El 13 de junio de 1999, en su séptimo viaje a su amada Patria, nuestro
recordadoel Papa Juan Pablo II beatificó a 108 mártires de la era nazi: 3
obispos, 52 sacerdotes diocesanos, 26 sacerdotes religiosos, 3
seminaristas, 7 religiosos, 8 religiosas y 9 laicos.
El 1º de septiembre de 1939 a las 4.45 a.m. 60 divisiones alemanas invadieron Polonia. El Alto Mando de la Wehrmacht
(ejército alemán) aprovechando la ventajosa posición de las fronteras
alemanas que por el oeste, norte y sur envolvían casi totalmente el
territorio polaco, dividió a sus efectivos en dos grupos de Ejércitos:
G.E. Sur (coronel-general Von Rundstedt) con 35 divisiones - tres
ejércitos- y G.E. Norte (coronel-general Von Bock) con 25 divisiones -
dos ejércitos -.
“Aquel 1 de septiembre de 1939 no se borrará nunca de mi recuerdo: era
el primer viernes de mes. Había ido a Wawel (1) para confesarme. La
catedral estaba vacía. Fue quizás, la última vez que pude entrar
libremente en el templo. Después fue cerrado. El castillo real de Wawel
se convirtió en la sede del Gobernador General Hans Frank. El P.
Figlewicz era el único sacerdote que podía celebrar la Santa Misa, dos
veces por semana, en la catedral cerrada y bajo la vigilancia de
policías alemanes” (Juan Pablo II, Don y Misterio, pág. 36).
“Debemos celebrar misa, a pesar de todo. Roguemos a Dios que proteja a
Polonia”, dijo el antiguo profesor de religión al joven estudiante
universitario. Karol obedeció y asistió a la misa ante el altar de
Cristo Crucificado, en la catedral cuyo altar principal sostiene el
sarcófago de plata de San Estanislao. Los vitrales, mientras tanto, se
sacudían con las explosiones. La Luftwaffe (fuerza aérea) se hacía presente con su carga mortífera.
El 17 del mismo mes, los ejércitos de la Unión Soviética invadían
Polonia por el este. El día 27, Polonia se rendía y el Tercer Reich de
Hitler y la Unión Soviética de Stalin se repartían su territorio.
El Cardenal Hlond, primado de Polonia, logró llegar a Roma en los
ominosos y terribles días de la invasión nazi y declaraba por Radio
Vaticana: “Polonia, no has sucumbido, porque Dios no ha muerto. Dios no
ha muerto, y se manifestará a su tiempo en el gran entrevero de los
pueblos, y hablará tu idioma. Es por Su querer que resucitarás en la
gloria y en la potencia, y que serás feliz mi Polonia bien amada”.
A medida que los Stukas y los Panzer arrollaban y
destruían todo a su paso, imposibles de frenar a pesar del heroísmo
polaco, se estaba gestando un plan sistemático para liquidar el “asunto
polaco”.
Tanto la Gestapo (Policía secreta del Estado) como el Servicio de Seguridad del Reich (Sicherheitsdienst,
el temible SD) confeccionaron listas detalladas de polacos destacados,
contrarios a Alemania. En dichas listas figuraban más de 75.000
apellidos que incluían a políticos activos, personalidades del ámbito
cultural y social, a los participantes de las revueltas en Silesia y la
Gran Polonia, y de los movimientos Mazuria y Warmia, a la inteligencia y
al clero polaco. Este operativo recibió el significativo nombre de “Aktion Tannenberg” (2).
La parte occidental de Polonia denominada Warthegau, debía entrar a
formar parte del Gran Reich y por ende se debía proceder a una completa
germanización de la población en el plazo de una generación y en base a
principios raciales. Esta región, llamada así por el río Warta,
comprendía las arquidiócesis de Gniezno y Poznan, buena parte de la
diócesis de Wloclawek y de Lódz y una pequeña parte de las diócesis de
Czestochowa y Varsovia Los grupos étnicos, juzgados no idóneos o
refractarios al cambio radical de cultura e idioma, debían ser
trasladados a otros lugares y reemplazarlos por inmigrantes alemanes.
