El hotel Stadt Hameln es, a primera vista, un lugar elegante, ideal si se visita la ciudad de Hamelin, en la Baja Sajonia de Alemania. Sin embargo, durante el III Reich alemán, hacía las veces de prisión en el que se torturaba y asesinaba a los opositores al régimen de Adolf Hitler.
Ahora, para atraer turistas y hacer caja, el hotel ofrece una propuesta insólita: "Fiesta en prisión", con carceleros y camisa a rayas incluidos. Los turistas acuden en masa, según informa el diario italiano 'Corriere della Sera'.
Si alguien tiene el capricho de sentirse como un preso de los nazis - eso sí, evitando inconveniencias tan molestas como, por ejemplo, la muerte - le basta con invertir 44 euros y lo que le cueste el viaje hasta Hamelin. Por el mismo precio está incluido el "menú del encarcelado" aderezado con "bebida y pasta del prisionero". También se puede lucir una camiseta blanca con rayas negras y disfrutar de cuatro horas y media del programa especial "cárcel prusiana".
Sin añadir un euro al importe, se tiene derecho a participar en la "Fiesta en prisión": Cada detenido debe presentarse sobrio y limpio para formar una fila de a dos que le llevará a la celda común. Si en el proceso, lleno de disciplina teutona, alguien necesita visitar el lavabo, le basta con pedir permiso y hacer lo que tenga que hacer controlado por los carceleros.
Un edificio con una historia negra
El edificio fue construido en 1827 y, desde un principio, pretendía ser una cárcel. En 1935, los nazis lo convirtieron en un penal donde llevaban a cabo sus ejecuciones. Según los historiadores, hasta 474 personas murieron a manos de los correligionarios de Hitler. Las causas de los fallecimientos son de lo más variopinto: el cansancio, el hambre, el frío o, directamente, las ejecuciones.
Después de la caída de los nazis, los ingleses utilizaron el lugar como un espacio para llevar a cabo sus ajusticiamientos. Años después, el edificio fue restaurado inaugurado como hotel en 1993.
Indignación por la oferta hotelera
Los familiares de las víctimas, esta propuesta resulta ofensiva y de mal gusto. Se sienten chocados ante la utilización del sufrimiento de sus allegados. Sin embargo, los gestores del hotel no consideran que lo que hacen sea malo. Para ellos no hay diferencia entre esto y cualquier otra cena temática, ambientada - por ejemplo - en la Edad Media.
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