Aunque Suecia, en teoría, se mantuvo neutral en la II Guerra Mundial,
el caso es que la industria bélica alemana dependía del mineral de
hierro extraído en Suecia. Durante el verano, no había problemas en
embarcar el mineral en el puerto sueco de Lulea pero en invierno las
aguas del Golfo de Botnia se congelaban y gran parte del mineral debía
embarcarse por Narvik (Noruega). Además, Narvik se
encontraba unido por tren a Suecia, pero no así al resto del sistema
ferroviario noruego. Por lo tanto, Narvik servía como puerta de entrada a
las minas de hierro suecas y los Aliados entendieron que debían
controlar aquel punto estratégico.
Durante la Campaña de Noruega (1940) se libraron tres batallas entre las fuerzas Aliadas y Alemania en Narvik. Hitler solicitó permiso al primer ministro sueco, Per Albin Hansson,
para que tres trenes con 30 ó 40 vagones cada uno atravesasen el
territorio sueco hasta Narvik. En teoría, aquello vagones sólo iban a
transportar médicos, medicinas y alimentos. Tan convencido estaba Per
Albin Hansson, o tanto miedo tenía a Hitler, que incluso se puso en
contacto con Johan Nygaardsvold, el primer ministro noruego en el exilio, para asegurarle que aquellos trenes nunca transportarían tropas alemanas. La realidad, ahora sacada a la luz por Espen Eidum en Blodsporet,
fue muy distinta… aquellos trenes llevaban tropas alemanas – algunos
soldados iban disfrazados de médicos -, armamento y munición hasta
Narvik para volver cargados con soldados heridos y con prisioneros
noruegos que acabarían en los campos de concentración.
Aquellos tres trenes se convirtieron en un acuerdo de
tránsito que se disolvería el 15 de agosto de 1943, habiendo
transportado más de dos millones de pasajeros entre noruegos y militares alemanes.
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