Era previsible que el proceso de desnacionalización hallaría una ardua
resistencia entre los intelectuales y especialmente en el clero. Era
necesario eliminar físicamente a estas personas para arrancar de cuajo
la nacionalidad y la tradición polacas.
La parte central de Polonia, con las ciudades de Varsovia y Cracovia,
debía formar un estado vasallo, denominado entonces Gobierno General,
una reserva de mano de obra barata, que estaría al servicio del Gran
Reich. Para lograr tal fin era necesario comprimir en los niveles más
bajos la instrucción e impedir la formación de grupos intelectual y
económicamente desarrollados. Una lucha despiadada debía ser trabada
contra la iglesia católica y el clero, centro de resistencia y de
nacionalismo desde siglos.
La tormenta asesina que asoló el país acabó con más de la mitad de sus
clases cultas: el 45 por ciento de los médicos, el 57 por ciento de los
abogados, el 40 por ciento de los profesores, el 30 por ciento de los
técnicos, el 20 por ciento del clero, el 15 por ciento de los maestros y
casi todos los periodistas.
La iglesia católica padeció un verdadero martirio y el clero secular y
regular pagó un tributo muy alto. En 1939 contaba con unos 30 millones
de fieles, de los que tres y medio eran de rito oriental. Para el
cuidado pastoral de los mismos existían 25 diócesis agrupadas en cinco
provincias eclesiásticas (Gniezno, Varsovia, Cracovia, Vilno y (Lwów) de
rito latino, una provincia eclesiástica de rito oriental (Lwów) y una
diócesis de rito armenio. Había que añadir, además, el obispado de la
ciudad libre de Danzig, que dependía directamente de la Santa Sede a
través de la nunciatura apostólica de Varsovia.
En el momento en que la invasión se produce, podían contarse 46 obispos y 14000 sacerdotes al cuidado de unas 8000 parroquias.
Las persecuciones contra el clero comenzaron inmediatamente después del
estallido de la guerra y a medida que el ejército conquistaba el
territorio polaco, el aparato de represión nazi lo secundaba. Los que
recibieron autorización para quedarse fueron humillados, se les puso
todo tipo de trabas, se vieron privados de todos sus derechos. Estaban
completamente bajo el dominio de la Gestapo.
En Danzig, el mismo día del estallido de la guerra, los padres Bronislaw
Komorowski, Marian Gorecki, Franciszek Rogaczewski y otros sacerdotes
fueron arrestados y torturados sin compasión.
En Inowroclaw, el 8 de septiembre las tropas alemanas entran en la
ciudad y el padre Stanislaw Kubski es arrestado y llevado por la ciudad
con los brazos levantados en alto.
En Konskie, también el 8 de septiembre junto al grupo de destacados
ciudadanos tomados como rehenes se encuentra el padre Kazimirez
Sykulski.
El 9 de septiembre, en la ciudad de Bydgodszcz, unos boy scouts de doce a
dieciséis años son ametrallados en la plaza del Mercado. Un sacerdote
que se dirigía apresuradamente para administrarles la extrema unción
también es abatido. Ese mismo día están también entre los fusilados los
padres lazaristas Piotr Szarek y Stanislaw Wiorek. Durante los días
siguientes treinta y cuatro comerciantes y un chico de diecisiete años
fueron arrinconados en la plaza y ametrallados. También pasó por allí el
padre Kazimierz Stepzynski, de la parroquia del Sagrado Corazón de
Jesús- dignísimo, de pie, como se lo ve en una fotografía de la época,
junto a ciudadanos sentados en el suelo. En cuatro meses, 10.000 de los
140.000 habitantes de esta ciudad fueron asesinados caprichosamente por
los nazis.
