Walt Disney aterrizó en Brasil en 1941. Le acompañaban dieciocho de sus colaboradores: dibujantes, músicos, guionistas. Durante diez semanas recorrieron Sudamérica a la caza de paisajes, personajes, colores, sonidos. La aventura no era inocente: la guerra asolaba Europa, EE UU se posicionaba con el bando aliado, la propaganda nazi trabajaba con eficiencia en el continente latinoamericano. Estados Unidos debía hacer algo, y el presidente Roosvelt decidió que el pato Donald era el antídoto perfecto contra la propaganda de Goebbles. El resultado de este viaje fueron dos películas animadas nominadas a los Oscar y un tesoro artístico en forma de bocetos, notas, partituras y personajes de inspiración latina.
En la primavera de 1941, el ataque a Pearl Harbor aún no se había producido, pero la entrada en guerra de EE UU se intuía inminente. América Latina había salido maltrecha del crack del 29. “Ante la inestabilidad social y el avance del comunismo, surgieron gobiernos de represión que intentaron gobernar en un clima de violencia. Los países latinos estaban polarizados entre los simpatizantes de los aliados y de los nazis”, explica Guillermo Pariente, administrador del blog 2GM (2gmblog.blogspot.com), consagrado a la divulgación de la Segunda Guerra Mundial.
En 1942, en una conferencia en Río de Janeiro, los cancilleres americanos se manifestaron contrarios a las exigencias de EE UU para que rompieran relaciones con el Eje. Finalmente, aunque unos tardaron más que otros, todos se unieron a los aliados.
La propaganda nazi ideada Goebbles había extendido sus tentáculos por Latinoamérica desde el inicio de la contienda. Guillermo Pariente explica que los nazis se sirvieron de revistas, libros, radios y películas para influir en los países latinos. “Berlín transfería a Buenos Aires gran cantidad de dinero para propaganda”, explica.
Ese no fue el único medio por el que los alemanes trataron de influir en América: la bella actriz y agente nazi Hilda Krüger, durante un tiempo amante de Goebbles, logró, además de rodar varias películas en México, seducir a dos miembros de la administración y pasar información confidencial a Berlín. Hitler estaba interesado en el petróleo mexicano y su cautivadora agente trabajó eficientemente para él enamorando al subsecretario de Hacienda Ramón Beteta y al secretario de Gobernación Miguel Alemán.
El buen vecino
Para hacer frente a los intentos nazis por influir en Sudamérica, el Departamento de Estado norteamericano lanzó una “política de buena vecindad”. Actores como Errol Flynn, Tyrone Power, Lana Turner y Ava Gardner, y cineastas como John Ford u Orson Welles fueron enviados en gira a Latinoamérica.
El periodista chileno Jaime Huerta explica que fue Nelson Rockefeller, director de la Secretaría de Asuntos Internacionales, quien propuso a Walt Disney participar en la campaña. El Gobierno de EE UU se comprometía a financiar cuatro películas “en pro de la buena vecindad e intercambio cultural”.
Walt Disney aceptó, pero no se limitó a chocar manos: a su regreso de Brasil, Uruguay, Argentina, Chile, Perú y Bolivia, trajo las maletas llenas del material artístico que daría origen a dos películas: Saludos amigos (1943) y The Three caballeros (1944).
Que el arte al servicio de la propaganda es también arte lo demuestran los impresionantes dibujos que los hombres de Walt hicieron durante aquellas semanas. En el documental South of the Border (1942) el propio Disney afirma: “La visita tuvo como resultado una mejor comprensión del arte, la música, el folclore y el humor de nuestros amigos latinoamericanos y en rico material y fuente de inspiración para futuras historias animadas”.
