Si con Ben Nicholson, continuó la tradición romántica de apego al paisaje inglés y se consideraba sucesor de dos grandes visionarios como William Blake o Samuel Palmer, algunas de sus obras más memorables son imágenes de la enorme destrucción causada por los dos conflictos mundiales.
Nash (1889-1946) sirvió como oficial en la Primera Guerra Mundial y antes de la ofensiva de Ypres se rompió una costilla al caer en una trinchera y hubo de ser repatriado.
Mientras se recuperaba de sus heridas, trabajó en una serie de dibujos sobre los estragos de los que había sido testigo, basándose en los apuntes que había tomado en el frente.
La exposición organizada con aquellos cuadros en la galería Goupil fue determinante para que la Oficina de Propaganda de Guerra del Gobierno le enviara de nuevo al frente occidental, aunque esta vez ya como "war artist", es decir con el encargo específico de documentar todos los aspectos del esfuerzo bélico.
Entre los "war artists" más conocidos, puede citarse a otros tan destacados como Stanley Spencer o C.R.W. Nevinson, que produjeron tanto evocaciones imaginativas de la guerra como documentos visuales fieles a la realidad vivida en las trincheras.
Por cierto que esa tradición del "war artist", de la que participaron también mujeres, continuaría en posteriores conflictos de este país como el de las Malvinas contra Argentina en 1982.
Nash repitió como "war artist" durante la Segunda Guerra Mundial, y entre sus cuadros más impresionantes relacionados con la misma está el titulado en alemán "Totes Meer" (Mar Muerto), que se conserva en la galería Tate Britain.
Es una dramática imagen en la que aparecen los restos de cazas alemanes derribados por los británicos formando una especie de inmenso mar de chatarra bajo la luna.
No es el único entre los cuadros reunidos por la Dulwich Gallery dedicado a ese tema. Está, por ejemplo, también el que lleva el título de "Bombardero en el trigal", que muestra los restos del fuselaje de un avión de guerra alemán hundido entre espigas.
Mucho más impresionante aún es el titulado "Estamos haciendo un nuevo mundo", con su imagen del sol poniente sobre un paisaje boscoso que hirvió una vez de vida pero aparece ahora convertido en un erial.
Los negros tocones de unos árboles en medio de las onduladas trincheras parecen representar a las decenas de miles de caídos en la batalla de Passchendaele (Bélgica), una de las más sangrientas de la Primera Guerra Mundial.
En una carta a su esposa, Nash escribió sobre sus experiencias en aquel conflicto: "He sido testigo de la peor pesadilla (...) Es inefable....No soy un artista interesado en curiosidades. Soy un mensajero".
Junto a esa pequeña selección de sus cuadros de guerra, la Dulwich Gallery muestra un buen número de sus paisajes, en su mayoría de la última década de su vida, durante la cual el artista vivió cerca de las defensas contra el mar de Dumchurch, en Sussex (sur de Inglaterra), además de varias escenas de interiores y algunas fotografías que le servirían de modelo.
Son los suyos paisajes misteriosos, visionarios y aun místicos, de bosques, acantilados o playas vacías, en los que aparecen árboles solitarios, tocones o torres como las del surrealista italiano Giorgio de Chirico, con cielos en los que revolotean pájaros cual almas perdidas en busca de nubes en donde anidar.
En el más surrealista de todos, titulado "Paisaje de un sueño", de 1936-38, junto a un acantilado, un halcón se mira en un espejo que le refleja al mismo tiempo que todo el paisaje con el sol poniente que tiene a su espalda.
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