El 19 de septiembre, los franciscanos de Niepokalanów, la “Ciudad de la
Inmaculada”, son cargados en camiones y llevados a Alemania, al campo
de Amtitz. Una fotografía nos muestra la frágil columna de sombreros
negros saliendo de Niepokalanów, encabezada por un enfermo apoyado en un
bastón: el padre Maksymilian Kolbe, que se dirigía hacia lo
desconocido, como si fuera a las misiones y por una vez sin pagar, según
decía, los gastos del viaje.
En los días siguientes de la ocupación de Varsovia, los alemanes
detuvieron a unos trescientos treinta sacerdotes. En Cracovia los
colaboradores más cercanos del arzobispo Sapieha fueron arrestados y
enviados a Alemania. Hasta 1941 fueron ejecutados unos setecientos
sacerdotes, otros tres mil estaban en los campos de concentración.
En la diócesis de Chelmno en los meses de septiembre a diciembre de 1939
fueron asesinados 215 sacerdotes. La reciente historia de la iglesia
mártir polaca conoce el así llamado “otoño de Pelplin”, cuando los
profesores del seminario mayor y los funcionarios de la curia episcopal
fueron asesinados. El 20 de octubre de 1939, en un sólo día los nazis
fusilaron a 17 sacerdotes, mientras otros, hasta un total de 24 murieron
en aquel trágico otoño. En el bosque de Szpegawsk, también en un sólo
día, el 16 de octubre de 1939, fusilaron a 30 sacerdotes.
La ocupación alemana comprendía una lúcida y planificada lucha contra la
Iglesia. Fue conducida sin piedad mirando a su destrucción. El Decreto
del Reichstatthalter (gobernador) y Gaulaiter (jefe
del partido nazi local) Arthur Greiser, fechado el 14 de marzo, que
contiene los famosos “13 puntos” contra la Iglesia, era un “bisturí bien
afilado para destruir al cristianismo... No se trataba ya de la
separación entre la Iglesia y el Estado, sino de la eliminación de la
Iglesia” (Graham. R.T., Il piano straordinario di Hitler per distruggere la Chiesa. La Civiltá católica 995, p.544-552).
Los arrestos, las deportaciones y la eliminación del clero y la intelligentzia católica
polaca sólo respondían al intento de que la conquistada Polonia se
transformara lo más pronto posible en una provincia alemana. El ocupante
alemán destruyó principalmente al clero polaco del Warthegau y
Pomerania.
El Nuncio apostólico, Mons. Felipe Cortesi debió huir de Polonia; al
Cardenal Primado, August Hlond, no se le permitió regresar a su patria;
hubo cuatro redadas sucesivas para arrestar obispos y sacerdotes, y
deportarlos luego a campos de concentración; más de 1300 iglesias fueron
clausuradas, así como los seminarios mayores, las escuelas católicas y
muchas casas religiosas; y se prohibió la enseñanza religiosa.
Afirma Mons. Sarnik, entonces seminarista deportado a Dachau :
“Ciertamente el motivo del arresto no fue la conducta antialemana, ni
acciones o declaraciones en ese sentido. El objetivo era aniquilar el
clero. Los alemanes nos anunciaron explícitamente que la persecución
apuntaba a la destrucción. ¡Ustedes serán humo!”.
La Iglesia de Polonia no olvida jamás los sacrificios enormes
realizados por los obispos y sacerdotes, los dirigentes laicos y
espirituales de nuestra vida y de nuestra cultura religiosa. En primer
lugar, recordamos a obispos como Nowowiejski, Kozal, Wetmanski, Goral y
el padre Kolbe al frente de ellos. Entre las víctimas se encuentran
millares de sacerdotes. Muchos encontraron la muerte en los campos de
concentración... (Carta Pastoral de los Obispos Polacos con motivo del trigésimo aniversario de la declaración de la Segunda Guerra Mundial).