El documental Walt & el Grupo (2008) nos muestra este viaje en toda su profundidad. Su director, Ted Thomas, explica a Babylon: “El viaje a los países latinoamericanos y las películas que se hicieron a raíz de éste salvaron los estudios Disney. La Segunda Guerra Mundial, los problemas económicos y los enfrentamientos por cuestiones laborales entre artistas, todo combinado, podían haber forzado a Disney a cerrar. La experiencia latina le revivió artísticamente. Muchas de las amistades que surgieron en este viaje duraron para el resto de su vida”.
Thomas resalta la influencia que el viaje tuvo en los artistas de Disney: “En el caso de Mary Blair, su estilo cambió por completo. Ella encontró su voz propia América Latina. Y esto influyó de modo fundamental en películas como Alicia en el país de las maravillas”.
En cuanto a Saludos Amigos, “fue hecha con prisas y en condiciones muy difíciles. Y aun así es una obra viva y honesta. La siguiente película resultado del viaje, Los tres caballeros, es técnicamente superior e introduce efectos como la combinación de animación y personajes reales. Esto se aplicó mejor en filmes posteriores como Mary Poppins. La influencia del viaje a América Latina perduró, al menos, dos décadas”.
En efecto, en el documental vemos a un Walt Disney pletórico a sus 39 años. Sus artistas trabajan a todo ritmo en las habitaciones de un hotel de Río de Janeiro convertidas en estudio. Dibujaban, escribían, llenaban partituras. También recibían allí a otros artistas brasileños.
Los hombres de Walt, a quienes se bautizó como El Grupo, recorrieron las calles de Río captando su esencia para meterla en sus cuadernos. Dibujaron bellísimas acuarelas de la bahía, del monte Pan de Azúcar. Pasaron horas en los clubes nocturnos, escuchando samba, viendo bailar a los negros. Exploraron el jardín botánico llenando libretas con bocetos de plantas exóticas: orquídeas silvestres, nenúfares gigantes del Amazonas.
Según Disney, el zoo les proporcionó “gran cantidad de material y colorido, en especial los flamencos, los osos hormigueros y los tapires”.
En el cortometraje Acuarela de Brasil, uno de los cuatro que componen Saludos amigos, vemos todos estos lugares convertidos en dibujo animado.
A Disney no se le escapó el potencial cómico del armadillo: “Con su pesada armadura y su dulce expresión fue todo un hallazgo. Un camarada ideal para Pluto”. Y así lo vemos en el cortometraje que el famoso perro coprotagonizó con esta criatura en 1943.
Pero si alguien encarna la profunda huella que Brasil dejó en El Grupo, ese es José Carioca. En Saludos amigos vemos el nacimiento de este personaje, un elegante y simpático papagayo que le descubre al pato Donald las calles y cafés de un Río de Janeiro recreado con impresionante vividez. La escena en que Donald le ofrece la mano a su nuevo amigo y éste, al reconocer al famoso pato, le responde con un fuerte abrazo refleja el calor con que Disney se sintió recibido en Brasil: en algunos lugares las escuelas cerraron para celebrar su llegada.
Pero en South of the Border asistimos también al interminable desfile del ejército brasileño en el Día de la Independencia. Dice el narrador: “Brasil no se ha quedado atrás en este mundo en guerra, sino que es un país preparado para cualquier contingencia”. También, a su llegada a Montevideo, Disney destaca “la gran batalla naval” que acabó con la destrucción del buque alemán Admiral Graf Spee.
El viaje de Disney no era un cuento de dibujos animados. Su fin era granjearse amigos en tiempo de guerra.
Disney gaucho
El Grupo de Walt Disney vivió intensas experiencias en Argentina y Chile que después se convirtieron en dibujos animados.
El noticiero Sucesos argentinos de la época recoge el acontecimiento: un sonriente Disney bebe mate y se viste de gaucho. Intercambia mutuas caricaturas con dibujantes argentinos como Ramón Columba. En el museo de la caricatura Severo Vaccaro de Buenos Aires se conservan algunos de aquellos dibujos.
