domingo, 11 de abril de 2010

Goebbels, el puro mal

La biografía se basa en los nuevos documentos desclasificados, entre ellos sus diarios (1923-1945), que estaban en poder de la antigua Unión Soviética. El libro repasa una adolescencia problemática y una relación familiar compleja, su gran inclinación artística, su gran capacidad de seducción, su tumultuosa vida sentimental, sus innovadoras técnicas de propaganda y su fe ciega en Hitler. Su obsesión por el «sacrificio» le llevó al suicidio después de matar a su esposa y sus seis hijos. El autor, Toby Thacker, es un historiador británico, profesor en la Universidad de Cardiff, especialista en el Tercer Reich.

El odio de Goebbels por los judíos resulta hoy más difícil de explicar, y le costó mucho más agitar ese sentimiento en el público alemán. Desde su primera implicación en política en 1924 hasta los últimos días de 1945, ese odio fue un tema sostenido en su vida privada y pública. A diferencia de Hitler, que en público moduló cuidadosamente su antisemitismo, con un ojo puesto en la opinión nacional y otro en la internacional, Goebbels habló y escribió siempre sobre ese odio en términos tan extremos que casi cuesta creerlo hoy en día. Estuvo vinculado a las medidas públicas más radicales contra los judíos, como el boicot a sus comercios en abril de 1933, la quema de libros en mayo de 1933, el pogrom de noviembre de 1938 y la imposición de la estrella amarilla a los judíos alemanes y su deportación «hacia el Este» en noviembre de 1941. Tal como hemos visto, en textos públicados y en discursos se congratuló del «cumplimiento» de la «profecía» hitleriana de 1939 de que los judíos serían «exterminados» o «erradicados».
Es característico de Goebbels que se refiriera a ello en un lenguaje sin ambigüedades, frente al eufemismo «solución final» que otros adoptaron; de hecho, esta expresión aparece rara vez en sus diarios y discursos. A diferencia de Hitler, que dio a menudo discursos en los que no mencionó a los judíos y estuvo periodos largos sin hablar de ello, Goebbels abordó el asunto prácticamente cada vez que habló en público.

