Un agente secreto de nacionalidad alemana, pero al servicio de los rusos, recogía de otras fuentes las mismas noticias reunidas por “A 54” a propósito de la “Operación Barbarroja”. Este agente se llamaba Rudolf Roessler.
Roessler, después de haber huido de Alemania, se había instalado en Lucerna llegando a director de una casa editorial especializada en publicaciones antinazis. Después se había hecho amigo del agente ruso Alexander Rado, jefe de una red de espionaje que operaba en Suiza, y Roessler, con su fé comunista, no había tardado en aceptar el encargo de actuar como espía de los soviéticos.
Hasta su muerte, Rudolf Roessler no quiso revelar nunca los nombres de sus informadores. Pero debía de tratarse de personalidades muy influntes en los ambientes militares alemanes,porque sus informaciones resultaban siempre exactas. Fue precisamente a través de su personal red de espionaje como Roessler conoció que Hitler había cursado la “Normativa número 21"es decir, la orden de intensificar los preparativos de la invasión de la URSS que debería tener lugar en las primeras semanas de junio.
Estaban entonces en enero de 1941, faltaban casi cinco meses para la hora"H" que señalaría el comienzo del ataque. Roessler corrió a Alexander Rado y muy excitado le transmitió la información rogándole advertir inmediatamente a la central de Moscú.
La noticia llegó normalmente al Kremlin con la garantía de Alexander Rado, el cual había tenido modo de comprobarla. Pero este segundo anuncio tuvo la misma decepcionante acogida que el primero, y Stalin rehusó tomarlo en consideración y no quiso refozar sus defensas.El dictador soviético seguía empeñado en creer que ningún peligro amenazaba a la Unión Soviética. Así, hablando con el embajador alemán, le dijo que no prestara atención a aquellos rumores considerándolos una maniobra de los servicios secretos occidentales, que esperaban así convencerle de romper el pacto de no agresión que le mantenía unido al estado alemán.
A pesar de la obstinación de Stalin en no querer creer en la proximidad de la ¡nvasión alemana, los generales sovieticos llevaban tiempo preocupados. En contra de la opinión oficial, consideraban que la guerra estaba muy cercana.
Pero estaban habituados a no manifestar libremente su propio pensamiento porque sabían que, con Stalin. eso podía ser muy peligroso.
Así, a fin de no correr riesgos personales, los generales, hicieron correr un riesgo mortal a todo el país.
Hasta su muerte, Rudolf Roessler no quiso revelar nunca los nombres de sus informadores. Pero debía de tratarse de personalidades muy influntes en los ambientes militares alemanes,porque sus informaciones resultaban siempre exactas. Fue precisamente a través de su personal red de espionaje como Roessler conoció que Hitler había cursado la “Normativa número 21"es decir, la orden de intensificar los preparativos de la invasión de la URSS que debería tener lugar en las primeras semanas de junio.
Estaban entonces en enero de 1941, faltaban casi cinco meses para la hora"H" que señalaría el comienzo del ataque. Roessler corrió a Alexander Rado y muy excitado le transmitió la información rogándole advertir inmediatamente a la central de Moscú.
La noticia llegó normalmente al Kremlin con la garantía de Alexander Rado, el cual había tenido modo de comprobarla. Pero este segundo anuncio tuvo la misma decepcionante acogida que el primero, y Stalin rehusó tomarlo en consideración y no quiso refozar sus defensas.El dictador soviético seguía empeñado en creer que ningún peligro amenazaba a la Unión Soviética. Así, hablando con el embajador alemán, le dijo que no prestara atención a aquellos rumores considerándolos una maniobra de los servicios secretos occidentales, que esperaban así convencerle de romper el pacto de no agresión que le mantenía unido al estado alemán.
A pesar de la obstinación de Stalin en no querer creer en la proximidad de la ¡nvasión alemana, los generales sovieticos llevaban tiempo preocupados. En contra de la opinión oficial, consideraban que la guerra estaba muy cercana.
Pero estaban habituados a no manifestar libremente su propio pensamiento porque sabían que, con Stalin. eso podía ser muy peligroso.
Así, a fin de no correr riesgos personales, los generales, hicieron correr un riesgo mortal a todo el país.
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