La Junta de Andalucía y la Diputación de Sevilla homenajean a los 80 sevillanos muertos en este campo de concentración nazi, justo el día en que se cumplen 65 años de su liberación.
"Mi padre se fue con 40 años, en septiembre de 1936. Era socialista, no especialmente exaltado ni radical, pero en aquellos tiempos eso bastaba para que te mataran. Yo tenía 11 años. Terminó la guerra y no volvió. Su hermano sí que lo hizo. Pensamos que estaría muerto en algún sitio y eso creíamos hasta que en 1950 recibimos una carta del Estado alemán informándonos de que había sido una de las víctimas de los campos de exterminio nazi".
Quien así habla es Agustín Roldán, de 85 años. Su padre, Aureliano Roldán Lozano, falleció el 22 de septiembre de 1941 en el castillo de Hartheim tras haber pasado por los campos de Mauthausen y de Gusen. "Los nazis llevaban al castillo a los prisioneros que estaban ya a punto de morir para hacer sus experimentos", dice su nieta Lola Roldán. Habla sosteniendo la mano de su padre, Agustín, emocionado después de descubrir la placa que la Diputación de Sevilla ha colocado en memoria de los 80 vecinos de esta provincia que fallecieron a manos de los nazis, en un acto presidido por el presidente de la Diputación, Fernando Rodríguez Villalobos, y el consejero de Gobernación y Justicia de la Junta, Luis Pizarro.
En la placa no figura el nombre de su padre. "Él vivía en Santa Fe, en Granada, por eso no está. Aunque nosotros vivimos en Sevilla y por eso nos han invitado a este acto tan bonito, que quizás debería haberse celebrado mucho antes". Se hizo ayer precisamente porque se cumplían 65 años de la liberación de Mauthausen. El 5 de mayo de 1945 el Ejército norteamericano entró en el campo. Lo primero que se encontraron los soldados estadounidenses fue que las banderas nazis habían sido sustituidas por las republicanas españolas. Una pancarta cubría la puerta con la leyenda: "Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas libertadoras".
Por Mauthausen pasaron aproximadamente un millar y medio de andaluces. De ellos, 114 eran sevillanos. Murieron 80 y sobrevivieron 34. Muchos no pudieron volver a la España franquista. La gran mayoría eran combatientes republicanos que una vez terminada la Guerra Civil cruzaron a Francia y se unieron a la Resistencia. Como Aureliano Roldán, la mayoría fueron apresados por la Francia colaboracionista y recluidos en un campo próximo a Angulema. "Luego, el Gobierno francés de Vichy les pagó el haber estado combatiendo contra los nazis montándolos en un tren y deportándolos a Alemania", explica la nieta de Aureliano. "Terminada la Segunda Guerra Mundial, el Estado alemán le pagó incluso la pensión de viudedad a mi madre, pero eso ya a partir de los años cincuenta", cuenta Agustín, cuya ilusión es preparar un viaje para visitar el próximo año estos campos de concentración en Austria.
"Los españoles fueron posiblemente los más queridos entre los presos de Mauthausen. No era el colectivo más numeroso porque había muchos de Europa del Este pero sí adquirieron mucha importancia. Tanto que Mauthausen quedará como el campo de los españoles", dice Ángel del Río, de la asociación Amical de Mauthausen. Cuentan que cada vez que subían el último de los 186 peldaños de la escalera de la cantera, los españoles pronunciaban la frase "Una victoria más", convencidos del triunfo aliado en la guerra. "Cuando terminó la guerra hicieron un juramento para que los que sobrevivieron contaran a todo el mundo los horrores del nazismo y aquello no quedara en el olvido".
Junto a la placa colocada en la Diputación, dos mujeres sostienen una fotografía. Es Manuel Martín Rivas, natural de El Real de la Jara, muerto en el campo de Gusen -cuyas instalaciones eran auxiliares del de Mauthausen- el 6 de noviembre de 1941. Las dos mujeres son sus sobrinas, Natividad Rico Martín, de 67 años, y Fraternidad Martín Delgado, de 76, a quienes todos en su pueblo conocen como Angelitas. "Los franquistas entraron en el pueblo el 4 de agosto de 1936. Yo tenía entonces tres añitos. No recuerdo nada. A mi padre lo fusilaron y mi tío Manolo se pudo escapar. Murió cinco años después en la cámara de gas", relata Fraternidad.
Su prima Natividad lamenta la tardanza de los homenajes. "Hemos vivido toda la vida con los verdugos. Es un pueblo pequeño, nos conocemos todos y si se pone una a tirar del hilo resulta que todos somos familia. Mi madre perdió a sus dos hermanos y tuvo que aguantar mucho, sin decir nada. Ahora, casi todos están muertos pero queda una semilla con la que hay que tener cuidado. Por eso es tan importante esa placa".
