jueves, 26 de abril de 2012

Las primeras víctimas del Día D

En general se ha aceptado que el Teniente Den Brotheridge del Regimiento de Infantería Ligera de Oxfordshire y Buckinghamshire, de la Sexta División Aerotransportada del ejército británico, se convirtió en el primer soldado que murió en la invasión de Europa durante el Día D, 6 de junio de 1944.

Mientras lideraba su pelotón de veinte hombres en el ataque al puente del Canal Orne en Benouville, fue alcanzado en el cuello por una bala disparada por las armas de los centinelas alemanes encargados de defender el Puente Pegasus. Segundos antes, la explosión de un mortero disparado por el Teniente Brtotheridge mató a uno de los centinelas, de diecisiete años de edad, el soldado Helmut Romer, quien se convirtió en el primer alemán en morir en la defensa de “La Fortaleza Europea” de Hitler. Pero Pero investigaciones posteriores han arrojado un nombre y una causa totalmente diferentes a la primera víctima del Día-D. Se ha descubierto que cuando el Teniente Brotheridges aterrizó cerca del puente, el Cabo Segundo Fred Greehalgh, de 29 años, Regimiento de Infantería Ligera de Oxfordshire y Buckinghamshire, se ahogó al salir de la vela de su propio paracaídas, por lo que oficialmente este Cabo es el primer muerto del Desembarco de Normandía, pero no bajo fuego amigo ni enemigo.

Mientras tanto, en la ciudad de Sainte-Marie-Eglise, la primera ciudad liberada el día D, el Teniente Robert Mason Mathias, de 28 años de edad, del 508º Regimiento de Paracaidistas de lus Estado Unidos, perteneciente a la. 82ª División Aerotransportada, se preparaba para saltar de su C-47 Dakota cuando fue herido por una granada que estalló fortuitamente. A pesar de las heridas en el pecho se lanzó desde el avión mandó a sus hombres a seguirlo. Algún tiempo después, sus hombres encontraron su cuerpo muerto, todavía amarrado a su paracaídas. El teniente Matías fue el primer soldado estadounidense muerto el Día D.

Artículo ganador del Concurso 4º Aniversario de 2GM Blog, por Alejandro Medina López.

Ganador del concurso del 4º Aniversario

Bueno, pues por fín vamos a revelar quién ha sido el ganador de la magnifica colección de libros con el artículos más interesante y desconocido sobre la Segunda Guerra Mundial.

Ante todo quiero daros las gracias por vuestra participación a aquellos que os habéis atrevido a mandar el mail (más de una decena, aunque algunos de ellos "inspirados" en artículos ya publicados en otras comunidades) y al resto os animo a participar en los próximos concursos que organzacemos.

Sin más preámbulo, el ganador del Concurso 4º Aniversario de 2GM Blog ha sido:

Alejandro Medina López, de Alicante, por su artículo "Las primeras víctimas del Día D".

Enhorabuena Alejandro, me pondré en contacto contigo enseguida para que me indiques la dirección de envío de los libros.

El artícullo ganador será publicado a continuación para disfrute de todos los lectores.

miércoles, 25 de abril de 2012

Ataque comando a la central de Vermork

La operación de comandos que mas ha captado la imaginación del publico en Noruega haya sido la incursión a la central de Vemork, sin duda debido a la películas de los años sesenta "Los héroes de Telemark".

A unos 250 Km. al oeste de Oslo, en un valle remoto de la región de Telemark, se encontraba la Norsk Hydro Plant de Vemork, al lado de la pequeña cuidada de Rjukan. Además de producir fertilizantes, era la única instalación en el mundo que estaba produciendo agua pesada un subproducto de la fase del procesamiento del hidrogeno. El agua pesada era indispensable para controlar el proceso de fusión nuclear del uranio. Eran los orígenes de la bomba atómica, en cuya búsqueda se afanaban los científicos de ambos bandos. En 1941, el director de la planta Leif Tornstad huyo a Inglaterra y comunico la noticia a loa aliados.
Churchill decidió planificar deicidio planificar una acción para destruir las instalaciones.

