"El rey de Canfranc" es un documental que recupera la figura de Albert
le Lay, un héroe callado de la Segunda Guerra Mundial, que desde su
puesto de jefe de la aduana francesa de esa estación de ferrocarril del
Pirineo oscense ayudó a escapar a numerosas personas de la persecución
de los nazis.
La película, una coproducción hispanofrancesa dirigida por Manuel
Priede y José Antonio Blanco, se presenta en la sección Zabaltegi, del
61 Festival de San Sebastián, en el norte de España.
Blanco explica, en una entrevista con EFE,
que el proyecto nació en 2000, cuando conocieron que por esa aduana los
nazis introdujeron oro robado a los judíos para pagar el wolframio
español que necesitaban para su armamento, y apareció Albert le Lay.
El
primer contacto que establecieron fue con la viuda de Le Lay, Lucienne,
que contaba 104 años y recibió a Blanco con una "desconfianza total y
absoluta" y, aunque luego cambió su actitud, le dijo que nunca había
hablado de las actividades de su marido y que tampoco lo iba a hacer
entonces por respeto a él.
Esos recelos los encontraron también en
sus hijas, pero Víctor Fairén, uno de los nietos de Le Lay, contribuyó
al deshielo y finalmente decidieron colaborar.
A partir de ahí se
fue abriendo el camino para conocer a un hombre de "espíritu de
marinero", al que no le gustaba que "le mandaran los jefes" y que optó
por quedarse en Canfranc, en "ese 'Titanic' varado en la superficie" que
es ahora la estación ferroviaria.
"La valentía, la humanidad y la
solidaridad eran los valores de esta persona que se jugó la vida a
cambio de nada, con el apoyo de su mujer, teniendo el aliento de la Gestapo sobre él una y otra vez", señala.
Le Lay estableció contacto con la Resistencia y utilizó su puesto para ayudar a quienes escapaban del genocidio hacia Portugal,
mientras dejaba que pasara por la frontera el hierro y el wolframio
para el ejército alemán, manteniendo un complicado equilibrio hasta que
fue descubierto y protagonizó una huida "rocambolesca", con ingredientes
"de película", en septiembre de 1943.
Tras la guerra, rechazó
laureles, condecoraciones y notoriedad, lo que le convirtió en un héroe
anónimo, una persona "que ha sido admirable ir conociendo y de la que
aún no sabemos cosas", asegura Blanco.
Dice que se desconoce el
número de personas a las que pudo ayudar a cruzar a España -"debieron de
ser muchísimas"- y, aunque no existe una lista como la de Schindler, sí
hay una relación de personas en un libro donde Le Lay llevaba la
contabilidad de las donaciones que recibía para una escuela francesa que
fundó allí mismo.
Una parte de ellos apellidos hebreos, que
donaron a Le Lay cantidades muy importantes en francos que ya no iban a
necesitar por haberles salvado la vida.
Antes del hallazgo del
libro este verano, habían puesto un anuncio en una revista judía tras
una infructuosa búsqueda en las comunidades judías de Nueva York, Chile, Argentina y Lisboa de refugiados que hubieran pasado por Canfranc durante la II Guerra Mundial.
Les llamó Danille Wolfwitz, de 83 años, con la que se entrevistaron en México,
quien les dijo que el 1 de enero de 1942 su familia y ella se
encontraban en la estación de Canfranc. Cuando el libro llegó a sus
manos, allí estaba ese apellido y la misma fecha que la anciana les
había dado.
"Estos son los buenos sabores de boca y los vuelcos al corazón que te deja este documental", destaca.
"El
rey de Canfranc" combina imágenes reales y testimonios con pequeñas
recreaciones de ficción, con lo que han querido evitar "el archivo puro y
duro" y hacer el documental "más entendible al espectador".
"Era
una historia que estaba ahí y había que contarla", comenta Blanco, que
precisa que este ha sido un proyecto coral de cinco compañeros,
trabajadores de la televisión pública española TVE, que en sus ratos libres buscan "cosas diferentes para huir de la rutina".
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