Repetir, repetir, repetir
¿De dónde le venía ese odio? Ya hemos visto que Goebbels, en virtud de una crisis de identidad prolongada, o «segundo nacimiento», sufrida entre 1917 y 1924, llegó a ver al «judaísmo internacional» como la fuente de todos sus problemas, y por extensión de los de Alemania, sobre todo en el ámbito con el que se identificaba en mayor medida, el de la cultura y las artes. El presente libro no es un estudio psicoanalítico, y su autor no está cualificado para especular acerca del origen del odio de Goebbels en periodos muy tempranos de su existencia, especialmente su infancia antes de la fallida operación del pie en 1907. La descripción idealizada que dio sistemáticamente de su madre, sobre todo después de la muerte de su padre en 1929, resulta de una exageración tan patente que deja traslucir una relación mucho más complicada y tirante. Aunque más tarde, de forma parecida, presentó una imagen ridículamente idealizada de su padre, sabemos por su diario y por la correspondencia entre ambos que ha llegado hasta nosotros que no fue ni de lejos una relación sencilla. Acaso Goebbels, mientras se abría paso a través de una adolescencia conflictiva, pudo haber generado una sensación temprana de escaso valor frente a enemigos imaginarios. Sin duda alguna hay una vena psicótica en las expresiones más virulentas de su odio, según muestran los ejemplos ya aducidos al respecto.
En su análisis de los orígenes de la «maldad de Hitler», a Ron Rosenbaum le llamó la atención que Lucy Dawidowicz se fijara en las reiteradas aseveraciones de Hitler de que los judíos dejaron de reírse en cuanto se desplegó su plan de exterminio, a partir de 1939. Rosenbaum siguió esa pista para ratificar la idea de que Hitler no tuvo la menor vacilación, duda o necesidad de justificarse con respecto al asesinato en masa de los judíos, y señaló además que Hitler y Goebbels a menudo se rieron juntos de la apurada situación de sus adversarios. Pero no subraya que Goebbels, al anotar sus conversaciones con Hitler, repitió invariablemente la idea de que dentro de poco a los judíos no les iba a quedar ninguna razón para reírse. Fue una fanfarronada que ambos compartieron, y pienso que en este sentido las conclusiones de Rosenbaum sobre Hitler pueden hacerse extensivas a Goebbels. En todo lo que éste escribió o dijo sobre los judíos no hubo jamás el menor sentimiento de recelo, incertidumbre o remordimiento. Hay una nota de horror en la críptica alusión de su diario al gaseamiento de judíos en Polonia en 1942, pero apunta antes a los medios empleados –que reconocía que eran «bastante bárbaros»– que al fin perseguido.
Carecemos de suficientes pruebas para cuantificar cuánto influyó la propaganda antisemita de Goebbels en las capas más amplias de la población alemana. A partir de referencias individuales
podemos decir que hubo muchos que se sintieron repelidos, e igualmente que muchos otros reaccionaron favorablemente a esa propaganda.
Quizá, como algunos historiadores han sostenido, Goebbels fracasara a la hora de convencer a los alemanes de que era necesario matar a los judíos, pero no hay duda de que con la constante repetición de esas ideas, perfectamente asentadas en el discurso público, contribuyó a que los alemanes fuesen más receptivos ante el programa nazi de exclusión gradual que culminó con la muerte de millones de seres humanos. ¿Cuántos alemanes han afirmado después de 1945 que no sabían nada del asesinato de los judíos y que nunca habrían dado apoyo a tales acciones, pero añadiendo a continuación que creían que los judíos tenían una influencia excesiva en las artes, el periodismo y las finanzas, y que las medidas para restringir ese exceso estaban justificadas? Concedamos la última palabra sobre este controvertido asunto a Victor Klemperer, el observador más perspicaz de aquel entonces. Después de sobrevivir al bombardeo británico de Dresde, su ciudad natal (bombardeo que casualmente lo salvó de la deportación), se hizo pasar por «ario», y una noche de marzo de 1945 conversó con una joven que empezaba a albergar serias dudas sobre el futuro de la guerra y sobre el régimen nazi. Con todo, la joven dijo: «Sólo odio a los judíos; creo que me he dejado influenciar un poco en ese asunto»

- Título del libro: «Joseph Goebbels. Vida y muerte».
- Autor: Toby Thacker.
- Edita: Ariel
- Fecha de publicación: 13 de abril de 2010.

2 comentarios :

  1. Buena entrada.
    Goebbels, un personaje complejo, como el propio Hitler, con una infancia problemática, frustraciones varias, problemas de salud, peculiares relaciones con las mujeres... La cojera del ministro de propaganda, originada por la polio en su infancia, le amargó el carácter, le acomplejó... Los judíos fueron los chivos expiatorios que pagaron los platos rotos de la crisis, una forma de unir a los alemanes contra un enemigo común.
    La táctica de Goebbels de repetir y repetir hasta la saciedad un mismo mensaje le dio buen resultado, caló hondo entre la población y creó escuela: una mentira mil veces repetida se convierte en una verdad. Algunos polícos actuales, con sus medios de comunicación afines, han tomado buena nota de esa táctica que tan buenos resultados dio a su creador.
    Un saludo.

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  2. Hola
    No puedo estar más en desacuerdo. La mayoría de cuantas afirmaciones se hacen en este texto no son más que distorsiones de la historia verdadera y mitos creados más que acontecidos. La mente enfermiza de Goebbels no es más que la distorsión de un licenciado por hasta 8 Universidades de prestigio; su inigualable oratoria se intenta reducir a que era un mero "repetir y repetir". Quienes son los que repiten y repiten son los posíticos actuales a través de su infame y reiterado discurso de la igualdad y la democracia. Y decir que esos datos falseados son los que han conducido al llamado Holocausto es la mayor de las falsedades. Falta el nexo entre la causa y la razón, faltan datos, se omiten los que no interesan. Como en toda la "cuestión judía". Por lo que he leído este blog, se ha acoplado a la linea reiteradora y no a la del contraste en este tema, lo cual desdice su más que elogieble presentación, por la cual aprovecho para felicitarle.
    Un saludo!

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