El gobierno noruego en el exilio se oponía frontalmente a un bombardeo aéreo masivo, que causará bajas entre la población civil. Se decidió entonces formar una fuerza de comandos, conocida como Grupo Grouse, inicialmente integrada por diez miembros de la Compañía Noruega Independiente. El grupo estaba encabezado por Jens Anton Poulsson, nativo de Rujkan y gran conocedor del Hardangervidda, la gran meseta desolada que rodeaba a la central de Vemork. Dos miembros fueron infiltrados previamente en Noruega y otros cuatro se les unirían tras ser lanzados en paracaídas. Esta avanzada prepararía la llegada, en dos planeadores, de una unidad de 34 integrantes de los Royal Engineers (zapadores), encargados de la tarea de demolición con explosivos.

La operación de avanzada comenzó el 18 de octubre 1942. Después de tres semanas y de pasar todo tipo de aventura para aproximarse al objetivo, los noruegos lograron comunicar a Londres que habían encontrado un lugar adecuado para el aterrizaje de planeadores. El nombre clave de la operación era Freshman y el ataque se fijo para una noche entre el 19 y el 27 de noviembre. Pero los noruegos esperaron en vano. Más tarde se supo que ambos aparatos se habían estrellado, los sobrevivientes habían sido capturados y ejecutados por la Gestapo.

Tras este desastre, los noruegos se retiraron a las montañas del Hardangervidda a esperar nuevas órdenes. Durante las siguientes semanas los comandos jugaron un peligroso juego del gato y el ratón con los alemanes, y su condición física se fue deteriorando por la falta de alimento.

Por fin, tras nuevos retrasos y cancelaciones, el 16 de febrero de 1943, un nuevo grupo enviado de Londres fue lanzado en paracaídas y contacto con los comandos ya en tierra. El grupo de demolición estaba formado por parejas, que penetraron en el complejo a través de conductos de ventilación. Sorprendieron y redujeron a dos guardias noruegos en el interior y colocaron las cargas de demolición en los lugares precisos, para retirarse por donde habían llegado. A los pocos minutos, varias explosiones les hicieron saber que su misión había tenido éxito. En una frenética carrera alcanzaron la vastedad del Hardangervidda, donde los comandos se dividieron: unos se dirigieron a Suecia y otros a la región de Oslo para contactar con la resistencia.

Sin embargo, los alemanes lograron reparar los daños muy pronto, de tal forma que para agosto la planta estaría de nuevo al 100% de producción. Además, las defensas se reforzaron de tal manera que otra incursión seria imposible. Ante ello, los aliados decidieron llevar a cabo un bombardeo masivo de la central. El 16 de noviembre de 1943, 300 cuatrimotores liberatore y B-17 lanzaron 711 bombas de 1.000 libras y 201 de 500.

Pero la operación resulto un fracaso, pues solo 18 bombas dieron en blanco. Las instalaciones de fabricación de aguas pesadas quedaron virtualmente intactas. Murieron 22 noruegos y dos aviones no regresaron. El gobierno noruego estaba furioso, pues había sido dejado de lado.

A pesar de todo, el ataque aéreo tuvo una consecuencia inesperada y salvadora, pues los alemanes decidieron trasladar la producción y toda el agua pesada ya fabricada a un lugar mas seguro en Alemania. Enterados, los aliados planificaron un nuevo ataque contra el ferry Hydro, que trasladaría el material para cruzar el lago Tinnjso. Se recurrió a uno de los comandos que permanecían en Noruega, agregándole otros tres miembros, que colocaron cargas retardadas la noche previa al crucial viaje. El Hydro se hundió con toda el agua pesada producida en Noruega, el 19 de febrero de 1944.

domingo, 22 de abril de 2012

Horace Greasley, el prisionero que desafió a Himmler

La historia está plagada de héroes anónimos. Pocos son los que aparecen representados en los libros y enciclopedias, dándoles muchas veces más importancia de la que realmente tuvieron, mientras que otros quedan olvidados en una fotografía en blanco y negro o una vaga referencia en el apéndice de un libro descatalogado. Por suerte, explorando la historia a veces se descubre gente cuya peculiar historia bien merece ser recordada, como la de Johann Trollman, la de Hertha Einstein o, la que hoy os contaré aquí, la historia de Horace Greasley.

Horace, pese a ser un nombre desconocido para la gran mayoría, es el protagonista de una de las fotografías más gráficas de lo que fueron los campos de concentración y los campos de prisioneros durante la Segunda Guerra Mundial. En ella, se puede observar a Heinrich Himmler visitando a los prisioneros y frente a él, al otro lado de la reja, a Horace con el pecho descubierto pidiendo comida para los prisioneros mientras mostraba su delgadez extrema.

