Nada más ganar las elecciones en 1933, el ‘insigne’ Adolf Hitler vació el aparato judicial no afín al régimen y deconstruyó todo el estado de derecho cargándose la federación judicial; rellenando los huecos con grandes dosis de ‘vitamina aria’. Lo más curioso de la meteórica carrera de Roland Freisler, es que no contaba con las simpatías del Führer por su pasado bolchevique. El señor Freisler había abrazado el marxismo durante su cautiverio ruso en la primera guerra mundial. Le llamaban ‘El Comunista’. Es quizás esta muesca de su pasado ideológico la que construyó su agrio temperamento a la cabeza de la justicia nazi. Como queriendo dar prueba constante de su adhesión pública al régimen más extremista.
Apadrinado por el santo Goebbels fue recomendado como cabeza del Ministerio Prusiano de Justicia del Reich y con las reticencias del gran dictador accedió al cargo en 1933. La campaña de propaganda tenía ahora su mejor estilete.
Roland y su mecanismo para crear jurisprudencia
Todos los juicios de Freisler eran una pantomima al servicio de la propaganda de la ‘Solución Final’, el exterminio de los judíos. Su única misión era embrutecer la aplicación de la doctrina nazi contra los traidores al estado Nacional-Socialista para prevenir a futuros infractores, hasta tal punto que el sector más moderado del partido criticó una y otra vez sus métodos. Para ello creó en 1934 el temido tribunal popular Volksgerichtshof, órgano judicial del partido con más de 200 jueces inquisidores a su servicio y con más de 5000 ejecuciones sumarias a sus espaldas.
El tribunal repartía condenas de muerte por delitos de ofensa al régimen, como escuchar radios extranjeras o criticar al Führer incluso en círculos privados; basándose siempre en el “Decreto contra los parásitos nacionales” documento redactado por el mismo Freisler e incluyendo en él los atenuantes raciales y biológicos. El 90% de sus sentencias eran a muerte.
Uno de sus nuevos instrumentos jurídicos ‘inventados’ por Freiser fue el ‘decreto contra criminales juveniles precoces’ que incluían la pena de muerte a menores de edad que repartían, como Boy Scouts, panfletos antibélicos por la capital. Así fueron sentenciados Helmuth Hübener y 71 niños más.
Durante el juicio al Mariscal de Campo Von Witzleben, uno de los responsables del atentado fallido a Hitler, buscó la humillación constante impidiendo al acusado declarar con su dentadura postiza amén de sin el consabido cinturón (ver vídeo). Fue condenado ese mismo día y ahorcado desnudo con una cuerda de piano en en la prisión de Plötzensee. Más tarde y por orden expresa de Freisler se recuperarían viejos modelo de ajusticiamiento; como la guillotina utilizada para la ejecución de los jóvenes de la organización disidente “Rosa Blanca”
Schwerin: “yo habría guardado silencio a pesar de los numerosos asesinatos…”
Freisler: (gritando) “¿asesinatos?”
Schwerin: “… tanto dentro como fuera de Alemania”
Freisler: “¡es usted un canalla miserable!. ¿Se arruga usted ante la chusma?. ¡Sí o no!, ¿se arruga usted ante ella?”
Schwerin: “Señor Presidente…”
Freisler: “¿Sí o no?; ¡quiero una respuesta clara!”
Schwerin: “No”
Freisler: “¡No; efectivamente, usted ya no puede arrugarse más porque usted no representa más que un montón de miseria que no tiene la más mínima dignidad!”.
Durante una vista oral en Berlín, el 3 de febrero de 1945, el juez Freisler recibió una intimidación por parte del procesado, el teniente Fabian von Schlabrendorff. El juez acusó al teniente de “perpretador” y que si de él dependiera… “lo fusilaría y lo mandaría directo al infierno“, a lo que el teniente le replicó que “con sumo gusto le cedía el paso”. Minutos después una bomba destruía la audiencia. Tras el polvo, confusión y desalojo se encontró al juez, fiscal y benefactor de la ‘ecuanimidad’ nazi, muerto bajo una columna dórica y con el expediente Schlabrendorff aún en la mano. Hitler ordenó que no se rindieran funerales de estado. Para él siempre sería “El comunista”
Loas a esa columna que lo aplastó como a un insecto.
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