domingo, 29 de septiembre de 2013

Confabulación de Múnich: primer paso hacia la Segunda Guerra Mundial



Confabulación de Múnich es el nombre que dan los historiadores a la conferencia celebrada setenta y cinco años atrás en Alemania. El 29 y 30 de setiembre de 1938 en la capital de Baviera se reunieron los jefes de los gobiernos de Inglaterra, Francia, Alemania e Italia. Los representantes de Checoslovaquia, cuyo destino se decidía en las negociaciones, y de la Unión Soviética no fueron invitados a Múnich. La conferencia de hecho fue uno de los primeros pasos hacia la Segunda Guerra Mundial.

Las interpretaciones de la historia, sobre todo de los hechos que precedieron a la Segunda Guerra Mundial, en las últimas décadas se multiplican a grandes ritmos. Una de las teorías de mayor difusión entre los científicos occidentales y algunos rusos también tiene que ver con el pacto Mólotov-Ribbentrop de no agresión entre Alemania y la URSS firmado en 1939. La popularidad de esa teoría es fácil de explicar: la culpa por el comienzo de la guerra se deposita en la Unión Soviética. Se llegó al colmo de que el 23 de febrero – día de la suscripción del pacto, fue declarado por el Parlamento Europeo "día de la memoria de las víctimas de estalinismo y el nazismo".

 Esta teoría muy cómoda para los rusófobos de nuestros días calla el hecho de que el pacto fue para Moscú un paso forzoso, o, mejor dicho, la respuesta a los acuerdos sellados en Berlín por los jefes de los gobiernos de Gran Bretaña, Francia e Italia. Europa logró valorar a tiempo la amenaza que dimanaba de Alemania y quería canalizar la agresión de Hitler hacia Oriente. No obstante, el juego resultó ser demasiado complicado incluso para políticos tan diestros, destaca el experto del Instituto de Historia Universal de la Academia de Ciencias de Rusia, Alexánder Shubin:

 –La situación en los años 1938 y 1939 fue el fracaso de todos los que alguna vez existieron en Europa. ¡Qué paradoja!, perdieron todos, incluido el pueblo alemán. Al parecer Hitler le ganó a todos, pero desde el momento en que los tanques alemanes se enfilaron hacia Polonia el pueblo alemán estaba condenado a la catástrofe. El pueblo soviético perdió. Perdió el pueblo inglés, porque sus líderes se empecinaron en canalizar la agresión hacia Oriente. "Qué los alemanes se ocupen allí de Rusia, mientras nosotros vamos a dormir tranquilamente sobre los laureles". Pero todo les salió el revés.

Sabido es que Hitler inicio su camino hacia el dominio mundial con la incorporación de Austria al Reich en 1938. Lo consiguió fácilmente y en el acto se marcó el siguiente objetivo. Tras la desintegración del imperio austrohúngaro, Checoslovaquia se convirtió en uno de los países más prósperos de Europa Central. Contaba con importantes empresas industriales. De los catorce millones de habitantes unos tres millones eran alemanes étnicos que poblaban la región de los Sudetes.

A principios de 1938 Hitler enfiló las tropas alemanas hacia la frontera checoslovaca. La Unión Soviética y Francia advirtieron a Alemania de que cumplirán sus compromisos con Praga. Pero Londres declaró que no puede garantizar el apoyo de Gran Bretaña en caso de una agresión alemana contra Checoslovaquia. Animado por la indecisión del gobierno británico, Hitler decidió apoyarse en sus planes en la quinta columna que representaban los alemanes de los Sudetes y el Partido Alemán de los Sudetes pronazi. Por disposición de Hitler, el líder del partido, Henlein, presentó varias demandas, que de hecho suponían la renuncia de Checoslovaquia a la soberanía de la región de los Sudetes (24 de abril). El 30 de mayo Hitler impartió una orden secreta sobre el desarrollo de la operación Grun, a más tardar el 1 de octubre de 1938.

París, dicho sea de paso, no mucho tiempo se hizo pasar por un pacificador de principios. Los diplomáticos franceses junto con sus colegas ingleses desarrollaron una agitada actividad de preparación de la opinión pública para la próxima transacción con Hitler. Y el 18 de setiembre apareció el ultimátum anglo-francés a Praga sobre la entrega de una parte del territorio checoslovaco a Alemania. Hitler aseveró a Chamberlain que si el problema de los Sudetes se resuelve él no presentará más pretensiones territoriales en Europa. Los líderes de los tres países –Chamberlain, Daladier y Mussolini– se reunieron con el führer en Múnich el 29 de setiembre. Y el día 30 firmaron el acuerdo seguros de que garantizaron la paz a sus países, afirma el científico israelí y Premio Nóbel, Israel Robert J. Aumann. 

–Con frecuencia las guerras comienzan por falta de claridad de las intenciones. La Segunda Guerra Mundial comenzó porque las partes creaban estímulos falsos los unos para los otros. Esto lo hacía, en particular, Gran Bretaña con respecto a Hitler. Cuando Gran Bretaña estuvo de acuerdo con la división de Checoslovaquia y con la posibilidad de entregar toda Checoslovaquia a Hitler en primavera de 1938, lo estaba estimulando a proseguir encarnando sus intenciones agresivas. Parecía decirle basta con ejercer una fuerte presión y amenazar - y nos rendiremos. 

El premier británico Chamberlain, tras la Conferencia en Múnich regresó a Londres y declaró en la Cámara de los Comunes: "Caballeros he traído la paz a nuestra generación". Pero en vez de la paz trajo la guerra. La confabulación de Múnich desató las manos a Hitler. Y la URSS, en realidad, en aquellos tiempos no tenía aliados y estaría al borde de la derrota si Alemania la hubiese atacado en 1939 o principios de 1940. De modo que el pacto Mólotov-Ribbentrop y la incorporación de los países bálticos a la URSS, fue una medida forzosa. La Unión Soviética desplazaba su línea de seguridad hacia Occidente.

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