A primera hora de la mañana del 30 de junio de 1934, Adolf Hitler, acompañado de Joseph Goebbels y de un grupo de hombres de las SS, llegaba a Bad Wiessee, una pequeña localidad de Baviera en la que ese mismo día debía celebrarse una reunión de la SA (Sturm Abteilung), la milicia del partido nazi.
Dicha reunión no era más que un ardid para convocar a la mayoría de los mandos de la SA en un mismo lugar y eliminarlos, en una operación que supuso la purga de toda disidencia –real o potencial– en el seno del régimen nazi. Esta operación, de nombre clave Colibrí, es más conocida como La Noche de los Cuchillos Largos.
Tras la llegada de Hitler a la Cancillería, en enero de 1933, el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) había comenzado a deshacerse de toda forma de oposición. El incendio del Reichstag, atribuido a los comunistas, sirvió de justificación para la promulgación, el 24 de marzo, de la Ley para la Defensa del Pueblo y el Estado, que otorgaba a Hitler la potestad de legislar al margen del Parlamento. Se anuló la libertad de expresión, el secreto postal y telefónico; la policía recibió poderes extraordinarios; los partidos políticos contrarios a los nazis fueron prohibidos o disueltos y los sindicatos, integrados –junto con la patronal– en el DAF (Deutsche Arbeitsfront), el Frente Alemán del Trabajo.
Esa ley fue la base que permitió que se estableciera la dictadura nazi.
En medio de este panorama, se alzaron algunas (pocas) voces críticas en el seno del partido. Gregor Strasser, líder del ala más socialista, y Ernst Röhm, jefe de la SA, eran los representantes más destacados de estos críticos, que pretendían una "segunda revolución" tras la toma del poder. Entre sus objetivos figuraban la nacionalización de las grandes industrias, el reparto de tierras y la absorción del ejército por la SA. Naturalmente, el ejército, el gran capital y hasta el anciano y débil presidente Von Hindenburg se oponían a dichos planes. En medio de este tenso ambiente, la Gestapo y el Servicio de Seguridad (SD) lanzaron el rumor de que Röhm preparaba un golpe con la ayuda de Strasser y gentes como el ex canciller Von Schleicher o el embajador francés. Dada la situación, Hitler decidió eliminar a los elementos revolucionarios de su partido y, de paso, desencadenar una represión política más allá de sus filas que le afirmara como líder único e indiscutible de Alemania.
Himmler, Göring y Heydrich fueron los que organizaron en la práctica la Operación Colibrí. Dirigida personalmente por Hitler, se llevó a cabo simultánea y fundamentalmente en Bad Wiessee, Múnich y Berlín. Se calcula que más de 170 personas fueron asesinadas. En su mayoría se trataba de jerarcas de la SA, pero también cayeron miembros del ala socialista del partido, como el propio Strasser; los asesinos incluso aprovecharon para saldar viejas cuentas pendientes o silenciar a incómodos testigos de desmanes pasados.
El 13 de julio Hitler, en una sesión extraordinaria del Reichstag, justificó la masacre afirmando que los ejecutados eran conspiradores que preparaban un golpe de estado. La mayoría del pueblo alemán aceptó la explicación, y recibió con gratitud semejante operación salvífica. Toda disidencia política organizada quedaba eliminada, y el mensaje estaba claro: nadie era inmune; cualquiera podía ser arrestado, encarcelado o ejecutado si el régimen consideraba que constituía una amenaza. Hitler era el amo de Alemania.
Los hechos así resumidos y sus consecuencias es lo que presuntamente analiza Paul R. Maracin en La Noche de los Cuchillos Largos. No puede decirse que el contenido responda fielmente al título: de un total de 221 páginas, la Operación Colibrí ocupa 28. ¿De qué trata, pues, el resto?
