Las investigaciones que llevó a cabo la Ahnenerbe recuerdan al guión de alguna de las películas protagonizadas por Indiana Jones. La «secta» paracientífica creada por Heinrich Himmler recorrió el mundo en busca del origen del pueblo ario, de pruebas de su superioridad racial y de «objetos de poder»
que le permitiesen dominar el planeta. La organización ocultista
también estuvo en España. Los nazis creyeron que en nuestro país podrían
encontrar alguna pista de esos preciados tesoros que los iban a hacer
invencibles.
La
Deutsches Ahnenerbe, o «Sociedad para la Investigación y Enseñanza
sobre la Herencia Ancestral Alemana», fue una organización integrada en
las SS como sección antropológica y arqueológica que investigó los orígenes misteriosos de la «raza aria». Liderada por el «reichführer» Heinrich Himmler, y dirigida por el coronel Wolfram von Sievers,
convirtió el castillo de Wewelsburg, en Westfalia, en su cuartel
general y destino de las reliquias que recogía por todo el mundo.
La Lanza y la Piedra
Según cuenta Janire Rámila en La Ahnenerbe y la búsqueda de reliquias, la sección esotérica de las SS quiso robar de la abadía de Westminster la Piedra de Scone sobre la que se coronan los reyes de Inglaterra y que, creían los nazis, fue sobre la que Jacob se recostó antes de soñar con la escalera que llevaba a Dios. Pero el Tercer Reich no consiguió hacerse con esa «poderosa arma».
La Ahnenerbe tuvo también entre sus objetivos la Lanza del Destino, con la que el centurión romano Cayo Casio Longinos hirió en el costado a Cristo. Existían cuatro lanzas, pero los nazis creían que la que se encontraba en el Museo Hofburg de Viena
era la auténtica. Cuando el Tercer Reich se anexionó Austria, la pieza
pasó a manos de Adolf Hitler. Se suponía que otorgaba la victoria por
siempre a su poseedor, y la derrota y muerte a quien la perdiera. Horas
antes de que el «führer» se suicidase
en su búnker berlinés, soldados estadounidenses habían logrado hacerse
con la Lanza de Longinos o del Destino. Sobre la autenticidad de la
pieza que robó Hitler no hay duda. Los análisis efectuados en 2003 revelaron que la hoja de la lanza es de los siglos VII u VIII.
Himmler contra el padre Ripol
De entre todos los «objetos de poder» que buscó la Ahnenerbe, la pieza más codiciada por la sección ocultista de las SS era el Santo Grial,
que utilizó Jesús en la última Cena y que recogió su sangre cuando
moría crucificado. Se supone que José de Arimatea lo llevó a Europa, y
que los cátaros fueron los últimos en guardarlo en el Languedoc
francés. Allí, en las ruinas de Montsegur, lo buscó infructuosamente
uno de los miembros más destacados de la Ahnenerbe, el ocultista Otto Rahn.
Tras el fracaso de este gurú del esoterismo nazi, Himmler visitó el
monasterio de Montserrat y preguntó por el Cáliz. Como señala Rámila, el
«reichführer» quiso visitar los pasadizos subterráneos de la montaña, muy cercana a Montsegur, pero el padre Ripol, que hacía de anfitrión, rechazó la solicitud.
Miguel G. Aracil cuenta en Himmler en Montserrat: en busca del Grial
que el líder de las SS exigió ver todos los documentos del monasterio
que estuviesen relacionados con el Cáliz. Ante la negativa del padre
Ripol, Himmler gritó: «Todo el mundo en Alemania sabe que el Grial está
en Montserrat». Aracil cuenta también que el «reichführer» se negó a besar la imagen de la Virgen negra de Montserrat, la Moreneta, y demostró su ignorancia cuando «mientras visitaba el museo del monasterio, al ver unos restos de un hombre íbero
de grandes dimensiones, aventuró que se trataba sin duda de un guerrero
nórdico. Cuando el padre Ripol le explicó que era un íbero, no un
nórdico, el nazi aseguró enojado que los íberos eran oriundos del norte
de Europa».
Nazis en Toledo
Según cuenta Janire Rámila en Operación Trompetas de Jericó, otro de los tesoros que ambicionó la Ahnenerbe fue el Arca de la Alianza. Su búsqueda llevó a la sección arqueológica de las SS hasta España. Según las Sagradas Escrituras, Dios ordenó a Moisés construir un arca
como símbolo de la Alianza entre Él y el pueblo de Israel. Los judíos
la construyeron y guardaron en su interior las Tablas con los Diez
Mandamientos, la vara de Aarón y maná en un jarrón dorado. Se trataba de
un arma poderosa, pues tocarla provocaba la muerte, y poseerla otorgaba
la victoria. Con ella, 40.000 hebreos marcharon durante siete días
alrededor de la ciudad de Jericó, el séptimo día los sacerdotes tocaron sus trompetas y la muralla de la ciudad se derrumbó.
