jueves, 1 de octubre de 2009

Yo comandante de Auschwitz, crónica del Holocausto





Setenta años después, el horror del Holocausto judío en la Segunda Guerra Mundial sigue conmoviéndonos y desasosegándonos a partes iguales. ¿Qué pasaba por la mente de aquellos que fueron capaces de infligir una tortura tal a otros seres humanos solo por el hecho de ser diferentes? ¿Qué se ocultaba tras el escudo de frialdad de los comandantes nazis cuando ejecutaban la sentencia de muerte de miles de judíos? Aunque quizá nunca podamos llegar a comprender del todo esta horrible etapa de nuestra historia, las preguntas siguen acosándonos. La reedición, por parte de Ediciones B, de la biografía de Rudolph Höss, nombrado comandante del campo de concentración de Auschwitz, (donde se calcula que perdieron la vida más de 1,3 millones de judíos), nos ofrece una posibilidad inigualable de sumergirnos en el interior del pensamiento nazi.

Escritas por el propio Höss tras ser capturado por los aliados al final de la contienda, la obra nos adentra en la mente de un hombre que , lejos de mostrar arrepentimiento, se regodea una y otra vez en la tragedia y solo lamenta no haber podido levara su cruzada anti judía más allá. Yo, comandante de Auschwitz, es una obra diferente a las muchas que se han escrito sobre el Holocausto y comparable solo a las memorias del propio Hitler o de la joven Ana Frank en lo que a la descripción vívida y cruel de la realidad de ese momento se refiere.

Viaje a la mente de un torturador nazi

Penetrar en la mente de Höss a través de esta obra no es fácil. La dificultad no radica en la prosa, sino en la rabia que recorre cada poro del lector al comprobar cómo, este hombre, uno de los más cercanos al Führer, relata las torturas infligidas a los judíos sin siquiera un atisbo de arrepentimiento o empatía. ¿Fueron los nazis lo suficientemente efectivos en su “limpieza”? ¿Se pudo hacer más para eliminar a los judíos? Son las únicas peguntas que asaltan la mente de un hombre que, incluso en sus últimos días en una vieja celda carcelaria de Cracovia, esperando la muerte en la horca, seguía defendiendo las ideas del nacionalsocialismo. “Considero que la cosmovisión o Weltanshauung del nacionalsocialismo es la única apropiada para la naturaleza del pueblo alemán”, asegura en estas páginas, en las que también ratifica su obediencia ciega a Hitler: “Si el mismísimo Führer había ordenado la solución final, no correspondía a un nacionalsocialista de toda la vida como yo ponerlo en duda”.

Höss no escatima en detalles en ese oscuro relato de su vida que es Yo comandante de Auschwitz. La construcción de las celdas donde se hacinaba a los judíos, los crematorios, las cámaras de gas… Todo se relata de forma minuciosa, como si de lo que se estuviera hablando fuese de la construcción de un puente o de una carretera. “El comandante del campo de Treblinka me dijo que habían liquidado a uno 80.000 (judíos) en el transcurso de medio año. Sobre todo liquidaban a los judíos del gueto de Varsovia. Usaba gas monóxido. Yo no creía que sus métodos fuesen eficaces, así que cuando construí el campo de exterminación de Austchwitz, use Cyclon B, un ácido cristalizado. Nos llevaba solo entre 3 y 15 minutos acabar con ellos, dependiendo de las condiciones climáticas”, asegura en sus memorias.

Höss tampoco intenta minimizar los malos tratos y las condiciones infrahumanas a las que se sometía a los capturados en los campos de concentración y llega a preguntarse si los judíos habrían acabado por deshumanizarse ante tanta degradación. No oculta que mujeres y niños eran torturados ni muestra sentimiento alguno hacia los condenados e incluso juzga la moralidad de los judíos de los Sonderkommandos, que limpiaban las cámaras de gas, y se pregunta «cómo hacían para hallar en su interior la fuerza necesaria para cumplir día y noche su horrible faena».

El prólogo de Primo Levi, un canto a la esperanza

Las memorias de Höss son uno de los más sobrecogedores testimonios del horror que se vivió en aquellos días. Al leerlas, el lector vuelve al pasado y se reaviva el compromiso firme con la idea de que, pase lo que pase, el Holocausto no puede silenciarse, no puede olvidarse porque no puede volver a ocurrir.

El prólogo del libro escrito por Primo Levi, prisonero en el campo de concentración, es otra de las grandes bazas de esta obra que debería convertirse en una lectura obligada. “Un relato abominable”, esa es la descripción que hace Levi de este texto que , no obstante, asegura este judío italiano, no debe esconderse en un cajón, no debe olvidarse. En el texto de Levi no hay odio, ni tampoco resentimiento. Levi parece más bien sentir pena de un hombre, el comandante de Austchwitz, que “se paso la vida mintiéndose a sí mismo y al final se creyó la mentira que era su vida”. El prólogo de Levi es un homenaje a aquellos judíos que no tuvieron la misma suerte que él, a quienes no lograron sobrevivir hasta la llegada de los aliados. Un canto a la esperanza en una obra oscura, una llamada a la reflexión frente a esta mirada al diabólico pensamiento de la ideología nazi.

Inédito en España

Yo comandante de Austchwitz era, hasta el pasado mes, una obra prácticamente imposible de leer en nuestro país. Descatalogada desde 1979, el cruel retrato de la realidad nazi, no había vuelto a publicarse en nuestro país, quizá por medio despertar de nuevo el odio que llevó a que la insensatez se adueñara de una generación de alemanes que creyeron que la causa de todos sus problemas estaba en aquellos que eran diferentes. De ahí la importancia de la reedición de una obra que ha sido descrita por los prisioneros de los campos como una de las más instructivas que jamás se han escrito sobre lo que realmente sucedió entre aquellas oscuras paredes.

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