En la primera parte se nos presenta a los protagonistas de la historia. Cada uno de sus nueve capítulos está dedicado a un personaje: Hitler, Göring, Strasser, Röhm, Himmler... Los datos biográficos aportados son bien conocidos, y Maracin parece preferir las anécdotas (sabremos la dirección exacta de cada una de las viviendas en las que residió Hitler en Múnich, o que Himmler tenía una granja de pollos y su mujer se quejaba de que las gallinas no ponían) a los hechos más trascendentes o que podrían contribuir al análisis de la purga: por ejemplo, la creación y los objetivos de la SA y de las SS son despachadas en poco más de diez líneas.
La segunda parte comienza con la narración de los acontecimientos excepcionales previos a la matanza: llegada al poder de Hitler, incendio del Reichstag y, por fin, los dos capítulos dedicados al tema central. Maracin, ya de por sí bastante poco sistemático, se vuelve aquí caótico, y omite datos fundamentales: así, el acuerdo de Hitler con el ejército para garantizarse su apoyo durante la operación es explicado muy brevemente, no se ofrecen detalles de sus términos.
Tras algunas consideraciones más, Maracin expone sus conclusiones. Cabría esperar que el libro acabara así, pero aquél tenía otros planes, por lo que cree oportuno ofrecer, además, una breve introducción a la Segunda Guerra Mundial, consideraciones sobre la entrada de Japón en el conflicto y una serie de reflexiones en voz alta sobre lo que podría haber ocurrido si Röhm hubiera sido nombrado, como pretendía, ministro del Ejército.
Llegados a este punto, el libro se convierte en lo que podríamos llamar, con un humor bastante negro, la versión nazi de la célebre novela Diez negritos, de Agatha Christie. Se narra, en dos capítulos, cómo fue muriendo cada uno de los dirigentes nazis implicados en La Noche de los Cuchillos Largos, desde Heydrich hasta Rudolf Hess. Sorprendentemente, este tema ocupa, en proporción, la mayor parte del libro: 35 páginas. El último capítulo sirve de cajón de sastre: se ofrece un resumen de los acontecimientos, una narración sobre la suerte de Albert Speer, el arquitecto de Hitler (personaje que, hasta donde se sabe, no intervino en la Operación Colibrí), y una serie de datos sobre los sindicatos alemanes y las fuentes de financiación de los nazis.
Por fin, Maracin transmite en el epílogo su preocupación por el peligro que puede suponer la reunificación de Alemania y el aumento de la inmigración en este país (hace hincapié en la de origen afgano). En su opinión, estos hechos podrían conducir a la aparición de un nuevo Hitler.
Maracin, indudablemente, ha reunido muchos datos sobre su objeto de estudio, pero fracasa en su intento de escribir una obra de divulgación que interese al lector: la información se presenta de forma fragmentada e incompleta, omiten datos importantes, su estilo literario es flojo (abundan las frases hechas, las sentencias lapidarias y los tópicos), y las conclusiones a las que llega son, en muchos casos, discutibles.
La traducción, lamentablemente, no contribuye a mejorar las cosas: recoge lo peor de la versión original, los calcos son abundantes y hay errores, alguno de ellos grave. Por ejemplo, traduce deputy como "diputado", con lo que Rudolf Hess se convierte en "el diputado de Hitler", y no en su lugarteniente.
Es una pena que un asunto sobre el que se han publicado pocas monografías (aún menos en España) no haya recibido en esta obra un tratamiento más adecuado. Habrá que seguir esperando...
PAUL R. MARACIN: LA NOCHE DE LOS CUCHILLOS LARGOS. La Esfera de los Libros (Madrid), 2010, 221 páginas. Traducción: Ana Momplet.
Dicha reunión no era más que un ardid para convocar a la mayoría de los mandos de la SA en un mismo lugar y eliminarlos, en una operación que supuso la purga de toda disidencia –real o potencial– en el seno del régimen nazi. Esta operación, de nombre clave Colibrí, es más conocida como La Noche de los Cuchillos Largos.
