"Escribo, luego soy". Es la tabla de salvación a la que se aferró Ana Novac, una niña judía, para redactar un diario de gran intensidad y altura literaria que empieza justo donde termina el de Ana Frank, en el infierno de los campos de exterminio nazis.
Ana Novac murió el pasado el 31 de marzo, a los 80 años de edad, tan sólo seis días antes de que "Aquellos maravillosos días de mi juventud" (Destino), el diario que milagrosamente logró escribir en Auschwitz, Plaszow y otros campos, fuese publicado en español. Murió de un ataque al corazón en París, en la ciudad en la que siempre soñó vivir y donde se instaló en 1968, tras una escala de tres años en Berlín después de escapar de la Europa del Este.
"En una única y misma existencia tuve la suerte de presenciar la caída de dos plagas que me parecían desastrosas por igual: el socialismo 'nacional' y el otro (el soviético)", escribió Novac en el epílogo de este "testimonio honrado" que quiso ofrecer al mundo.
Novac nació en Transilvania (Rumanía), pero a los 11 años se despertó siendo de nacionalidad húngara, "sin haber cambiado de lugar, de calle y ni tan siquiera de camisa". A los 14, la deportaron a Auschwitz por ser judía. Cuando volvió un año después, en mayo de 1945, con sólo 34 kilos de peso y tuberculosis, era otra vez rumana.
La Historia, con mayúsculas, decía, la metió en situaciones que nunca pudo asumir porque "no las había escogido".
El corpus principal de su diario, dedicado a la "memoria" de los suyos, pudo ser escrito en el campo de exterminio de Auschwitz y en el campo de Plaszow, bajo el sádico mandato del comandante Amon Görth, gracias a que, según Novac, "a Hitler no le interesaban nuestros pensamientos, sólo quería nuestro pellejo".
Esa parte del diario la sacó de Plaszow, sin saber de qué se trataba, Otto, un guardián alemán que mató a una chica de una paliza por quedarse dormida, y la sacó a petición de un mando intermedio que protegía a Novac por su peculiaridad de ser una joven escritora. El resto lo compuso en un hospital al que llegó en las últimas, tras una segunda estancia en Auschwitz, y en otros campos de trabajos forzados nazis por los que pasó tras mejorar.
Novac reconocía que no escribió para completar la memoria de la humanidad con lo cotidiano en un campo nazi, sino para librarse de la obsesión por el rancho, para no naufragar en la angustia, para tener una existencia "privada" y para aferrarse a la vida.
"Yo, que dudo incluso de mis dudas, sólo le rezo ya a mi resuello: 'No me falles, por favor'", escribió Novac en su diario tras presenciar en Plaszow cómo Amon Görth se divertía en usar a una chica como cebo para su bulldog, que la destrozó.
Empotrarse de vida
Y es que si algo la salvó de sucumbir en aquel infierno fue su determinación a "empotrarse" a la vida: "Por muy estúpida y muy fea que resulte, no me veo sin ella; ni a ella sin mí. Incluso si hubiera 'otra vida' mejor, me aferraría a ésta, inmunda". "¿Y si la vida fuera un loco y nosotros, los judíos, fuéramos su manía?", se pregunta en otro momento y pide "al Señor de Ahí Arriba" que se busque otro pueblo "elegido" y les pida "disculpas".
Novac apunta lo que puede observar y vivir desde dentro: la vida en los barracones, su sufrimiento y el de sus compañeras, las relaciones, marcadas tanto por el egoísmo como por el coraje y la ternura, el hambre, el frío, las lágrimas y las risas. "¡La risa! Ya veo desde aquí la cara que pondrán los civiles cuando les diga:'¡Nunca había visto a la gente divertirse tanto como en el campo!'. A lo mejor es histeria, como en los entierros".
El diario de Novac se publicó en 1966 en Hungría, en 1967 en Alemania, en 1968 en Francia y más tarde en Italia, Holanda y Estados Unidos. En la década de los 90, al autora reeditó una versión revisada de su diario en francés, que es la que ahora llega en castellano.
