domingo, 21 de septiembre de 2014

Así era la "embajada" nazi en Vigo



Los largos tentáculos de la Segunda Guerra Mundial alcanzaron también a Vigo. Con una nutrida colonia de 200 germanos bien asentada -dotada de un "Hogar" y "Colegio Alemán"-, su enclave estratégico como puerto de acceso al Atlántico y la cercanía a minas de wolfram, la urbe olívica vivió de cerca los avatares de la gran contienda entre el Eje y los Aliados. El historiador Antonio Giráldez Lomba analiza en detalle ese episodio de la crónica local en el nuevo libro de Estudios Vigueses: "Vigo y su colonia alemana durante la Segunda Guerra Mundial".

Noventa y siete días antes de que las tropas del III Reich avanzasen sobre Polonia en lo que resultó el primer compás de la Segunda Guerra Mundial, las tropas nazis desplegaban todo su boato militar en las calles de Vigo. Al filo del mediodía del viernes 26 de mayo de 1939, bajo un cielo asaeteado con fuegos artificiales y el frío restallar metálico de las fanfarrias, cerca de 5.000 soldados de la "Legión Cóndor" desfilaron hacia el puerto para partir rumbo a las costas germanas. A la cabeza de la marcha: una bandera con la cruz gamada y otra de España. Cinco transatlánticos -el Wilhelm Gustloff, Deutsche, Stuttgart, Sierra Córdoba y Robert Ley, enumeran las crónicas de la época- esperaban su embarque fondeados en la ría. A ellos se sumó, entre otros, el general Antonio Aranda, invitado por el gobierno de Hitler. Miles de curiosos contemplaron el paso de la soldadesca apostados en el entorno de O Berbés o a las puertas del Hotel Continental, donde se hospedaba Aranda con cargos y oficiales del régimen.


El embarque de la "Legión Cóndor" en Vigo es solo un ejemplo de la clara huella que imprimió el conflicto en la ciudad antes, durante y después de devastar Europa. El historiador Antonio Giráldez Lomba relata y despeja dudas sobre esa "pisada" en su libro Vigo y su colonia alemana durante la Segunda Guerra Mundial, la última obra publicada por el Instituto de Estudios Vigueses y primera entrega de la trilogía Vigo y la Segunda Guerra Mundial, en la que también trabaja José Antonio Martín Curty. De la economía a la sociedad, la política o incluso el ocio, pocas facetas de la vida del Vigo de finales de los años 30 y principios de los 40 se mantuvieron al margen de la contienda.

Una de las cuestiones en las que centra su lupa Giráldez Lomba es cómo vivió Vigo los inicios de la Segunda Guerra Mundial. "Hay algunos errores sobre lo que se comenta de aquella época; un ejemplo es que la gente confundía los buques mercantes con los submarinos", explica el historiador antes de dimensionar la notable afluencia de navíos de bandera germana en las Rías Baixas. En su libro, se explica, por ejemplo, que tras el estallido de la contienda, durante la campaña de Polonia, el 10% de los cargueros alemanes -petroleros, la mayoría- buscó refugio en la ensenada de Vigo. Un ejemplo es el Bessel, que hasta 1942 apoyó a la Armada del III Reich para abastecer a los submarinos que surcaban la ría. En ese punto Giráldez desmonta otro mito: "No se detenían a dar descanso a sus tripulaciones, solo se paraban para repostar combustible y reponer víveres". Como denunciaba el Consulado Británico en la ciudad, la urbe no jugaba entonces un papel neutral en la guerra.

Importante también fue el papel que desempeñó Vigo en el comercio de wolfram desde España hacia los países en lid. El legal, sujeto a las leyes que obligaban a un reparto equitativo; y el clandestino, propiciado por las cantidades ingentes del mineral que demandaban los estados para blindar sus proyectiles. A pesar de la rigurosa vigilancia de la Embajada Británica y sus frecuentes quejas al Ministerio de Asuntos Exteriores, de las minas de Beariz, Varilongo o Fontao partían camiones de patatas o vino con cargamentos ocultos de wolfram para embarcar en Bouzas, Rande o el puerto de Vigo. De sus muelles zarpaba en las bodegas de barcos de pesca rumbo a las costas de la Francia ocupada por las fuerzas del Eje. "Había barcos a sueldo de la Armada alemana para llevar wolfram y otros trabajaban como espías para los ingleses", apunta Giráldez Lomba, que en su libro Vigo y su colonia alemana durante la Segunda Guerra Alemana analiza también la influencia de Inglaterra en ese mercado clandestino. "Tenía que hacerse bajo cuerda por que Inglaterra tenía una capacidad de presión ya que su flota podía imponer el bloqueo al combustible", reflexiona el historiador.

