No hay nada más interesante que tener una historia detrás, ya se trate de una persona o un cuadro. Y en el mundo del arte, pocas historias más trágicas y fascinantes que la de las 70 pinturas, dibujos y grabados que el joven coleccionista croata judío Erich Slomovich consiguió esconder de los nazis en 1939 en los sótanos de un banco parisino.
La llamada colección Vollard sobrevivió milagrosamente a la invasión nazi de Francia y se le quitó el polvo en 1989, cuando se abrió la caja fuerte de la Société Genérale. Pero una disputa legal de varias décadas sobre su propiedad ha hecho que las obras de Matisse, Picasso, Gauguin, Degas, Mary Cassatt, Cézanne y André Derain hayan permanecido ocultas al público desde el final de la segunda guerra mundial. El mes que viene van a ser subastadas por Sotheby's en Londres y París.
Cuando el conocido coleccionista Ambroise Vollard falleció con su chófer en un misterioso accidente de coche en una carretera de la campiña francesa (tenía 72 años y algunos atribuyen el suceso a la mafia de Córcega), su joven asistente Erich Slomovich quedó a cargo de un auténtico tesoro modernista. Los nazis avanzaban a paso firme y la invasión de Francia parecía inminente. Consiguió huir con el grueso de las obras a la antigua Yugoslavia, de donde procedía, pero las que no pudo llevar encima las encerró en la caja fuerte del banco, donde permanecieron cincuenta años.
La colección Vollard sobrevivió a Hitler (un ávido coleccionista de arte sobre todo clásico, que hizo un pillaje sistemático de todos los países que invadió con el proyecto nunca realizado de fundar el Führermuseum en la ciudad austriaca de Linz), pero no así Slomovich. Tras dejar los cuadros a recaudo, se refugió en una pequeña aldea de las afueras de Belgrado con su familia, pero fue denunciado por gente del pueblo y entregado a los nazis. Murió en una cámara de gas con sólo 27 años.
Los herederos de Slomovich y Vollard se han pasado dos décadas peleando en los tribunales europeos por la propiedad de los cuadros que el judío francocroata consiguió esconder de las garras de Hitler. El argumento de los primeros es que se trataba de obras sobre todo menores de artistas muy importantes (dibujos y grabados), y que su jefe se los había regalado para que montase su propia galería con cartas de recomendación para Bonnard y otros pintores y marchantes. La teoría de los segundos es que simplemente los tenía en custodia tras la muerte del coleccionista en el accidente, y la confusión de la guerra le permitió disponer de ellos.
El gobierno yugoslavo se apropió eventualmente las 125 obras que Slomovich sacó de Francia en su huida, incluidos cuadros de Degas y Renoir, y actualmente se exhiben en el Museo Nacional de Belgrado. Las 70 restantes van a ser vendidas en junio por Sotheby's en una de las más importantes subastas de arte moderno, por la que espera obtener alrededor de treinta millones de euros.
La pièce de résistance de la colección es un colorista paisaje boscoso de André Derain titulado Árboles en Collioure, de 1905, que cuenta con una etiqueta de entre diez y diecisiete millones de euros y que probablemente batirá el récord pagado hace unos años en Nueva York por otra obra del maestro fauvista francés. "Derain es un artista muy desigual que tiene entusiastas seguidores, y una buena historia siempre aumenta el valor de los cuadros", señala Georgina Adams, la directora de The Art Newspaper
La llamada colección Vollard sobrevivió milagrosamente a la invasión nazi de Francia y se le quitó el polvo en 1989, cuando se abrió la caja fuerte de la Société Genérale. Pero una disputa legal de varias décadas sobre su propiedad ha hecho que las obras de Matisse, Picasso, Gauguin, Degas, Mary Cassatt, Cézanne y André Derain hayan permanecido ocultas al público desde el final de la segunda guerra mundial. El mes que viene van a ser subastadas por Sotheby's en Londres y París.
Cuando el conocido coleccionista Ambroise Vollard falleció con su chófer en un misterioso accidente de coche en una carretera de la campiña francesa (tenía 72 años y algunos atribuyen el suceso a la mafia de Córcega), su joven asistente Erich Slomovich quedó a cargo de un auténtico tesoro modernista. Los nazis avanzaban a paso firme y la invasión de Francia parecía inminente. Consiguió huir con el grueso de las obras a la antigua Yugoslavia, de donde procedía, pero las que no pudo llevar encima las encerró en la caja fuerte del banco, donde permanecieron cincuenta años.
La colección Vollard sobrevivió a Hitler (un ávido coleccionista de arte sobre todo clásico, que hizo un pillaje sistemático de todos los países que invadió con el proyecto nunca realizado de fundar el Führermuseum en la ciudad austriaca de Linz), pero no así Slomovich. Tras dejar los cuadros a recaudo, se refugió en una pequeña aldea de las afueras de Belgrado con su familia, pero fue denunciado por gente del pueblo y entregado a los nazis. Murió en una cámara de gas con sólo 27 años.
Los herederos de Slomovich y Vollard se han pasado dos décadas peleando en los tribunales europeos por la propiedad de los cuadros que el judío francocroata consiguió esconder de las garras de Hitler. El argumento de los primeros es que se trataba de obras sobre todo menores de artistas muy importantes (dibujos y grabados), y que su jefe se los había regalado para que montase su propia galería con cartas de recomendación para Bonnard y otros pintores y marchantes. La teoría de los segundos es que simplemente los tenía en custodia tras la muerte del coleccionista en el accidente, y la confusión de la guerra le permitió disponer de ellos.
El gobierno yugoslavo se apropió eventualmente las 125 obras que Slomovich sacó de Francia en su huida, incluidos cuadros de Degas y Renoir, y actualmente se exhiben en el Museo Nacional de Belgrado. Las 70 restantes van a ser vendidas en junio por Sotheby's en una de las más importantes subastas de arte moderno, por la que espera obtener alrededor de treinta millones de euros.
La pièce de résistance de la colección es un colorista paisaje boscoso de André Derain titulado Árboles en Collioure, de 1905, que cuenta con una etiqueta de entre diez y diecisiete millones de euros y que probablemente batirá el récord pagado hace unos años en Nueva York por otra obra del maestro fauvista francés. "Derain es un artista muy desigual que tiene entusiastas seguidores, y una buena historia siempre aumenta el valor de los cuadros", señala Georgina Adams, la directora de The Art Newspaper
No hay que olvidar que Hitler fue un pintor que, aunque frustrado, amaba la pintura. De ahí su afán por acaparar buenas obras de los países que iba sometiendo, con el fin de formar una gran museo dentro de su diseño de imperio alemán futuro.
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