sábado, 12 de diciembre de 2009

Los “hijos de la guerra” quieren renacer

Francis Boulouart siente que, con 66 años de edad, acaba de romper el estigma que lo persiguió desde niño, como hijo de un amor clandestino entre una francesa y un soldado nazi de la Segunda Guerra Mundial.


Desde el mes pasado, Boulouart es uno de los ocho franceses que finalmente han obtenido la nacionalidad alemana, después de que Berlín aceptara en febrero reconocer a los "hijos de la guerra".

"Para mí, es una rehabilitación", le dijo Boulouart a BBC Mundo.

Se calcula que en Francia hay cerca de 200.000 personas que nacieron de relaciones entre mujeres francesas y soldados de la ocupación alemana de la Segunda Guerra, cuyas vidas nunca habían calzado en la historia oficial.

La embajada alemana en París le informó a BBC Mundo que hasta este viernes recibió 46 solicitudes de naturalización por parte de franceses que afirman ser parte de ese fenómeno.

Sin embargo, es probable que otros miles nunca logren el reconocimiento de Berlín por falta de un contacto establecido con su familia biológica alemana, algo que muchos buscan con ahínco desde hace décadas.
"Hallar esa mitad"

Boulouart, que nació en 1943 en la región norteña francesa de Nord-Pas-de-Calais, donde vive hasta hoy, sostuvo que haber obtenido la doble nacionalidad significó para él mucho más que un cambio de papeles.

"Por ser hijo de un soldado alemán, un poco tabú en el vecindario, para mí es una rehabilitación, ser reconocido como un hijo de padre y de madre, un franco-alemán", dijo.

Desde niño, Boulouart presenció las burlas, insultos y comentarios humillantes que solían hacerse después de la guerra sobre los hijos de soldados nazis, considerados como los niños del enemigo.

Asegura que sus progenitores tuvieron una relación "de amor" en Nord-Pas-de-Calais, que se cortó cuando Willy Knöri, su padre, fue trasladado a otro destino y nunca volvió.

Durante seis décadas, Boulouart guardó el trozo de papel que su madre, Georgette, fallecida en 1964, le dio cuando tenía siete años con el nombre y la dirección de Knöri, clave en la investigación para ubicarlo.


"Toda mi vida soñé con encontrar a mi papá, hallar esa mitad de paternidad alemana que yo no tenía", indicó.

Knöri murió en 1988 y Boulouart nunca llegó a conocerlo personalmente, pero en el año 2006 logró reunirse con su medio hermano alemán, quien le mostró imágenes del hombre del que ambos descendían.

Sin éxito

No todas las historias de los "hijos de la guerra" terminan como la de Boulouart: muchos otros rastrean hasta hoy sin éxito a sus padres, de quienes a veces ignoran hasta el nombre.

Hubo hijos de soldados nazis en varios países europeos, pero es en Francia donde ocurrieron más casos, nunca cuantificados oficialmente: la cifra de 200.000 aparece en el libro "Niños malditos", de Jean-Paul Picaper y Ludwig Norz.

Varios se han reunido en grupos como la Asociación Nacional de los Hijos de la Guerra para ayudarse en la búsqueda de sus padres. Una decena los han encontrado y 143 han establecido contacto con la familia paterna.

Un tal Ludwig

Nicole Becuwe, de 68 años, es una de los que nunca conoció al padre y todavía bucea en el pasado.

No está segura, pero supone que su nombre era Ludwig, un soldado alemán destacado entre 1940 y 1941 en la comuna de Esquelbecq, al norte de Francia, donde conoció a Marcelle Vandevelde-Dufour.

El soldado fue trasladado al frente ruso sin saber que Vandevelde-Dufour estaba embarazada de Nicole, quien se enteró en la adolescencia que su verdadero padre era un soldado alemán.

Todo lo que sabe, porque se lo dijo su madre, es que "Ludwig" tenía altura media y cabellos rubios y rizados.

Hace un tiempo publicó un aviso en internet contando su historia y pidiendo ayuda a cualquier soldado alemán o persona "que lo haya conocido o haya estado a su lado".

"Lo que busco son mis orígenes", le explicó Becuwe a BBC Mundo. "Quisiera saber de dónde vengo exactamente y quién es mi padre, simplemente".

Ni siquiera conoce el apellido que busca, pero como tantos otros "hijos de la guerra", aún cree que el azar puede hacerla renacer.

"He buscado mucho, mucho", comentó. "Ahora espero que algo ocurra".

5 comentarios :

  1. La verdad es que estos niños fueron marcados desde el principio, y nadié pensó que en realidad eran eso, simplemente niños!!. Pagaron ellos el precio de no haber escogido quiénes eran sus padres.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  2. Bonita reflexión Nikkita. Al final los niños siempre son el eslabón más débil y los que pagan las consecuencia a corto, medio y largo plazo.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  3. Pues sí. Los niños son los que menos culpan tienen, y suelen ser los que peor lo pasan en las guerras. Poniéndome un poco pesimista, supongo que a esas miles de personas que sufrieron humillaciones y abusos por ser hijos de alemanes, o los otros tantos que dejaron americanos, franceses y rusos en Alemania, les debe de parecer muy irónico eso de que "el final de la Segunda Guerra Mundial desterró de Europa los viejos odios".

    ResponderEliminar
  4. ¡Qué zozobra para esos niños y luego adultos no poder encontrar el rastro de sus padres! Cosas terribles que traen las guerras y una enseñanza preciosa: el amor no entiende de colores ni de banderas.
    Un saludo.

    ResponderEliminar
  5. Yo creo que no todos los soldados eran "NAZIS" vamos ni todos los "NAZIS" eran malos, para etiquetar a los niños como "MALDITOS o HIJOS DE NAZIS" por ser hijos de soldados Alemanes que luchaban por su país. Al fin y al cabo son niños y no creo que tengan las mismas ideologías que sus padres.

    ResponderEliminar