El proceso canónico para la beatificación de los 108 mártires polacos
fue incoado definitivamente, el año 1992, en la diócesis de Wloclawek,
que durante la persecución sufrió en mayor porcentaje la pérdida de
sacerdotes diocesanos, pues, además de su obispo, Michal Kozal, fueron
asesinados casi la mitad de sus presbíteros. De los 350 sacerdotes
arrestados 223 se encontraban en el campo de concentración de Dachau,
148 morirían allí, de los cuales cuatro ya son beatos junto a dos
seminaristas. En total murieron en los campos y prisiones 220
eclesiásticos de esta diócesis.
Los 108 beatos, pertenecientes a 18 diócesis, al Vicariato castrense y a
22 órdenes y congregaciones, fueron personas religiosas y laicas, cuya
vida y sobre todo cuya muerte se han definido como “heroica”.
“El odio a los polacos se mezcló con el ataque a la Iglesia Católica,
que representaba un importante obstáculo para llevar a la práctica la
insana visión de Hitler sobre la raza y la vida política y social”
afirmaba, el padre Tomasz Kaczmarek, postulador general de este primer
grupo de mártires.
Entre los mártires se destacaron 14 víctimas del campo de concentración
de Auschwitz (entre ellos el padre Aniceto Koplinski, capuchino del
convento de Varsovia) y otros 45 que fueron asesinados por los nazis en
el campo de concentración de Dachau.
Son extraordinariamente elocuentes los testimonios de estos mártires:
sacerdotes diocesanos y religiosos ejecutados porque no han querido
abandonar el servicio pastoral; otros han sufrido torturas indecibles
por defender a los judíos y a los comunistas; algunos fueron fusilados o
torturados hasta morir el Viernes Santo, evidenciando así el nexo con
la Pasión y la Cruz de Cristo; religiosas perseverantes en su silencioso
y dedicado servicio de la caridad que aceptaron la tortura y la muerte
en el espíritu de la fe.
La mayor proporción de sacerdotes se debe a que ellos fueron objeto especial del odio a la fe por parte del nazismo.
El grupo de obispos estuvo encabezado por el arzobispo Antoni Julian
Nowowiejski (1858–1941) pastor de la diócesis de Plock, quien fue
duramente maltratado y finalmente asesinado en el campo de concentración
de Dzialdowo, junto al otro obispo de Plock, Leon Wetmanski, muerto en
el mismo campo. También el auxiliar de Lublin, Wladyslaw Goral, muerto
en el campo de concentración de Sachsenhausen.
El grupo de los sacerdotes estuvo encabezado por el padre Henryk
Kaczorowski (1888–1942), rector del seminario mayor de Wloclawek. Fue
destinado al “transporte de los inválidos” el 6 de mayo de 1942 en
Dachau (3).
El padre Zygmunt Pisarski, sacerdote de Lublin, fue arrestado por la
Gestapo por negarse a entregar comunistas locales. Fue fusilado en
1943.
Los hermanos Grelewski, Kazimierz y Stefan, procedentes de Radom
ofrecieron sus vidas en Dachau. El 6 de mayo de 1941 moría Stefan en
presencia de su hermano y el 9 de enero de 1942 Kazimierz era colgado
junto a otros dos sacerdotes.
El grupo de los religiosos estuvo encabezado por el padre Anicet
Koplinski (1875–1941), capuchino, apóstol de la misericordia en
Varsovia. Arrestado en 1941 fue asesinado en la cámara de gas de
Auschwitz. En el mismo campo murió bárbaramente asesinado el hermano
Florian Ducki. Los otros tres capuchinos murieron en Dachau: el padre
Florian Stepniak en el transporte de los inválidos y el padre Henryk
Krzysztofik y el clérigo Fidel Chojnacki por las inhumanas condiciones
del campo.