Pero su historia va mucho más allá de esta fotografía.


Horace Greasley frente a Himmler (fuente)

Horace Joseph Greasley, apodado Jim, nació el 25 de diciembre de 1918 en Ibstock, un pequeño pueblo de Inglaterra. Su vida no tuvo nada recalcable hasta que en 1938 Hitler invadió Checoslovaquia. Inmediatamente Inglaterra declaró reservistas a todos los hombres entre 18 y 40 años, siendo Horace incluido en la primera llamada a filas.

A finales de 1939, Horace fue sometido a siete semanas de entrenamiento, tras los cuales, fue enviado en un destacamento a Francia como parte de una fuerza de expedición británica. El 25 de mayo de 1940, durante la retirada de la Operación Dinamo, Horace fue capturado por las tropas alemanas en Carvin, una pequeña localidad al sur de Lille.

Las siguientes 10 semanas Horace marchó junto al resto de prisioneros a pie, atravesando Bélgica y Holanda. Una vez alcanzaron Alemania, los pocos supervivientes del trayecto -entre los que se encontraba Horace- fueron trasladados al campo de prisioneros de Silesia.


Horace Greasley (fuente)

De ahí Horace fue trasladado a Lamsdorf, donde conoció a Rosa Rauchbach, la hija del director de la cantera de mármol de campo de prisioneros, comenzando así su fascinante e impresionante historia, a causa de su affaire con Rosa. Mientras ambos estuvieron trabajando en el mismo campo, fue relativamente sencillo encontrar momentos de intimidad. El reto comenzó el día que Rosa fue enviada a un anexo de Auschwitz, a más de 60km de distancia.

Horace, en un intento desesperado de mantener el contacto con Rosa y aprovechándose de la baja guardia a causa de la lejanía de cualquier frontera de escape, Horace comenzó a salir de forma esporádica del campo de prisioneros para visitar a Rosa y volver sigilosamente al poco tiempo.

Durante casi cinco años se mantuvo en esta situación, hasta el 24 de mayo de 1945, día en que fue liberado. Inmediatamente Horace fue trasladado a Inglaterra y, al final la guerra, recibió varias cartas de Rosa. Lamentablemente, Horace nunca pudo volver a reunirse con Rosa, ya que esta murió en un parto del que posiblemente hubiera sido su hijo.


Horace Greasley (fuente)

La historia de Horace Greasley fue relatada en detalle en un libro autobiográfico publicado cuando cumplió los 90 años, en 2008, apenas dos años antes de morir. Si bien Horace denominó el libro una novela autobiográfica, los servicios de inteligencia ingleses confirman los rasgos generales de la historia.

Fuentes y más información:

Publicado en Recuerdos de PandoraEnlace

viernes, 20 de abril de 2012

4º Aniversario de 2GM Blog

Madre mía! Cómo tengo la cabeza últimamente y cómo de ocupado estoy... que se me ha pasado celebrar el 4º aniversario de 2GM Blog, que fue hace cinco días. El pasado 15 de abril.

Estos 4 años han sido FANTÁSTICOS.

Aprovecho para daros las gracias a todos por ser tan fieles y espero que sigáis disfrutando de este blog al menos otros cinco años más.

Gracias a todos!!!!

Sentíos libre de dejar una felicitación en los comentarios :))))

Todos aquellos que habéis participado en el concurso de este 4º Aniversario del blog, permaneced atentos a las publicaciones de la semana que viene.

martes, 17 de abril de 2012

Astrología, ese arma secreta de la Segunda Guerra Mundial


En el verano de 1941, durante una convención de la Federación Americana de Astrólogos (AFA, por sus siglas en inglés) en Cleveland, Louis de Wohl dijo a su atenta audiencia que Hitler estaba operando en la gran guerra bajo el asesoramiento de «los mejores astrólogos alemanes», los cuales estaban conspirando para que Alemania atacara a Estados Unidos. La invasión, según Wohl, se iba a producir en la siguiente primavera, una vez que Saturno y Urano, los dos planetas «maléficos», hubieran entrado en géminis, el signo del país entonces gobernado por Roosevelt.

