Se espera que un centenar de ex prisioneros asistan a las ceremonias. Hace hace cinco años fueron 2.000 los sobrevivientes que llegaron hasta el lugar donde funcionó el campo de exterminio, construido por la Alemania nazi en el sur de la Polonia ocupada.
Estarán presentes los representantes oficiales de una veintena de países. El presidente polaco, Lech Kaczynski, ha invitado a su homólogo ruso, Dmitry Medvedev, pero éste aún no ha respondido.
Los participantes se inclinarán ante el memorial de Birkenau para recitar el Kaddish (la oración judía por los muertos) y oraciones ecuménicas.
Por la mañana, los ministros de Educación europeos reflexionarán sobre la forma de enseñar Auschwitz a los jóvenes.
La inauguración de una exposición rusa recordará la dramática jornada del 27 de enero de 1945, cuando el ejército soviético entró en los campos de Auschwitz, Birkenau y Monowitz, y liberó a unos 7.000 prisioneros que aún quedaban, en su mayoría enfermos y moribundos.
La fecha es ahora el Día Internacional del Recuerdo de las Víctimas del Holocausto por decisión de las Naciones Unidas.
"Pronto ya no podremos hablar mirándoles los ojos a los testigos vivos. Hoy en día tienen más de 80 años", declaró a la AFP el director del museo de Auschwitz-Birkenau, Piotr Cywinski.
"Cuando nos dejen los últimos testigos de la enloquecida política de la Alemania nazi, sólo quedarán los muros, las ruinas, que hablarán por ellos. Por ello es una necesidad urgente preservar lo que queda", dijo.
El mayor y más cruento de todos los campos de concentración y exterminio nazis, Auschwitz-Birkenau, es el único que ha sido conservado tal como fue dejado por los alemanes en su huida ante el Ejército Rojo, subrayó.
Otros campos de exterminio nazis en Polonia, como Sobibor, Treblinka y Belzec, fueron completamente destruidos para borrar las huellas. "Los alemanes araron la tierra, plantaron bosques o los convirtieron en granjas agrícolas", precisa Cywinski.
En Auschwitz-Birkenau, las ruinas de las cámaras de gas y los hornos crematorios, que los nazis volaron con explosivos antes de la liberación, aterran a los visitantes tanto como las ruinas de los 300 barracones que se extienden a pérdida de vista en un campo de unas 200 hectáreas.
En 1947, después de la Segunda Guerra Mundial, el gobierno polaco decidió preservar la mayor parte del campo, confiando a los sobrevivientes la creación de un museo, cuyo mantenimiento luego financió.
Los vestigios, sin embargo, se deterioran rápidamente. Levantados sobre un terreno pantanoso, los edificios, concebidos para durar diez años, se están desmoronando. El paso de miles de turistas debilita las construcciones. En 2009 visitaron el museo 1,3 millón de personas, un récord.
Para preservar el campo, Polonia ha creado un fondo especial, para el que Alemania ha ofrecido ya la mitad de los 120 millones de euros necesarios. Su inversión debe proporcionar anualmente entre 4 y 5 millones de euros para un programa de trabajos de conservación que durará 25 años.
"Lo que los nazis quisieron destruir lo vamos a salvar del olvido", ha declarado Wladyslaw Bartoszewski, ex canciller polaco y ex prisionero de Auschwitz.
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