A pesar de ser un personaje absolutamente decisivo en el desarrollo de la Segunda Guerra Mundial
(sin él posiblemente hubiera durado más, con más pérdida de vidas, con
más sufrimientos), a pesar de ser uno de los padres de la Computación
(tanto a nivel teórico como práctico), a pesar de haber revolucionado
completamente el criptoanálisis, a pesar de una vida agitada y
controvertida, la figura de Alan Turing no ha empezado a ser conocida por el público (fuera de los círculos académicos) hasta hace relativamente poco.
Efectivamente, Alan Turing que nació en Inglaterra hace justamente cien años (es por ello que este 2012 es considerado internacionalmente como el año Turing) lideró el grupo de criptoanalistas británico que consiguió descifrar los mensajes alemanes que usaban la máquina Enigma
que se creía inexpugnable. Para conseguir dicho objetivo realizó hasta
cinco aportaciones fundamentales al criptoanálisis y participó en el
diseño y construcción de Colossus
lo que muchos consideran el primer ordenador de la historia. El
software (aunque no existía software tal y como hoy lo conocemos) de
Colossus fue obra del propio Turing y, sobre todo, de Bill Tutte, muy conocido posteriormente por sus aportaciones a la Teoría de Grafos.
Pero el interés de Turing por el criptoanálisis y la informática
teórica (sobre todo a esta última) es anterior a la Segunda Guerra
Mundial ya que una de sus aportaciones decisivas procede de 1936 cuando
publicó un artículo que es una de las bases de dicha disciplina y que
supuso el nacimiento del diseño de ordenadores con programas
almacenados. En dicho artículo se describe lo que posteriormente se ha
llamado una máquina de Turing.
Una máquina de Turing (que es un mero ejercicio mental,
no una máquina real) básicamente está constituida por una cinta
infinita dividida en casillas contiguas en las que podemos escribir un 0
o un 1 (o no escribir nada) y una cabeza lecto-escritora; esta máquina
está gobernada por un programa (sucesión finita de instrucciones) que
llevará a la cabeza lecto-escritora a realizar distintas operaciones
simples (leer lo que pone la casilla correspondiente, moverse un lugar
hacia la izquierda o la derecha, cambiar el valor de la casilla o
dejarlo tal y como está). Uno puede pensar que una máquina tan simple
está muy limitada, sin embargo es comúnmente aceptado que todo lo que
puede hacer un ordenador moderno puede ser realizado por una máquina de
Turing. El trabajo en el que Turing presentó su modelo de máquina
teórica sentó las bases de lo que es conocido como arquitectura Von Neumann
(que perdura hoy en día dividiendo un ordenador en software y hardware)
y constituye uno de los tres trabajos fundamentales (y en cierto
sentido equivalente) de la teoría de la computación (los otros dos son
el famoso teorema de Gödel y el trabajo de Alonzo Church).
Pero más que de su máquina, vamos a hablar un poco sobre él. Como
dijimos al principio, Turing fue un personaje decisivo en el desarrollo
de la Segunda Guerra Mundial ya que fue uno de los líderes de Bletchley Park
y sus trabajos permitieron descifrar la mayoría de los mensajes que se
transmitían los alemanes. Con ello los aliados disponían de información
de primer orden que fue usada en innumerables ocasiones para prepararse
ante ataques alemanes o para infligir pérdidas en los flancos más
débiles del enemigo. De hecho, su relación con la Inteligencia Militar
británica comienza en septiembre de 1938 (un año antes de la guerra).
Durante la guerra su labor se centró en descifrar los mensajes
elaborados con la máquina Enigma (usada por la marina alemana), para
ello diseñó el llamado Bombe,
un precursor de los ordenadores diseñado con el objetivo específico de
desencriptar mensajes de Enigma. El primer Bombe entró en
funcionamiento a comienzo de 1940 y al final de la guerra había más de
doscientas bombas funcionando a pleno rendimiento.
En un ambiente excéntrico con tantos científicos reunidos como era el
de Bletchley Park, Turing tenía fama de excéntrico, o sea que… Una de
sus excentricidades consistía en desplazarse a veces corriendo hasta
Londres para las reuniones de alto nivel a las que era convocado
(Londres está a 60 km de Bletchley Park), ya que era un fanático de
recorrer largas distancias corriendo, lo que le llevó a ser un gran
maratoniano (su marca en 1949, ya con 37 años, estaba alrededor de las 2
horas y 45 minutos lo cual era sólo unos 10 minutos más lento que el
campeón olímpico de la época).
Aunque al fin y a la postre, la excentricidad que
posiblemente llevaría a Turing a su muerte fue su carácter de
homosexual. A través de una denuncia que presentó por un robo que había
sufrido en su hogar (por parte de un amante ocasional), su
homosexualidad salió a la luz y por la misma ley por la que fue juzgado
Oscar Wilde más de cincuenta años antes se le ofreció o bien una pena de
cárcel o una castración química; optó por esta última y se le
presentaron una serie de efectos secundarios que algunos consideran como
una de las causas que lo llevó al suicidio en 1954.
Respecto a su suicidio, existen varias leyendas y algunos puntos
oscuros. La autopsia determinó que se produjo por envenenamiento con
cianuro, junto a su cadáver se encontró una manzana a medio comer, pero
la manzana nunca fue analizada y por tanto se desconoce si fue la fuente
del envenenamiento. Naturalmente, estos puntos oscuros han motivado el
nacimiento de muchas sospechas, pero puesto que su cadáver fue
incinerado, es posible que nunca podamos llegar a la certeza de qué fue
lo que realmente ocurrió, aunque no faltan voces que afirmen que no fue
algo voluntario…
Por cierto, si os interesa la figura de Turing, tanto el personaje como
sus aportaciones a la Computación, Criptografía, Ingeniería o incluso a
la Biología, este año, en Madrid, la Real Academia de Ciencias y la
Fundación Areces (Madrid) han organizado el mayor evento alrededor de
nuestro personaje celebrado en España en este año de Turing. La
inscripción es gratuita y tenéis información sobre El legado de Alan Turing aquí y aquí ¿Nos vemos allí?
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