Esta interpretación de la guerra por parte del que, además de astrólogo, fue uno de los grandes escritores de novela histórica de siglo XX, era cuanto menos fríbola si tenemos en cuenta que en la Segunda Guerra Mundial los muertos se elevaron por encima de los 70 millones. Pero lo cierto es que la interpretación de las estrellas, por extraño que parezca, tuvo cierto papel en en el devastador conflicto, y no solo en la Alemania nazi.

Según comentó De Wohl a aquellos crédulos espectadores, «Estados Unidos siempre había sido objeto de graves sucesos cuando Urano transitaba por Géminis». Su evaluación «especializada» iba más allá, al asegurar que las estrellas presagiaban un inminente desastre para Hitler: «No podemos predecir una fecha exacta –añadió–, pero si Estados Unidos entra en la guerra antes de la próxima primavera, él está condenado».

El juego de los astros

Lo que nadie se dio cuenta es que la conferencia de Wohl era un burdo intento de propaganda por parte del Gobierno británico para arrastrar a la administración Roosevelt hacia al enfretamiento directo con la Alemania nazi, para aplastarla fuese como fuese. Y los ingleses sabían que la astrología podía ser una de esas vías persuasivas, después de que el 2 de noviembre de 1939 el astrólogo suizo Kart Ernst Krafft informara al mando alemán, tras su interpretación de los astros, de que Hitler corría peligro entre los días 7 y 10 de ese mes.

Cuando el 8 de noviembre Hitler sufrió el atentado de Munich, en el que murieron ocho personas -aunque él no-, y la Gestapo comprobó que Krafft no sabía absolutamente nada de aquella conspiración, los nazis comenzaron a dar crédito a sus predicciones y establecieron un Departamento Astrológico, con el objetivo de que sirviera de apoyo a la hora de diseñar sus movimientos.

Pronto los ingleses tuvieron su homólogo, con Louis de Wohl a la cabeza, tras formar en septiembre de 1940 el Departamento de Investigación Psicológica, encargado de crear predicciones astrológicas contra la Alemania nazi. Y como en 1937 Wohl había titulado su autobiografía, con cierto humor, bajo el título de «Yo sigo a mis estrellas», se convirtió candidato perfecto para su dirección.

Su debut como astrólogo coincidió con los bombardeos de Londres por parte de Alemania, en una aciaga noche en la que dijo: «Cuando tenemos que vivir cerca de la muerte día tras día, percibimos mejor que todo depende, no de bombas, ni de uno mismo, si no principalmente de Dios».

Guerra psicológica

De Wohl, como empleado de la unidad de sabotaje durante la guerra (SOE), había recibido instrucciones de marchar a Estados Unidos y presentarse como un reconocido astrólogo, con el objetivo de derrumbar la creencia del país de que Hitler era invencible. Y no se les ocurrió otra cosa que utilizar la creencia popular, tan extendida entonces, de la predicción astrológica.

Wohl dio conferencias por todo el páis y fue entrevistado por un buen número de periódicos, bajo títulos como «Un vidente ve un complot para matar a Hitler» («New York Sun»). La prensa publicó cartas de Karl Ernst Krafft, que supuestamente había conseguido Wohl, en las que el astrólogo suizo aseguraba que Hitler no ganaría la guerra, o informes como el de «Los Angeles Times», en los que Wohl hacía sus predicciones, asegurando que, a menos que Estados Unidos se uniera en el esfuerzo de derrotar a los nazis, Alemania invadiría el país a través de Brasil.

Es como si el mundo comenzara a creer que las estrellas tenían algo que decir en esta devastadora guerra mundial. Wohl, que ganó mucho crédito, no vacilaba en hacer predicciones más puntuales, algunas de la cuales parecían cumplirse. El mundo entero se vio contagiado por esta fiebre de pronósticos: un periódico de El Cairo publicaba las profecías de un astrólogo egipcio sobre la caída de Hitler, y lo mismo ocurría con un sacerdote de Nigeria o un astrónomo de Sierra Leona.

Astrólogo aficionado

Nadie sospechaba que los informes publicados por la prensa fueron filtrados por el MI5 o que la carta de Krafft era una invención. Y ni que este joven novelista nacido en Berlín era un astrólogo aficionado que, en momentos de penuria económica, había aprovechado esta afición para sacar dinero como vidente entre los círculos más poderosos de Londres.