Siete frailes menores conventuales de la provincia de Varsovia (cinco
sacerdotes y dos hermanos, discípulos de San Maksymilian Kolbe), cuatro
verbitas (tres sacerdotes y un hermano), dos marianos, un carmelita, un
salesiano, un misionero oblato de María Inmaculada, un orionita entre
otros figuraron en esta primer grupo de beatos.
Entre las religiosas, la dominica Julia Rodzinska murió de tifus en el
campo de concentración de Stutthof, luego de dar ayuda, junto con otras
siete religiosas, a varias mujeres judías.
En el convento de las hermanas de la Inmaculada Concepción fueron
hallados judíos y esto provocó la tortura y ejecución de las religiosas
Bogumila Noiszewska (María Ewa) y Kazimiera Wolowska (María Marta)
fusiladas en Slonim en 1942.
La ursulina Maria Klemensa Staszewska fue asesinada en Auschwitz por haber escondido en el convento a muchachas judías.
Es probable que el ya difunto Papa Juan Pablo II haya conocido al padre
Józef Kowalski, salesiano de la parroquia “San Estanislao de Kostka”,
del barrio Debniki en Cracovia. En su libro “Don y Misterio” transmite
este ambiente salesiano que tuvo “un papel importante en el proceso de formación de mi vocación”(pág. 32).
También recordó emocionado en su Wadowice natal el encuentro con el padre Alfons Maria Mazurek, carmelita: “Me
alegra haber tenido la oportunidad de beatificar, en el grupo de ciento
ocho mártires, al beato padre Alfons Maria Mazurek, alumno y más tarde
benemérito educador del seminario menor anexo al convento. Me encontré personalmente
con este testigo de Cristo que, en 1944, como prior del convento de
Czerna, selló su fidelidad a Dios con el martirio”(celebración de la Palabra en la ciudad de Wadowice, 16 de junio de 1999).
El grupo de los laicos estuvo encabezado por Marianna Biernacka
(1888–1943). En un impulso de amor se ofreció para sustituir a su nuera,
embarazada, que iba a ser ejecutada. Fue fusilada el 13 de julio de
1943 en Naumowicze, cerca de Grodno.
Junto a ella están los cinco jóvenes formados en el oratorio salesiano
(Edward, Jarogniew, Czeslaw, Franciszek y Edward); el presidente de la
Acción Católica de la diócesis de Lublín, Stanislaw Starowieyski; un
catequista , Franciszek Stryjas y Natalia Tulasiewicz, una agente
pastoral de 39 años, que fue asesinada en una cámara de gas en
Ravensbruck.
Ya ha comenzado el proceso de un segundo grupo de mártires polacos
asesinados “in odium fidei” por los nazis durante la segunda guerra
mundial.
A modo de conclusión transcribimos un texto del diario del Cardenal
Wyszynski –escrito el 25 de septiembre de 1953, día de su detención por
parte del gobierno comunista de Polonia-que retrata elocuentemente la
situación de la Iglesia polaca durante la ocupación alemana:
“...Debo ahora rendir homenaje a mis compañeros de ordenación,
consagrados por monseñor Stanislas Zdzitowiecki en la catedral de
Wloclawek el 29 de junio de 1924. Eramos 17 los promovidos al
sacerdocio. De aquella promoción murieron en Dachau los padres
Stanislaw Michniewski, Julian Konieczny, Jan Mikusinski, Jan
Fijalkowski, Zygmunt Lankiewicz, Bronislaw Placek y Stanislaw Oglaza.