Ana Novac murió el pasado el 31 de marzo, a los 80 años de edad, tan sólo seis días antes de que "Aquellos maravillosos días de mi juventud" (Destino), el diario que milagrosamente logró escribir en Auschwitz, Plaszow y otros campos, fuese publicado en español. Murió de un ataque al corazón en París, en la ciudad en la que siempre soñó vivir y donde se instaló en 1968, tras una escala de tres años en Berlín después de escapar de la Europa del Este.
"En una única y misma existencia tuve la suerte de presenciar la caída de dos plagas que me parecían desastrosas por igual: el socialismo 'nacional' y el otro (el soviético)", escribió Novac en el epílogo de este "testimonio honrado" que quiso ofrecer al mundo.
Novac nació en Transilvania (Rumanía), pero a los 11 años se despertó siendo de nacionalidad húngara, "sin haber cambiado de lugar, de calle y ni tan siquiera de camisa". A los 14, la deportaron a Auschwitz por ser judía. Cuando volvió un año después, en mayo de 1945, con sólo 34 kilos de peso y tuberculosis, era otra vez rumana.
La Historia, con mayúsculas, decía, la metió en situaciones que nunca pudo asumir porque "no las había escogido".
El corpus principal de su diario, dedicado a la "memoria" de los suyos, pudo ser escrito en el campo de exterminio de Auschwitz y en el campo de Plaszow, bajo el sádico mandato del comandante Amon Görth, gracias a que, según Novac, "a Hitler no le interesaban nuestros pensamientos, sólo quería nuestro pellejo".
Esa parte del diario la sacó de Plaszow, sin saber de qué se trataba, Otto, un guardián alemán que mató a una chica de una paliza por quedarse dormida, y la sacó a petición de un mando intermedio que protegía a Novac por su peculiaridad de ser una joven escritora. El resto lo compuso en un hospital al que llegó en las últimas, tras una segunda estancia en Auschwitz, y en otros campos de trabajos forzados nazis por los que pasó tras mejorar.
Novac reconocía que no escribió para completar la memoria de la humanidad con lo cotidiano en un campo nazi, sino para librarse de la obsesión por el rancho, para no naufragar en la angustia, para tener una existencia "privada" y para aferrarse a la vida.
"Yo, que dudo incluso de mis dudas, sólo le rezo ya a mi resuello: 'No me falles, por favor'", escribió Novac en su diario tras presenciar en Plaszow cómo Amon Görth se divertía en usar a una chica como cebo para su bulldog, que la destrozó.
Empotrarse de vida
Y es que si algo la salvó de sucumbir en aquel infierno fue su determinación a "empotrarse" a la vida: "Por muy estúpida y muy fea que resulte, no me veo sin ella; ni a ella sin mí. Incluso si hubiera 'otra vida' mejor, me aferraría a ésta, inmunda". "¿Y si la vida fuera un loco y nosotros, los judíos, fuéramos su manía?", se pregunta en otro momento y pide "al Señor de Ahí Arriba" que se busque otro pueblo "elegido" y les pida "disculpas".
Novac apunta lo que puede observar y vivir desde dentro: la vida en los barracones, su sufrimiento y el de sus compañeras, las relaciones, marcadas tanto por el egoísmo como por el coraje y la ternura, el hambre, el frío, las lágrimas y las risas. "¡La risa! Ya veo desde aquí la cara que pondrán los civiles cuando les diga:'¡Nunca había visto a la gente divertirse tanto como en el campo!'. A lo mejor es histeria, como en los entierros".
El diario de Novac se publicó en 1966 en Hungría, en 1967 en Alemania, en 1968 en Francia y más tarde en Italia, Holanda y Estados Unidos. En la década de los 90, al autora reeditó una versión revisada de su diario en francés, que es la que ahora llega en castellano.
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