El 6 de mayo de 1945, un día después de la liberación del campo de concentración de Mauthausen, se tomó una fotografía de su entrada en la que, junto a centenares de presos celebrando el fin de su cautiverio, se puede ver una enorme pancarta que reza «Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas libertadoras», mientras varias banderas republicanas sustituyen a las de la Alemania nazi.
La presencia de prisioneros españoles en
este campo de trabajo nazi es ampliamente conocida. Lo que no es tan
conocido es que cuando las tropas estadounidenses pusieron punto y final
al atroz régimen que gobernaba Mauthausen, los supervivientes de los alrededor de 7.300 españoles que habían pasado por este lugar entre agosto de 1940 y 1945 lideraban la organización clandestina de los presos del campo.
Tal y como relata un artículo publicado en el blog «Libros en guerra», se trataba de republicanos que habían luchado contra el bando nacional y que tras la finalización de la Guerra Civil española habían sido repudiados por el nuevo régimen franquista,
para el que no existían españoles fuera de las fronteras del país. Tras
caer en manos del régimen nazi fueron destinados al campo de
Mauthausen, destinado a los «enemigos políticos incorregibles del
Reich», declaración que equivalía al extermino de sus internos por medio del trabajo forzado y los malos tratos.
La presencia de españoles, identificados con una «S» de «Spanier» en
los triángulos de sus uniformes, se hizo notar desde el principio, ya
que, según cuenta Ramiro Santisteban, superviviente de Mauthausen, en el
libro «Historias de los españoles en la II Guerra Mundial» de Alfonso
Domingo. Debido a que ya habían sufrido la Guerra Civil y pasado por la
experiencia de los campos de prisioneros franceses, eran capaces de aguantar mejor las penurias a las que les sometían los oficiales de las SS, capaces de causar la muerte por agotamiento en apenas tres meses.
Esta capacidad de resistencia, unida al sentimiento de
grupo reinante entre los españoles, les hizo ganarse el respeto de los
presos del resto de nacionalidades. Poco a poco, fueron escalando
puestos en la organización interna del campo, hasta llegar a mandar en
el interior del campo de los presos, cosa que ocurría al final de la
guerra. En ese momento, gracias a su buen comportamiento y solidaridad
con el resto de internos, los españoles eran apreciados por todas las nacionalidades del campo. Prueba de ello es que Mauthausen ha pasado a la historia como el campo de los españoles.
Vía | ABC
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