Eva Braun, esa rubia desconocida que aparece en algunas imágenes junto al canciller del III Reich alemán, «era cualquier cosa menos una rubia tonta». Incluso se ganaba su dinerillo con fotos del propio Führer.
Así lo revela ahora su biógrafa, Heike Görtemaker, en «Eva Braun: Leben mit Hitler» (La vida con Hitler, Ed. Beck), suscitando un nuevo interés por una muchacha que encontró a Adolf Hitler con 17 años, lo siguió como su sombra y se casaría con él dos días antes de suicidarse juntos en el búnker de Berlín, a los 33 años. Recientemente, varios documentales biográficos han despertado la curiosidad sobre esta figura famosa pero apenas conocida, y con la que la autora no puede confirmar que llegara a existir nunca una sexualidad de pareja: «Sigue siendo la gran cuestión. Hitler no dejó prueba alguna».
Görtemaker ha rebuscado durante años tras las escasas trazas dejadas por Eva Braun y ha descubierto que no fue en absoluto un florero en la vida de uno de los megalómanos más delicuescentes que ha conocido Europa. La autora cree que la joven bávara que se cruzó con Hitler en Múnich, en 1927, y conocida sobre todo por las imágenes alpinas en la llamada «guarida del lobo» alpina, ha sido ninguneada como «una mera mujer agradable que se enamoró del monstruo», desliz del que pecaron por otra parte muchas jóvenes de su tiempo.
Sin embargo, Braun desplegó «sus artes en el estrecho entorno» del temido Führer de la nación germánica, «no iré hasta decir que influyera en decisiones políticas, pero no fue un personaje pasivo» en la escena.
La biógrafa, de 45 años, revela cómo la joven era aprendiz del fotógrafo de Hitler, Heinrich Hoffmann, en la época en que conoció al líder nacional-socialista. El fotógrafo usaría la relación para obtener fotos privadas de Hitler, que «a su vez le vendía la propia Braun», estableciendo un pequeño negocio en el cerrado entorno del canciller. Éste siempre permitió a Eva que tomara instantáneas, e incluso rodara rollos de cine, de su vida privada.
La autora del libro, que tiene ya un contrato para ser filmado próximamente, revela que según cartas halladas, dirigidas a su hermana, Braun quiso que se supiera públicamente de su relación, tras su muerte, y que asimismo apoyó a Hitler en su decisión de suicidarse, cuando el Ejército Rojo entró en Berlín. «Las mujeres en el nazismo no fueron sólo víctima sino también autores y cómplices». Recientemente se ha descubierto que el cráneo hallado en el búnker en mayo de 1945 y conservado por los servicios secretos rusos como perteneciente a Hitler podría ser en realidad de una mujer.
Así lo revela ahora su biógrafa, Heike Görtemaker, en «Eva Braun: Leben mit Hitler» (La vida con Hitler, Ed. Beck), suscitando un nuevo interés por una muchacha que encontró a Adolf Hitler con 17 años, lo siguió como su sombra y se casaría con él dos días antes de suicidarse juntos en el búnker de Berlín, a los 33 años. Recientemente, varios documentales biográficos han despertado la curiosidad sobre esta figura famosa pero apenas conocida, y con la que la autora no puede confirmar que llegara a existir nunca una sexualidad de pareja: «Sigue siendo la gran cuestión. Hitler no dejó prueba alguna».
Görtemaker ha rebuscado durante años tras las escasas trazas dejadas por Eva Braun y ha descubierto que no fue en absoluto un florero en la vida de uno de los megalómanos más delicuescentes que ha conocido Europa. La autora cree que la joven bávara que se cruzó con Hitler en Múnich, en 1927, y conocida sobre todo por las imágenes alpinas en la llamada «guarida del lobo» alpina, ha sido ninguneada como «una mera mujer agradable que se enamoró del monstruo», desliz del que pecaron por otra parte muchas jóvenes de su tiempo.
Sin embargo, Braun desplegó «sus artes en el estrecho entorno» del temido Führer de la nación germánica, «no iré hasta decir que influyera en decisiones políticas, pero no fue un personaje pasivo» en la escena.
La biógrafa, de 45 años, revela cómo la joven era aprendiz del fotógrafo de Hitler, Heinrich Hoffmann, en la época en que conoció al líder nacional-socialista. El fotógrafo usaría la relación para obtener fotos privadas de Hitler, que «a su vez le vendía la propia Braun», estableciendo un pequeño negocio en el cerrado entorno del canciller. Éste siempre permitió a Eva que tomara instantáneas, e incluso rodara rollos de cine, de su vida privada.
La autora del libro, que tiene ya un contrato para ser filmado próximamente, revela que según cartas halladas, dirigidas a su hermana, Braun quiso que se supiera públicamente de su relación, tras su muerte, y que asimismo apoyó a Hitler en su decisión de suicidarse, cuando el Ejército Rojo entró en Berlín. «Las mujeres en el nazismo no fueron sólo víctima sino también autores y cómplices». Recientemente se ha descubierto que el cráneo hallado en el búnker en mayo de 1945 y conservado por los servicios secretos rusos como perteneciente a Hitler podría ser en realidad de una mujer.
No sé si era muy espabilada la chica o no, pero lo cierto es que fue fiel al führer hasta la muerte. Debía venerarle, al igual que el matrimonio Goebbels, como si se tratara de un ser extraordinario. Si no, no se explica el suicidio colectivo en el búnker.
ResponderEliminarSaludos y feliz domingo.
Recuerdo haber visto un documental sobre Eva Brown, en el que hablaron y leyeron algunos fragmentos de sus cartas y era evidente que no era una rubia tonta. La imagen de inocente enamorada ignorante del entorno no convence.
ResponderEliminarSaludos.