Y dada naturaleza de su clientela, que incluía diplomáticos extranjeros y personal militar, llamó la atención del MI5, que lo reclutó para su Departamento de Investigación Psicológica, formado por él solo, como una herramienta de propaganda que valía la pena.

¿El objetivo? Asustar a los alemanes, a quienes el destino de las estrellas, como demostraba su propio departamento astrológico, no era algo que les pasara desapercibido. Las estrellas «hablaron», pero ni Hitler murió pronto, ni Alemania perdió la guerra de inmediato. Aún tuvieron que pasar cuatro años más… y muchos millones de muertos.

Publicado por ABC

jueves, 12 de abril de 2012

Fallece Aubrac, héroe de la resistencia francesa en la II Guerra Mundial


Raymond Aubrac, una de las figuras más populares de la resistencia francesa contra la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial, falleció a los 97 años en un hospital militar de París, indicó hoy su familia. La muerte del cofundador del movimiento "Libération Sud" se produjo anoche en el hospital Val-de-Grace, precisaron.

Casado en 1939 con Lucie Aubrac -fallecida en 2007-, otra destacada figura de la resistencia, formaron una pareja novelesca que protagonizó relevantes momentos de la lucha contra la ocupación alemana.

Nacido el 31 de julio de 1914, día del asesinato del dirigente socialista Jean Jaurès, Aubrac, cuyo verdadero nombre era Raymond Samuel, procedía de una familia de comerciantes judíos.

Ingeniero de formación, se disponía a viajar a Estados Unidos para proseguir sus estudios cuando le sorprendió la guerra y, junto a su esposa, con quien había contraído nupcias en 1939, ingresaron pronto en la resistencia antinazi.

Aubrac era uno de los pocos resistentes vivos que convivió con Jean Moulin, uno de los héroes de la resistencia francesa.

En junio de 1943 fue arrestado por la Gestapo junto a otros 14 altos dirigentes de la resistencia, entre ellos Moulin, pero en una heroica operación dirigida por su esposa, fueron liberados.

La pareja se refugió en Londres y en Argel, centros de la resistencia francesa dirigida por el general Charles de Gaulle.

Tras la guerra ocupó diversos cargos oficiales, que combinó con su compromiso con la izquierda política.

Entre 1964 y 1975 dirigió la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Aubrac nunca renegó de su compromiso con la izquierda y se mostró muy activo en el apoyo a los candidatos socialistas, incluido François Hollande, para quien pidió el voto para las presidenciales que se celebrarán los próximos 21 de abril y 6 de mayo.

Hasta pocos meses antes de su muerte multiplicó las conferencias, sobre todo en escuelas e institutos, para contar su compromiso contra los nazis.

El presidente francés, Nicolas Sarkozy, rindió homenaje a la figura de Aubrac, a quien consideró "un héroe en la sombra que contribuyó a salvar el honor de Francia en un momento de la historia en el que parecía perdido".

Sarkozy no se refirió a las críticas constantes que Aubrac le hizo en vida.

También Hollande alabó su "fuerza para resistir a la barbarie nazi" y señaló que encarna "los valores universales que porta la República" francesa.

Recordatorio. Concurso 4º Aniversario 2GM Blog

Os recordamos que el próximo 15 de abril, justo dentro de un mes, hará ya 4 años que 2GM Blog vió la luz, y es por esto, que para celebrar esta efeméride, ponemos en marcha un nuevo concurso.

Las bases, muy simples, podéis verlas aquí.

El ritmo de participación es bastante bueno y tenemos ya varios partcipantes con aportación muy interesantes.

Hoy, aparte del recordaros que el plazo para participar sigue aún abierto, os desvelamos el lotes de libros que componen en premio (cortesía de la editorial Galland Books).












Seguid participando!! Mucha suerte a todos.