Tras la llegada de Hitler a la Cancillería, en enero de 1933, el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) había comenzado a deshacerse de toda forma de oposición. El incendio del Reichstag, atribuido a los comunistas, sirvió de justificación para la promulgación, el 24 de marzo, de la Ley para la Defensa del Pueblo y el Estado, que otorgaba a Hitler la potestad de legislar al margen del Parlamento. Se anuló la libertad de expresión, el secreto postal y telefónico; la policía recibió poderes extraordinarios; los partidos políticos contrarios a los nazis fueron prohibidos o disueltos y los sindicatos, integrados –junto con la patronal– en el DAF (Deutsche Arbeitsfront), el Frente Alemán del Trabajo.
Esa ley fue la base que permitió que se estableciera la dictadura nazi.
En medio de este panorama, se alzaron algunas (pocas) voces críticas en el seno del partido. Gregor Strasser, líder del ala más socialista, y Ernst Röhm, jefe de la SA, eran los representantes más destacados de estos críticos, que pretendían una "segunda revolución" tras la toma del poder. Entre sus objetivos figuraban la nacionalización de las grandes industrias, el reparto de tierras y la absorción del ejército por la SA. Naturalmente, el ejército, el gran capital y hasta el anciano y débil presidente Von Hindenburg se oponían a dichos planes. En medio de este tenso ambiente, la Gestapo y el Servicio de Seguridad (SD) lanzaron el rumor de que Röhm preparaba un golpe con la ayuda de Strasser y gentes como el ex canciller Von Schleicher o el embajador francés. Dada la situación, Hitler decidió eliminar a los elementos revolucionarios de su partido y, de paso, desencadenar una represión política más allá de sus filas que le afirmara como líder único e indiscutible de Alemania.
Himmler, Göring y Heydrich fueron los que organizaron en la práctica la Operación Colibrí. Dirigida personalmente por Hitler, se llevó a cabo simultánea y fundamentalmente en Bad Wiessee, Múnich y Berlín. Se calcula que más de 170 personas fueron asesinadas. En su mayoría se trataba de jerarcas de la SA, pero también cayeron miembros del ala socialista del partido, como el propio Strasser; los asesinos incluso aprovecharon para saldar viejas cuentas pendientes o silenciar a incómodos testigos de desmanes pasados.
El 13 de julio Hitler, en una sesión extraordinaria del Reichstag, justificó la masacre afirmando que los ejecutados eran conspiradores que preparaban un golpe de estado. La mayoría del pueblo alemán aceptó la explicación, y recibió con gratitud semejante operación salvífica. Toda disidencia política organizada quedaba eliminada, y el mensaje estaba claro: nadie era inmune; cualquiera podía ser arrestado, encarcelado o ejecutado si el régimen consideraba que constituía una amenaza. Hitler era el amo de Alemania.
Los hechos así resumidos y sus consecuencias es lo que presuntamente analiza Paul R. Maracin en La Noche de los Cuchillos Largos. No puede decirse que el contenido responda fielmente al título: de un total de 221 páginas, la Operación Colibrí ocupa 28. ¿De qué trata, pues, el resto?
En la primera parte se nos presenta a los protagonistas de la historia. Cada uno de sus nueve capítulos está dedicado a un personaje: Hitler, Göring, Strasser, Röhm, Himmler... Los datos biográficos aportados son bien conocidos, y Maracin parece preferir las anécdotas (sabremos la dirección exacta de cada una de las viviendas en las que residió Hitler en Múnich, o que Himmler tenía una granja de pollos y su mujer se quejaba de que las gallinas no ponían) a los hechos más trascendentes o que podrían contribuir al análisis de la purga: por ejemplo, la creación y los objetivos de la SA y de las SS son despachadas en poco más de diez líneas.