Pero
a los nazis de la Ahnenerbe se les presentaría un problema en caso de
encontrar el Arca. Según la tradición hebrea, sólo un gran rabino judío
podría abrirla sin morir, porque para ello era necesario conocer el verdadero nombre de Dios.
Únicamente mediante la cabalística, o ciencia que persigue la
comprensión de lo divino a través de los números y las letras, podrían
los nazis conocer el nombre de Dios y abrir el Arca. La Ahnenerbe buscó
un cabalista judío, y lo encontró en Auschwitz. El cabalista, que no
quería volver al campo de exterminio, se calló el hecho de que según la
tradición, tras la muerte de Jesús en la cruz y el posterior desgarro
del velo del Templo de Jerusalén, el pacto entre Dios e Israel se rompió, y el Arca perdió su poder.
Rámila asegura que el cabalista dirigió a la Ahnenerbe hasta la comunidad judía de Toledo. Allí los nazis debieron encontrar alguna pista del Arca, porque poco después el almirante Wilhelm Canaris, máximo responsable del espionaje de la Wehrmacht, decidió dirigirse al madrileño Museo Arqueológico Nacional,
donde creía que podría encontrar el Arca entre una colección de piezas
del Antiguo Egipto supuestamente recopiladas por una logia masónica. Sin
duda los nazis no lograron hacerse con este potente «arma», porque
perdieron la guerra.
Las expediciones al Tíbet y Sudamérica
Algunas teorías de los racistas nazis sostenían que el Tíbet pudo ser la cuna del pueblo ario. Según cuenta Heather Pringle en El plan maestro: arqueología fantástica al servicio del régimen nazi,
«los investigadores raciales afirmaban que los ancestros de Alemania
conquistaron Asia en el pasado remoto, dando lugar a una poderosa clase dominante de cabellos rubios».
La sección arqueológica de las SS envió una expedición al Tíbet dirigida por el biólogo Ernst Schäfer. Según Pringle, el investigador racial Bruno Beger, encargado de la parte más esotérica de la misión, midió los cráneos de 376 personas y sacó moldes de las cabezas y rostros de 17. El equipo de Schäfer llevó también a Alemania numerosos volúmenes de textos sagrados tibetanos. La Orden Negra, organización paralela a la sección ocultista de las SS, estaba interesada en los rituales de los lamas para contactar con los «seres superiores».
Bruno Beger midió los cráneos de 376 tibetanos
Crímenes contra la Humanidad
José Gregorio González recoge en Arqueología «fantástica» estas palabras de Bruno Beger, miembro del equipo que la Ahnenerbe envió al Tíbet: «Soy de la opinión de que el completo exterminio de los judíos
en Europa, y fuera de ella, en todo el mundo si es posible, no supondrá
que los elementos espirituales del judaísmo, con los que nos
encontramos a cada paso, sean plenamente erradicados. De este hecho se
deriva el importante papel de la investigación de las almas raciales».
Ahnenerbe no fue sólo una organización elitista de «arqueólogos» y «antropólogos» al servicio del ocultismo nazi. También surtió de seres humanos a la experimentación médica
del Tercer Reich. En la entrevista que hizo González a Heather Pringle,
la investigadora habla sobre las atrocidades médicas patrocinadas por
la sección de las SS: «August Hirt
y Bruno Beger seleccionaron prisioneros judíos para la “colección de
esqueletos”. Hirt también los expuso a gas mostaza». La Ahnenerbe
inoculó la vacuna del tifus a personas sanas, y también experimentó con
gas fosgeno.
Tras el «Proceso de los doctores» de los juicios de Nuremberg, Wolfram von Sievers, director de la Ahnenerbe, fue el único miembro de la sección ocultista de las SS condenado a muerte y ajusticiado
por su participación en el suministro de seres humanos a los
experimentos médicos que se realizaron en los campos de concentración
del Tercer Reich. Los intentos de los nazis por descubrir la esencia aria
viajando por todo el mundo y experimentando con seres humanos no dieron
fruto alguno. Tampoco pudieron determinar qué era la «raza judía».
Pringle afirma que «los investigadores alemanes fueron incapaces de
definir científicamente a la raza judía, que no era más que un
constructo ficticio. Un estudio revelaba que el 11 por ciento de los niños judíos eran rubios y de ojos azules».
Publicado en ABC
No hay comentarios :
Publicar un comentario