Hundidos en el Gran Sol

El tráfico de tugsteno no fue el único efecto del conflicto sobre la economía viguesa. "De una forma especial se vieron afectados los sectores pesquero y conservero"-revela Giráldez Lomba- "Los principales caladeros de la flota de altura, los bancos del Gran Sol, estaban amenazados por la batalla del Atlántico que libraban Alemania y Gran Bretaña". La flota de arrastre gallega se topó así con que sus principales bancos para la captura de merluza y pescadilla se habían convertido -por obra y gracia de la Segunda Guerra Mundial, desde septiembre del 39- en el escenario de un duelo colosal entre la Kriegsmarine germana y la Royal Navy británica. Las acciones de los submarinos y aviones alemanes condenaron a barcos con base en Vigo, vistiendo el luto a familias de pescadores y armadores locales. A pesar de ese negro e inhumano telón de fondo, los gransoleros también escribieron pasajes heroicos. "Algunos de aquellos marineros salvaron busques y vidas de los países en guerra al remolcar buques en apuros o recoger náufragos de uno u otro bando", relata el historiador de Estudios Vigueses. Otra consecuencia para los marineros fue la dificultad para abastecerse de combustible, redes y hojalata, materiales de los que España era deficitaria.

Como un gran seísmo ajeno a las fronteras, el éxito del Partido Nacionalsocialista Obrero (NSDAP) en 1933 y la encarnizada guerra del Eje contra los Aliados convulsionó Vigo con una fuerza mucho mayor que la de otras urbes del Norte peninsular. ¿La razón? La importante colonia alemana asentada en la ciudad: numerosa, con cerca de 200 personas durante los años que duró la contienda; y bien cohesionada con la sociedad olívica. Cuatro décadas antes de que Adolf Hitler se alzara con el poder en Berlín, en 1896 la Deutsch Atlantische Telegraphengesellchaft (el "Cable Alemán") abría en Vigo una sucursal que no cerró hasta 1969, ya bajo control de Inglaterra. A los germanos que recalaron en Vigo para emplearse en "el cable" a principios del siglo XX les siguió muy pronto los atraídos por la ruta marítima con Hamburgo o el atractivo de la industria local. En poco tiempo por las calles de la ciudad se podían encontrar consignatarios, empresarios, fabricantes de tintas, compuestos eléctricos u ortopédicos, ingenieros, prósperos comerciantes... con pasaporte germano. El ascenso fulminante del NSDAP en Alemania y su afinidad con la dictadura de Franco favoreció el caldo de cultivo ideal para que se adhirieran al Partido Nazi. Así, y a pesar de los cerca de 3.000 kilómetros que distan entre Vigo y Berlín, en travesías tan céntricas como Príncipe podía verse hondear banderas con la cruz gamada o los saludos a mano alzada.

El Colegio Alemán

En ese contexto, Giráldez Lomba recuerda en su ensayo como al cónsul alemán en Vigo, Richard Kindling, "como representante del Estado alemán, no le quedó más remedio que crear una sección local de las 'Juventudes Hitlerianas' en el Colegio Alemán de Vigo". "El propio director del centro -fundado años antes de la guerra y que permaneció abierto hasta 1976- no se libró de vestir el uniforme nazi y animar a sus alumnos para que hicieran bien su saludo", relata el historiador de Estudios Vigueses. Ya antes de la invasión de Polonia y el estallido de la Segunda Guerra Mundial, las secciones juveniles de Falange y las Juventudes Hitlerianas compartían desfiles u organizaban excursiones conjuntas a las Cíes. El vínculo llegó a ser tan estrecho que en la cartelera del Teatro García Barbón se incluyeron cintas como El triunfo nazi en Alemania.

A pesar de esa atmósfera y la afinidad entre el régimen alemán y el franquista, el autor de Vigo y su colonia alemana asegura que la mayoría de los judíos lograban escapar sin dificultades a Portugal. En ocasiones lo lograban sin que la policía española se esforzara por impedirlo. "Hay casos de personas con apellidos evidentemente judíos a los que anotaban como apátridas", apunta Giráldez Lomba. Si esa "laxitud" fue la norma general, no fue desde luego la única. El experto reconoce que algunos agentes de Vigo sí colaboraban en la cruel misión de la Gestapo, la policía secreta de la Alemania nazi dirigida por Reinhard Heydrich. "Se conocen rutas para cruzar la frontera o incluso de un taxista que trasladaba a los judíos desde la estación de tren o en embarcaderos de Redondela", apunta Giráldez Lomba. Casos hay también de perseguidos que lograron esquivar la cárcel gracias a la colaboración de empresarios germanos afincados en Vigo. La misma actitud "laxa" mantuvo la policía con los alemanes que huían en 1945, tras desmoronarse el III Reich.

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