De los campos de concentración volvieron los padres Jozef Dunaj, nuestro
decano; Stefan Kolodziejski, Wojciech Wolski, Marian Sawicki, Antoni
Kardynski, Antoni Samulski. Fui yo el único que logró librarse del
campo gracias a la orden de monseñor Michal Kozal de que abandonara
Wloclawek pocos días antes de la segunda ola de detenciones de
eclesiásticos. También antes de la guerra murió tuberculoso el padre
Konstanty Janic. Los que pudieron regresar de los campos de
concentración lo hicieron casi inválidos. El padre Karolynski, un
"cobaya", estuvo grave de un flemón provocado. El padre Antoni Samulski,
director de Cáritas en la diócesis de Wloclawek, volvió de la cárcel
polaca tan enfermo, que no hubo manera de salvarlo.
Y esta es la historia de una "promoción" de sacerdotes polacos en pleno siglo XX” (Cardenal Stefan Wyszynski):
El padre Rogaczewski fue fusilado a los cuatro meses de su internamiento
en las cercanías del campo de concentración de Stutthof.
Los padres Gorecki y Komorowski fueron asesinados el 22 de marzo de 1940
en el mismo campo. Era Viernes Santo, ambos se unieron con su muerte a
la Víctima divina del Calvario.
El padre Stanislaw Kubski fue destinado al “transporte de los inválidos” el 18 de mayo de 1942.
El padre Kazimierz Sykulski fue fusilado en el campo de concentración de
Oswiecim el 1 de diciembre de 1941 por orden tajante del tribunal de
Radom.
El padre Stepczynski, días después de su arresto, fue asesinado en los sótanos de la cárcel de la Gestapo de la ciudad.
El 14 de agosto de 1941 el padre Maksymilian Kolbe ofrendó su vida en el
bunker del hambre del campo de concentración de Oswiecim, al sustituir a
un padre de familia condenado a muerte.
Tan sólo en Dachau fueron internados 2.794 sacerdotes y religiosos de 21
países, de los cuales 1.784 eran polacos. Había en el campo cierta
“jerarquía” en el trato a los prisioneros que tenía que ver con
pequeños aspectos concretos referidos al trabajo y la comida, muchas
veces decisivos para la supervivencia. La jerarquía era la siguiente: en
primer lugar los presos alemanes, luego los checos, luego los de otras
nacionalidades de Europa occidental, los polacos, los criminales y, por
fin, los sacerdotes polacos. El resultado de esto se pudo medir al final
de la guerra: de los 1.034 eclesiásticos que allí encontraron la
muerte, 868 eran polacos.
Durante la segunda guerra mundial y, solamente en manos de los nazis, se
calcula que el número de las víctimas está dado por cuatro obispos,
2647 sacerdotes, 113 seminaristas, 238 religiosas; mientras que una
estimación de las personas enviadas a los campos de concentración habla
de 3642 sacerdotes, 389 seminaristas, 341 religiosos y 1117 religiosas.
Notas
1- Wawel: ciudadela amurallada que está sobre el Vístula
donde se encuentran la catedral y el palacio real, el mercado, la
iglesia mariana (con el altar gótico en madera más grande de Europa,
esculpido por el artista Wit Stwosz) y algunas otras fortificaciones
urbanas.
2- Tannenberg: batalla librada entre alemanes y rusos
durante la primera guerra mundial. El Octavo Ejército alemán, con
Hindenburg a la cabeza, derrotó en cuatro días a un ejército ruso. Cinco
siglos antes los famosos Caballeros Teutones alemanes habían sido
aplastados por un ejército de polacos y lituanos. En 1939, los nuevos
Caballeros Teutones se disponían a masacrar a los polacos...
3- Obligados a esfuerzos inhumanos, con una mísera ración de comida y
sufriendo todo tipo de privaciones, muchos prisioneros pronto se
convertían en inútiles para el trabajo. Para ellos eran estos
transportes. Se los trasladaba al castillo de Hartheim, cerca de Linz
(Austria) y allí eran gaseados. Un total de 3166 prisioneros fueron
gaseados, entre los cuales había 1125 polacos. Hay que contar 304
miembros del clero polaco; de éstos, doce están en la lista de los
beatos.
Vía|
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