En Saludos amigos intuimos hasta qué punto los personajes de Disney ejercían de álter ego suyo: vemos a Goofy vistiéndose de gaucho, bebiendo mate y disfrutando de una parrillada. “¡Macanudo!”, dice al probar un filete.
En la pampa los dibujantes asistieron a una doma de caballos salvajes. Decidieron convertir en dibujo aquella escena llena de fuerza y poesía. Y lo lograron brillantemente en la secuencia de Saludos amigos en que Goofy trata de cabalgar a su caballo.
Volando sobre los Andes
El Grupo voló después a Santiago de Chile en un pequeño avión. Atravesar el cielo de los Andes fue para ellos una experiencia peligrosa y memorable. Durante el vuelo los dibujantes no soltaron el lápiz.
Precisamente fue allí, en el aire, donde nació el avión Pedrito, otro de los protagonistas de Saludos amigos. Pedrito es un niño avión que debe atravesar los Andes llevando el correo de Argentina a Chile, exactamente el mismo trayecto que hicieron sus creadores. En la película vemos los mismos paisajes que vieron ellos, incluyendo los 7.000 metros del Aconcagua, que en los dibujos animados aparece como una montaña temible y furibunda. Este cartoon fue hecho hace setenta años, pero el espectador actual sigue conteniendo la respiración cuando Pedrito lucha por no sucumbir entre las montañas. ¿Es eso lo que sintieron sus creadores durante el viaje?
El periodista Jaime Huerta explica que, en sus cinco días en Chile, Disney y el Grupo se entrevistaron con los principales dibujantes del país. A varios los visitaron en sus estudios. El cortometraje de Saludos amigos protagonizado por el avión Pedrito tiene un guiño amistoso para uno de ellos: cuando en la película el pequeño héroe entrega el correo, descubrimos que éste consiste en una sola carta dirigida a Jorge Délano, director de la revista Topaze y anfitrión de Disney en Santiago.
Walt Disney era convencido patriota y ferviente anticomunista. Durante la Segunda Guerra Mundial se implicó en la contienda con cortometrajes propagandísticos como Der Fuehrer’s Face o Ducktators. Aunque también hubo motivos artísticos y personales, fue ese afán patriótico el que le llevó a América Latina. Sin embargo, Disney y sus colaboradores, con su inmenso talento, supieron extraer oro de la oportunidad latina. Cuando en Saludos amigos el pato Donald sufre el mal de alturas en el lago Titicaca, sabemos que así les sucedió a los dibujantes. Cuando Goofy se sienta a admirar el clarísimo firmamento de la pampa, sabemos que así lo vivieron ellos. “Estábamos llevando a cabo una investigación tan entretenida como instructiva”, dijo el propio Walt Disney.
El Disney de 1941 era un hombre joven, lleno de energía. Todavía resonaba el éxito de Los siete enanitos, Dumbo y Fantasía. La muerte de su padre, sin embargo, le sorprendió en el viaje. Y en esa época se produjo también una huelga en sus estudios que le afectó profundamente.
Dicen que con los años, Walt Disney se convirtió en un hombre obsesionado con el control. Delató a varios compañeros durante la paranoia de la Caza de Brujas. Su colaboración con Dalí no fructificó porque, según dijo, “no hay sitio en una sola habitación para dos genios”. Se dice incluso que colaboró durante años como informador del FBI. Como todo gran hombre, tenía un lado oscuro. Y como dijo Goethe, cuanto más brilla la luz, más oscura es la sombra. Pero el Disney de 1941 brillaba. Aún era capaz de vestirse de gaucho y de bailar las danzas de la pampa. Era una esponja creativa en su máximo esplendor. Supo convertir un viaje de convencido propagandismo en una experiencia artística que todavía se recuerda en los museos y archivos de Latinoamérica.
Autor | José Miguel Vilar-Bou
Recuerdo el cortometraje del Pato Donald...muy americano.
ResponderEliminarInteresantísmo post! sobre todo para las dibujantes como yo :3