«Misión cumplida», exclamó con satisfacción Tsutomu Yamaguchi al cineasta James Cameron a poco menos de un mes de su última y definitiva muerte. El longevo japonés había sobrevivido a las bombas atómicas lanzadas sobre Hiroshima y Nagasaki durante la Segunda Guerra Mundial. «He muerto y he renacido dos veces en la vida», narraba el año pasado a un periódico nipón. El director norteamericano le había visitado en el hospital para hablarle sobre su nuevo proyecto cinematográfico sobre los bombardeos contra el País del Sol Naciente. Con esta película se cumpliría uno de sus sueños: dar a conocer su propia historia y la de otras víctimas para concienciar al mundo sobre las atrocidades provocadas por las bombas nucleares.
Yamaguchi, el único doble 'hibakusha' -término con el que se define a los supervivientes de los bombardeos- reconocido por el Gobierno japonés, murió este lunes a los 93 años a causa de un cáncer de estómago, aunque la noticia no fue dada a conocer hasta ayer. «Hemos perdido a uno de los testigos más importantes de la Historia», declaró el propio alcalde de Nagasaki, Tomihisa Taue.
El 6 de agosto de 1945 Tsutomu Yamaguchi, ingeniero de profesión, se encontraba de viaje de negocios en la ciudad de Hiroshima, justo el día que la aviación norteamericana lanzó la primera bomba atómica de la Historia. En el momento de la explosión -según narra en su libro 'La vida regalada'- eran dos kilometros los que le separaban del llamado 'punto cero', pero el alcance de la onda expansiva le causó graves quemaduras en ambos brazos. Dos días más tarde, y después de ser atendido en un hospital, logró coger un tren de regreso a Nagasaki, su ciudad natal. Era, por tanto, el 9 de agosto, mientras Yamaguchi se encontraba en su oficina contando a sus colegas el horror que acababa de vivir, cuando estalló la segunda bomba atómica lanzada por los norteamericanos. «Creí que el hongo atómico me había seguido hasta aquí», recordaría más tarde. Ésta vez, a tres kilómetros de la explosión, volvió a salvar la vida.
Pero las secuelas no tardaron en aparecer. Ese mismo verano el doble 'hibakusha' sufrió una fuerte reducción de glóbulos blancos y la pérdida del oído izquierdo; después se operó de cataratas y perdió la vesícula. Todas estas dolencias fueron achacadas a las radiaciones.
En sus últimos años, Yamaguchi se dedicó a dar charlas sobre su experiencia como superviviente de la bomba atómica. También se acercó a la ONU para trabajar por la abolición de estas armas y escribió libros, canciones y poemas sobre ambos ataques. En 2006, a sus noventa años, participó en un documental sobre los bombardeos y obtuvo su primer pasaporte para dar conferencias en Nueva York con las que insistir en que las bombas nucleares «no tienen justificación, ni siquiera para acabar una guerra».
Siempre preocupado por mantener viva la memoria de los bombardeos, Tsutomu Yamaguchi declaró en múltiples ocasiones: «Mi doble exposición a la radiación está registrada por el Gobierno. Así puede contarse a las generaciones más jóvenes la horrible historia de Hiroshima y Nagasaki. Incluso después de que yo muera».
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