristiansand (Dinamarca) el 2 de mayo . Continuó viaje en incursión sumergida por la zona vigilada del Atlántico, pasando entre las islas Faroe e Islandia, dirigiéndose al sur rumbo a las Islas Canarias. A partir de ahí navego en superficie siguiendo la costa Brasileña hasta llegar a Mar del Plata. Se encontraba en perfecto estado y poseía instrumentos modernos para la época, como un equipo de hundimiento simulado, consistentes en cajas con sustancias químicas que una vez arrojadas, producían burbujas dando la sensación de que la nave estaba hundiéndose.

Había permanecido un total de casi cinco meses navegando en solitario. Para que nos hagamos una idea de lo que significa eso, el U-977 permaneció sumergido 66 días.

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Pero había algo interesante en su travesía. En la costa Noruega antes de partir hacia su lejano destino final, desembarcaron del submarino 16 hombres casados. Eran suboficiales que en su mayor parte tenían familia en Alemania. Quizás esa decisión tenia relación con el tipo de misión que deberían desempeñar en su destino final. O quizás ni el mismo Schaeffer supiera el motivo de esa decisión, y no hizo mas que cumplir las ordenes que recibió por radio desde Berlín.

Empezaba a ser evidente que los dos sumergibles aparecidos, tenían más bien la apariencia de ser meros transportes submarinos, y que seguían una ruta “en convoy” con más submarinos acompañándoles. Esto quedo claro cuando llegaron las noticias de un tercer submarino del supuesto convoy. Se trataba de un sumergible nazi procedente de Noruega, que apareció frente a Leixoes en Portugal el 4 de junio de 1945. La tripulación de esta nave también estaba sobrecargada con 47 hombres que tampoco sobrepasaban los 25 años. En este caso la rendición se produjo por problemas en sus máquinas.

¿Se dirigían hacia una base en el polo sur? Hoy sabemos que hubo una discreta expedición nazi a la Antártida. Discreta ya que no se publicito excesivamente en los medio de comunicación de la época. De hecho ni siquiera aviso de su partida a las diferentes sociedades científicas de la época. Fue a finales de 1938 y regreso al año siguiente, causando una gran sorpresa mundial debido al silencio absoluto que cubrió sus actividades, desde el comienzo hasta la terminación de las mismas.

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Interrogatorio de un oficial nazi

“Cumplí ordenes del mariscal Goering”, declaro el capitán Alfred Ritscher, al regresar a Hamburgo a bordo del Schwabeland el 12 de abril de 1939. Cinco meses más tarde se iniciaba la Guerra Mundial y evidentemente, el III Reich estaba buscando localizaciones seguras para sus bases en el sur. La declaración del jefe de la expedición antártica nazi no dejaba lugar a dudas.

En una de las pocas declaraciones de Ritscher a la prensa, dijo lo siguiente: “Es la primera vez que aviones alemanes volaban sobre el Continente Antártico, en condiciones por demás difíciles amerizaron en las heladas costas polares para izar el pabellón indicativo de la soberanía alemana. Los aviones arrojaban cada 25 kilómetros, pilotes con la bandera del Reich, como también se marcaban los puntos extremos de cada vuelo. Se ha descubierto una región de 600.000 kilómetros cuadrados de los cuales, 350.000 han sido fotografiados en tal forma que es posible confeccionar un mapa perfecto de la zona descubierta”. Así mismo también hablo de unas cordilleras de 4000 metros de altura que habían sido delimitadas por los aviones nazis. Todo ese territorio quedo bautizado como New Schwabeland (Nueva Suevia).

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Alfred Ritscher

Cuando la actividad de esa zona durante la guerra decreció a mediados de 1940, esas bases se convirtieron en depósitos donde se acumuló todo el material necesario para construir un refugio en el interior del continente. Víveres, combustibles, ropas y otros elementos eran transportados por los U-Boot’s alemanes.

Hipotéticamente la base de submarinos debió construirse en tres años, para entonces en 1943, el almirante Doenitz hizo su famosa y enigmática declaración elogiando los trabajos de la flota submarina nazi. Hoy sabemos que en agosto de 1940, el doctor Wohlwill, director del Deutsche Reichsinstitut fuer Metallen (Instituto Alemán del Reich para el Metal), hizo un llamamiento a los técnicos alemanes especializados en metalurgia para preparar proyectos de construcción a base de metales no ferruginosos, destinados a soportar temperaturas inferiores a ¡60 grados bajo cero!. Desde luego no era para las frías estepas rusas. ¿En que otro lugar del planeta, que no sea la Antártida, podía hacer falta ese tipo de aleación?.

No sabemos realmente si la construcción se llevo a cabo o no, pero quizás cuando en 1947 el almirante americano Byrd, capitaneó una de las más famosas expediciones militares sin precedentes al continente antártico, lo que realmente buscaba era esa legendaria base.

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Almirante Richard Byrd

Puede que algún soleado día del siglo XXI se den a conocer los documentos secretos que guarda el Departamento de Estado y los servicios de inteligencia americanos y entonces, sepamos de una buena vez, que ocurrió realmente en la Antártida durante y después de la Segunda Guerra Mundial. Quizás, solo quizás, el ejercito del almirante Byrd había librado la ultima batalla de la guerra. Enfrentándose así, al ultimo batallón nazi en las gélidas tierras del Polo Sur.

Vía| Los 40 rugientes

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