sábado, 7 de abril de 2012

Así mataban los soldados de Hitler

“Me lo cargaba todo: autobuses en las calles, trenes de civiles. Teníamos órdenes de machacar las ciudades. Yo disparaba contra todos y cada uno de los ciclistas”. Así se despachaba el suboficial Fischer, piloto derribado de un caza Messerschmitt 109 en mayo de 1942 en una conversación con un colega en un centro de internamiento de prisioneros británico sin saber que estaba siendo oído por sus captores. “Hicimos algo muy bonito con el Heinkel 112”, explicaba otro aviador a un camarada en las mismas circunstancias y en tono jocoso. “Le instalamos un cañón delante. Luego volábamos sobre las calles a baja altura y cuando nos cruzábamos con coches encendíamos las luces y ellos se pensaban que tenían delante otro coche. Y entonces hacíamos fuego con el cañón”. “Reventamos un transporte de niños”, comenta creyéndose en la intimidad el marinero Solm, tripulante de un submarino. “Un transporte infantil… para nosotros fue todo un placer”. “En Italia, a cada lugar al que llegábamos, el teniente escogía al azar 20 hombres”, narra el cabo Sommer del regimiento blindado de granaderos número 29. “Todos para el mercado, se acercaba uno con tres ametralladoras –rrr…¡rum!- y todos tiesos. Así es como se hacía”. Sommer y su interlocutor, Bender, del comando de intervención número 20 de la Marina (una unidad especial de nadadores de combate con fama de duros), ríen a gusto…


Son algunos de los muchos testimonios terribles recogidos por los aliados en el marco de un programa de escuchas secretas sin precedentes que arrojó un material escalofriante sobre la forma de luchar y sobre todo de matar del Ejército alemán en la II Guerra Mundial. Ese conjunto de documentación inédito en buena parte ha sido diseccionado y estudiado ahora por dos investigadores alemanes, Sönke Neitzel, catedrático de historia moderna, y Harald Welter, psicólogo, ambos miembros del instituto de ciencias culturales de Essen, que han recogido su trabajo en el libro Soldaten (2011), recién publicado en España bajo el título Soldados del Tercer Reich, testimonios de lucha, muerte y crimen (Crítica, 2012).

Durante la II Guerra Mundial, Gran Bretaña y EE UU retuvieron a cerca de un millón de prisioneros alemanes (en las filas de la Wehrmacht combatieron 17 millones de soldados). De ellos varios millares fueron llevados a campos especiales preparados al efecto y sometidos a pormenorizadas escuchas. Cabe imaginar que a algunos de los oyentes les habrá costado mantener la frialdad profesional cuando oían por ejemplo explicar cómo el sargento primero berlinés Müller, tirador de precisión, se cargaba sistemáticamente en Francia a las mujeres que se acercaban con ramos de flores a los soldados liberadores aliados.

El Centro de Interrogación Detallada de los Servicios Combinados (CSDIC) británico levantó 16.960 actas de lo escuchado a escondidas a los soldados alemanes que suman cerca de 50.000 páginas, mientras que los estadounidenses también extrajeron mucho material de 3.298 prisioneros cuidadosamente seleccionados de la Wehrmacht y las Waffen-SS y recluidos en Fort Hunt, Virginia. La diversidad de los espiados es completa, con todos los currículos militares imaginables, desde soldados ordinarios, de tropa corriente, hasta generales. Los miembros de las unidades de combate y particularmente de los submarinos y de la Luftwaffe están especialmente representados.

Los prisioneros hablaban con total libertad entre ellos sin tener ni idea de que estaban siendo escuchados. Para animarlos, se introducía entre los cautivos a agentes, exiliados y prisioneros dispuestos a colaborar. Pero los mejores resultados se consiguieron colocando juntos a prisioneros de rangos similares y de la misma arma. Se pirraban los tíos por contarse unos a otros sus experiencias, sus vivencias de combate y los detalles técnicos de sus útiles de guerra, ya fueran aeroplanos, tanques, submarinos o morteros.

Con las escuchas, los aliados pudieron formarse una idea muy exacta del estado, la moral y la táctica de todos los ámbitos del Ejército alemán así como de detalles técnicos de su armamento. Lo que no imaginaban los servicios secretos es que más de medio siglo después, los historiadores y psicólogos iban a encontrar un filón dorado –o más bien gris pánzer- en esa documentación. Neitzel se topó con los antiguos expedientes en el Archivo Nacional británico. “Había actas y más actas”, dice en el prólogo de su libro. “Quedé absorbido por la lectura de las conversaciones y me sentí transportado de inmediato al mundo interior de la guerra”. Lo que más le sorprendió, dice, “fue la franqueza con la que hablaban de luchar, matar y morir”.