La segunda parte comienza con la narración de los acontecimientos excepcionales previos a la matanza: llegada al poder de Hitler, incendio del Reichstag y, por fin, los dos capítulos dedicados al tema central. Maracin, ya de por sí bastante poco sistemático, se vuelve aquí caótico, y omite datos fundamentales: así, el acuerdo de Hitler con el ejército para garantizarse su apoyo durante la operación es explicado muy brevemente, no se ofrecen detalles de sus términos.
Tras algunas consideraciones más, Maracin expone sus conclusiones. Cabría esperar que el libro acabara así, pero aquél tenía otros planes, por lo que cree oportuno ofrecer, además, una breve introducción a la Segunda Guerra Mundial, consideraciones sobre la entrada de Japón en el conflicto y una serie de reflexiones en voz alta sobre lo que podría haber ocurrido si Röhm hubiera sido nombrado, como pretendía, ministro del Ejército.
Llegados a este punto, el libro se convierte en lo que podríamos llamar, con un humor bastante negro, la versión nazi de la célebre novela Diez negritos, de Agatha Christie. Se narra, en dos capítulos, cómo fue muriendo cada uno de los dirigentes nazis implicados en La Noche de los Cuchillos Largos, desde Heydrich hasta Rudolf Hess. Sorprendentemente, este tema ocupa, en proporción, la mayor parte del libro: 35 páginas. El último capítulo sirve de cajón de sastre: se ofrece un resumen de los acontecimientos, una narración sobre la suerte de Albert Speer, el arquitecto de Hitler (personaje que, hasta donde se sabe, no intervino en la Operación Colibrí), y una serie de datos sobre los sindicatos alemanes y las fuentes de financiación de los nazis.
Por fin, Maracin transmite en el epílogo su preocupación por el peligro que puede suponer la reunificación de Alemania y el aumento de la inmigración en este país (hace hincapié en la de origen afgano). En su opinión, estos hechos podrían conducir a la aparición de un nuevo Hitler.
Maracin, indudablemente, ha reunido muchos datos sobre su objeto de estudio, pero fracasa en su intento de escribir una obra de divulgación que interese al lector: la información se presenta de forma fragmentada e incompleta, omiten datos importantes, su estilo literario es flojo (abundan las frases hechas, las sentencias lapidarias y los tópicos), y las conclusiones a las que llega son, en muchos casos, discutibles.
La traducción, lamentablemente, no contribuye a mejorar las cosas: recoge lo peor de la versión original, los calcos son abundantes y hay errores, alguno de ellos grave. Por ejemplo, traduce deputy como "diputado", con lo que Rudolf Hess se convierte en "el diputado de Hitler", y no en su lugarteniente.
Es una pena que un asunto sobre el que se han publicado pocas monografías (aún menos en España) no haya recibido en esta obra un tratamiento más adecuado. Habrá que seguir esperando...
PAUL R. MARACIN: LA NOCHE DE LOS CUCHILLOS LARGOS. La Esfera de los Libros (Madrid), 2010, 221 páginas. Traducción: Ana Momplet.
Los miembros de las SA tenían fama de camorristas y de ir por libre, además Ernst Röhm tenía una sexualidad muy discutida por otros nazis. Como comentas en tu entrada, esta acción fue una purga, típica de los totalitarismos, como las que hicieron Lenin y Stalin en la URSS.
ResponderEliminarYo creo que esta purga, también, la realizó F. Franco.
ResponderEliminarUna vez que encontraba las ocasiones quitaba del medio, de una u otra forma, a sus compañeros que podían rivalizar con él.
Por ejemplo, Queipo de Llano, Mola, a los italianos, unifica a todos los partidos de derecha, etc.
Saludos.
A Mola y a Sanjurjo los quitaron de enmedio sendos accidentes de avión. A José Antonio lo pillaron en zona republicana y ya no salió vivo de allí.
ResponderEliminarCosas del destino que favorecieron a Franco.