Pocos son conscientes de que la capital de Filipinas fue escena de algunas de las más cruentas batallas de la Segunda Guerra Mundial,
y una imponente muestra de ello es el Cementerio Americano de Manila,
la gran necrópolis que Estados Unidos le dedica a los soldados caídos en
el Pacifico.
Más de 17.200 militares que lucharon para las Fuerzas
Armadas estadounidenses en la Segunda Guerra Mundial están enterrados en
este recinto, una verde explanada de unas 62 hectáreas sembrada de
cruces de mármol blanco.
El cementerio, situado en el distrito capitalino de Fort Bonifacio,
cuenta con un edificio circular en cuyas paredes están grabados los
nombres de otros 36.236 soldados desaparecidos en combate en las
batallas que se libraron en la zona suroeste del Pacífico.
A su alrededor se disponen las más de 17.200 tumbas,
distribuidas con precisión milimétrica para formar circunferencias
perfectas en un césped inmaculado al que dedican toda su atención más de
30 jardineros.
"Recibimos unos 600 visitantes al día, de los cuales muchos
son americanos, y algunos son familiares de soldados que fueron
enterrados aquí", explica orgullosa la guía del Cementerio Americano, Hernie Lelix, que lleva más de dos décadas trabajando en el monumento.
Solo un 39%
Sin embargo, los más de 17.200 soldados enterrados en el
lugar son sólo el 39 por ciento de militares cuyos cuerpos pudieron ser
recuperados, puesto que el otro 61 por ciento fue repatriado a petición
de los familiares.
El Cementerio Americano es uno de los pocos lugares en
Manila que recuerda el horror y la destrucción que vivió la capital de
Filipinas durante la Segunda Guerra Mundial, que estalló en el país
horas después del famoso ataque sobre la base estadounidense de Pearl Harbour por parte de los japoneses, el 7 de diciembre de 1941.
Filipinas, que por aquel entonces aún era territorio de
Estados Unidos, fue ocupada por los japoneses y mantenida hasta 1945,
con el brutal bombardeo de Manila.
Liberación de Manila
Más de 100.000 civiles murieron en la batalla conocida como
la Liberación de Manila en una combinación del bombardeo estadounidense
y las acciones desesperadas de los soldados japoneses, que habían
recibido órdenes de matar el mayor número de filipinos posible.
Manila quedó arrasada,
seis de las siete catedrales de la zona histórica destruidas, y se
convirtió así en la segunda ciudad aliada que mayor destrucción sufrió
en la Segunda Guerra Mundial, sólo por detrás de Varsovia.
Una historia que, según el actor y activista cultural filipino Carlos Celdrán, a día de hoy sigue afectando a los ciudadanos del país.
"Aunque se supone que ganamos la guerra, perdimos nuestra
historia, nuestra identidad y, básicamente, nuestro pasado" apunta
Celdrán, que dedica parte de su tiempo a intentar reavivar la memoria de
los filipinos con tours por Intramuros, la zona más histórica de
Manila.
"Después de la guerra, y como la ciudad estaba tan
destruida, llena de cadáveres y enfermedades, los americanos básicamente
arrasaron con excavadoras todo Intramuros y lo echaron al río Pasig",
explica Celdrán.
"Así que después de 1945 y hasta la década de los 80,
-añade el activista- Intramuros se convirtió en un aparcamiento
básicamente, uno de esos lugares donde la gente viene simplemente a
tirar desperdicios, incluso cadáveres".
Según Celdrán, los ciudadanos de Manila están "comenzando
sólo ahora a darse cuenta de lo que significa Intramuros para la
historia de Filipinas". Además, la participación de Filipinas en la
Segunda Guerra Mundial a consecuencia de ser una colonia estadounidense
"crea un crisis de identidad para los filipinos".
"Sabemos que la cultura estadounidense es lo que queremos
ser, -explica Celdrán- pero también somos conscientes de lo perjudicial
que ha sido para nosotros estar bajo esa fuerza colonial". "Les
queremos, pero a la misma vez les odiamos", asegura.
Vía| ABC
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