Autores como Joanna Bourke (An intimate history of killing, 1999) o Samuel Hynes (The soldier’s tale, 1997) ya nos habían mostrado qué fácil y hasta placentero puede ser matar para el soldado. Y Wolfram Wette había revelado la culpabilidad homicida y criminal del Ejército regular alemán destripando el mito de una Wehrmacht limpia en contraposición a unas SS que se habrían encargado de las tareas sucias y de perpetrar los asesinatos en la II Guerra mundial (La Wehrmacht, Crítica, 2006). Pero Neitzel y Welter van más allá en su forma de exponer y analizar el impulso violento de los soldados del III Reich.

Probablemente lo más perturbador de las escuchas es constatar que para matar no hacía falta estar especialmente adoctrinado ideológicamente ni brutalizado por la experiencia bélica. En los testimonios se oye a los militares explayarse sobre acciones terriblemente violentas de una gratuidad absoluta, llevadas a cabo en situaciones en las que no estaban sometidos a ningún estrés y cuando no llevaban suficiente tiempo luchando como para haberse librado de la capa de civilización que supuestamente impide cometer actos así. Son ya extremadamente violentos de entrada, sin necesidad de ninguna introducción en la barbarie. Tipos que ni siquiera son especialmente nazis. Es como para perder la fe en el ser humano. “El acto de matar a otros y la violencia extrema pertenecen a la vida cotidiana del narrador y de sus interlocutores”, señala Welter. “No son nada extraordinario y hablan sobre ello durante horas al igual que hablan de aviones, bombas, ciudades, paisajes y mujeres”.

“Para mí, lanzar bombas se ha convertido en una necesidad”, dice un teniente de la Luftwaffe en una de las escuchas. “Emociona de lo lindo, es un sentimiento fantástico. Es tan bonito como cargarse a alguien a tiros”. En otra conversación, un aviador comparte el placer de cazar soldados solitarios desde su aparato “y también gente común”, que “corría como loca en zigzag”. El piloto llevaba solo cuatro días de campaña de Polonia y ya sentía gusto al matar por el simple hecho de hacerlo, con indiferencia de a quién alcanzaba. “Violencia autotélica”, la denominan Neitzel y Welter, matar por matar. Experimentar la sensación de ejercer ese último poder total, y sin castigo. “Esa clase de violencia no requiere de causa ni motivo”.

“Macho, ¡no sabes lo que me llegué a reír”, dice otro aviador que hacía saltar casas por los aires. Y otro: “Abatimos cuatro aviones de pasajeros”. “¿Íban armados?”. “Nones”. El teniente Hans Hartigs, del escuadrón de cazas 26, sobre un vuelo en el sur de Inglaterra: “Nos cargamos a mujeres y niños de cochecitos”. “Los dejamos a todos tiesos, secos. Hombres, mujeres, niños, los sacamos de la cama a todos”, cuenta el cabo paracaidista Büsing de sus acciones en Francia tras la invasión de los aliados. A veces se esgrimen motivos de una irrelevancia atroz: “A un francés le pegué un tiro por detrás. Iba en bicicleta”. “¿Te quería capturar?”. “Ni por asomo. Era que yo quería la bicicleta”.

Soldados del Tercer Reich aprovecha el material de las escuchas para realizar una disección extraordinaria del Ejército alemán –desde el sistema de condecoraciones al trato a los prisioneros, la violencia sexual o las Waffen-SS, sin olvidar la participación de las unidades militares regulares en el genocidio judío o la diferencia de moral entre las diferentes armas-. La fe en Hitler –al que los soldados caracterizan con rasgos similares a los de una estrella del pop actual (!), la falta en general de conciencia entre las tropas de que se estuviera llevando a cabo una guerra racial como machacaba la propaganda, la importancia en cambio del grupo y la camaradería, el respeto que se daba a conceptos como el valor, la dureza y la disciplina y ¡al trabajo bien hecho!, o el juicio que se hace en las conversaciones de mandos como Rommel (“valiente, intrépido” pero “sin escrúpulos”), son algunas de las materias que examinan los autores.

Neitzel y Welter, que aportan ejemplos de militares de otras contiendas y sostienen que es un universal de la guerra que el soldado no necesita motivos para matar (“los motivos son indiferentes”, “mata porque es su función”), citan en el capítulo final el elocuente testimonio de un soldado alemán Willy Peter Reese, que cayó en la II Guerra Mundial. “El hecho de que fuéramos soldados bastaba para justificar los crímenes y las depravaciones y bastaba como base de una existencia en el infierno”.

Artículo enviado por @mapastorga y publicado en el diraio El País.