"Mi padre se fue con 40 años, en septiembre de 1936. Era socialista, no especialmente exaltado ni radical, pero en aquellos tiempos eso bastaba para que te mataran. Yo tenía 11 años. Terminó la guerra y no volvió. Su hermano sí que lo hizo. Pensamos que estaría muerto en algún sitio y eso creíamos hasta que en 1950 recibimos una carta del Estado alemán informándonos de que había sido una de las víctimas de los campos de exterminio nazi".
Quien así habla es Agustín Roldán, de 85 años. Su padre, Aureliano Roldán Lozano, falleció el 22 de septiembre de 1941 en el castillo de Hartheim tras haber pasado por los campos de Mauthausen y de Gusen. "Los nazis llevaban al castillo a los prisioneros que estaban ya a punto de morir para hacer sus experimentos", dice su nieta Lola Roldán. Habla sosteniendo la mano de su padre, Agustín, emocionado después de descubrir la placa que la Diputación de Sevilla ha colocado en memoria de los 80 vecinos de esta provincia que fallecieron a manos de los nazis, en un acto presidido por el presidente de la Diputación, Fernando Rodríguez Villalobos, y el consejero de Gobernación y Justicia de la Junta, Luis Pizarro.
En la placa no figura el nombre de su padre. "Él vivía en Santa Fe, en Granada, por eso no está. Aunque nosotros vivimos en Sevilla y por eso nos han invitado a este acto tan bonito, que quizás debería haberse celebrado mucho antes". Se hizo ayer precisamente porque se cumplían 65 años de la liberación de Mauthausen. El 5 de mayo de 1945 el Ejército norteamericano entró en el campo. Lo primero que se encontraron los soldados estadounidenses fue que las banderas nazis habían sido sustituidas por las republicanas españolas. Una pancarta cubría la puerta con la leyenda: "Los españoles antifascistas saludan a las fuerzas libertadoras".
Por Mauthausen pasaron aproximadamente un millar y medio de andaluces. De ellos, 114 eran sevillanos. Murieron 80 y sobrevivieron 34. Muchos no pudieron volver a la España franquista. La gran mayoría eran combatientes republicanos que una vez terminada la Guerra Civil cruzaron a Francia y se unieron a la Resistencia. Como Aureliano Roldán, la mayoría fueron apresados por la Francia colaboracionista y recluidos en un campo próximo a Angulema. "Luego, el Gobierno francés de Vichy les pagó el haber estado combatiendo contra los nazis montándolos en un tren y deportándolos a Alemania", explica la nieta de Aureliano. "Terminada la Segunda Guerra Mundial, el Estado alemán le pagó incluso la pensión de viudedad a mi madre, pero eso ya a partir de los años cincuenta", cuenta Agustín, cuya ilusión es preparar un viaje para visitar el próximo año estos campos de concentración en Austria.
"Los españoles fueron posiblemente los más queridos entre los presos de Mauthausen. No era el colectivo más numeroso porque había muchos de Europa del Este pero sí adquirieron mucha importancia. Tanto que Mauthausen quedará como el campo de los españoles", dice Ángel del Río, de la asociación Amical de Mauthausen. Cuentan que cada vez que subían el último de los 186 peldaños de la escalera de la cantera, los españoles pronunciaban la frase "Una victoria más", convencidos del triunfo aliado en la guerra. "Cuando terminó la guerra hicieron un juramento para que los que sobrevivieron contaran a todo el mundo los horrores del nazismo y aquello no quedara en el olvido".
Junto a la placa colocada en la Diputación, dos mujeres sostienen una fotografía. Es Manuel Martín Rivas, natural de El Real de la Jara, muerto en el campo de Gusen -cuyas instalaciones eran auxiliares del de Mauthausen- el 6 de noviembre de 1941. Las dos mujeres son sus sobrinas, Natividad Rico Martín, de 67 años, y Fraternidad Martín Delgado, de 76, a quienes todos en su pueblo conocen como Angelitas. "Los franquistas entraron en el pueblo el 4 de agosto de 1936. Yo tenía entonces tres añitos. No recuerdo nada. A mi padre lo fusilaron y mi tío Manolo se pudo escapar. Murió cinco años después en la cámara de gas", relata Fraternidad.
Su prima Natividad lamenta la tardanza de los homenajes. "Hemos vivido toda la vida con los verdugos. Es un pueblo pequeño, nos conocemos todos y si se pone una a tirar del hilo resulta que todos somos familia. Mi madre perdió a sus dos hermanos y tuvo que aguantar mucho, sin decir nada. Ahora, casi todos están muertos pero queda una semilla con la que hay que tener cuidado. Por eso es tan importante esa placa".
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