Nicholson Baker muestra en 'Humo humano' cómo la pulsión destructiva de la II Guerra Mundial no era sólo de un bando - El autor rinde homenaje al pacifismo
El propósito declarado de Baker es saber si la II Guerra Mundial fue una "guerra buena" y si, hechos todos los balances, "ayudó a alguien que necesitara ayuda". Tal vez la sensación de que, al emprender esta tarea, se vería obligado a nadar a contracorriente de un relato historiográfico que consagra a Churchill y a Roosevelt como héroes haya llevado a Baker a plantear su obra, no como un volumen de historia al uso, sino como un texto coral en el que son los protagonistas quienes toman la palabra. El autor, por su parte, se ha limitado a seleccionar las declaraciones, los artículos de prensa, las cartas o los diarios en los que los protagonistas se expresan en primera persona, añadiendo de vez en cuando breves comentarios sobre el contexto y, siempre, la fecha de los documentos. El resultado es perturbador, como si, de pronto, hubieran sido convocados a escena todos los silencios, todos los equívocos imprescindibles para que la historia de la II Guerra Mundial se pueda seguir contando como hasta ahora.
Baker no expone una tesis, la ilustra. Y para ello concentra la mirada sobre dos de los dramas mayores del conflicto: el sistemático bombardeo de poblaciones civiles y las iniciativas, o mejor, la absoluta ausencia de iniciativas oficiales, para salvar a los judíos perseguidos por el nazismo. En realidad, la posición de Baker, la tesis que se propone ilustrar en Humo humano, sólo queda fijada en la dedicatoria con la que concluye un breve epílogo de apenas dos páginas: "Dedico este libro", escribe Baker, "a la memoria de Clarence Pickett y otros pacifistas estadounidenses y británicos. Jamás han recibido realmente el reconocimiento que se merecen. Intentaron salvar refugiados judíos, alimentar a Europa, reconciliar a Estados Unidos y Japón e impedir que estallara la guerra. Fracasaron, pero tenían razón".
Humo humano establece un implícito paralelismo entre la guerra total que inspira la estrategia de todos los contendientes en la II Guerra Mundial y los ataques aéreos en los territorios coloniales. Es entonces cuando aparecen por primera vez protagonistas como el futuro jefe del Bombing Command, Arthur Harris, y el también futuro primer ministro británico, Winston Churchill. "Estoy decididamente a favor de emplear gas tóxico", escribe Churchill al jefe de la Royal Air Force, "contra tribus incivilizadas". La confianza del primer ministro en la eficacia del bombardeo contra civiles, aunque ya no con gas tóxico, que había sido prohibido, se mantiene intacta al iniciarse la II Guerra Mundial, sólo que ahora Chur-chill pretende que la lluvia de fuego que descarga sobre las ciudades de Alemania transmitan el mensaje de que los alemanes deben rebelarse contra Hitler. Con el implícito y aterrador corolario de que, si no lo hacen, se convierten en cómplices del dictador.
Los textos que reproduce Baker recuerdan que el antisemitismo no fue sólo un sentimiento alimentado por el nazismo, sino un clima general. Cuando aún era un simple abogado, el futuro presidente Roosevelt se dirigió a la Junta de Supervisores de Harvard proponiendo que se redujera el número de judíos en la Universidad hasta que sólo representaran un 15%. Y Churchill, entretanto, publicaba en febrero de 1920 un artículo de prensa en el que decía que judíos "desleales" como Marx, Trotski, Béla Kun, Rosa Luxemburgo y Emma Goldman habían desarrollado "una conspiración mundial para el derrocamiento de la civilización". Creía, sin duda, en la existencia de "judíos leales", a quienes exigía en ese mismo artículo que vindicasen "el honor del nombre de judío", pero la obsesión antibolchevique le jugó la mala pasada de elogiar, también en la prensa, a Mussolini, de quien se declaró "encantado por el porte amable y sencillo" y "por su actitud serena e imparcial". E incluso a Hitler, de quien, dejándose influir por los comentarios de los que lo conocían, estima que era "un funcionario harto competente, sereno y bien informado de porte agradable y sonrisa encantadora". En contraposición, Trotski "era un judío. Seguía siendo un judío. Era imposible no tener en cuenta este detalle".
Es probable que quienes defienden la interpretación de la II Guerra Mundial como una "guerra buena", como una lucha escatológica contra el Mal Absoluto, reprochen a Baker la selección de los textos que ha incluido en su provocador Humo humano. Pero, aun así, esos textos seguirán estando donde están, y obligan, cuando menos, a repensar la relación entre la historia y el tan traído y llevado "trabajo de memoria".
Vía| El País
Hola, buenas!
ResponderEliminarMe parece muy interesante su blog, estoy fascinado por esta guerra.
Me gustaría que si pudieras le echaras un ojo a un video que he realizado para mi clase de historia. No es gran cosa, pero una opinión experta me podría ayudar sobre como mejorarlo o en que he fallado.
Aquí te dejo el link de youtube por si me hicieras el favor :)
http://www.youtube.com/watch?v=0QKY7BgWGkI&feature=channel_page
gracias de antemano!
Una cosa es la responsabilidad de la guerra o quién fue el mayor genocida en esos años. No creo que nadie tenga ninguna duda al respecto.
ResponderEliminarY otra muy diferente es si todo lo que hizo el otro bando fue correcto o moralmente correcto.
Está claro que, una vez que se desencadena una guerra como la que nos ocupa, el hombre deja de ser hombre y se convierte en lobo ("Homo homini lupus", que diría Hobbes)
Cuenta con ello Juanjo!!! (lo veré esta tarde en casa)
ResponderEliminarCayetano... tienes toda la razón, va en la naturaleza del hombre, pero bien es cierto los "ganadores" son los que cuentan la "historia", y claro, son relatos segados y parciales. Siempre es bueno hacer un poco de ejercicio de reflexión sobre la globalidad el conflicto, eso sí, sin caer en demonizaciones.
Yo no tengo ninguna duda de quienes fueron los mayores genocidas:
ResponderEliminar- Truman: jamás nadie ha matado tanta gente inocente en tan poco tiempo con una simple orden, bueno, fueron 2 (Hiroshima y Nagasaki)
- Harris: el mayor asesino de civiles que ha habido en la historia. Menudo elemento, hasta sus compañeros le hicieron el vacío al terminar la guerra por los bombardeos asesinos e innecesarios que organizó y ejecutó.
Pero claro, como son de los ganadores casi nadie habla de ellos.
Lo que hay es un auténtico genocidio cultural sobre la IIGM, pero con el tiempo se irá sabiendo la verdad, o por lo menos eso espero.
Juanjo, el vídeo me parece magnífico, bien montado y excelentemente documentado.
ResponderEliminarDesde luego si yo tuviera que evaluarlo, solo por el interés y por la investigación estarías más que aprobado, pero además es que está muy bien estructurado (o al menos eso me parece).
Te doy un 10/10...