-Ha investigado también otro tipo de vestigios impactantes: el paso de nazis por Sevilla.
-Sobre todo el recuerdo de los que convivieron con ellos en la ciudad. El interés me viene de la relación de mis padres con uno de ellos, Léon Degrelle, comandante de la sección valona belga que Hitler cita como el hijo que le hubiera gustado tener, y cuyo avión cae en la playa donostiarra de La Concha al escapar de la Alemania que se venía abajo. El Gobierno de Franco lo recoge, le da nueva identidad, y este miembro de las SS se refugia en Constantina (Sevilla), donde se dedica a la arqueología y construcción, hasta que el derrumbamiento de unos barracones que levantó para operarios del radar en el Cerro Militar del Negrillo le lleva a trasladarse a Torremolinos, donde muere en 1994. Mis padres lo conocen porque su finca de La Carlina colinda con una de mi familia paterna y porque una de sus hijas se casa con el hijo de Servando Balaguer, dentista local para el que trabaja mi madre.
-¿Y todos sabían que era un criminal de guerra?
-Allí se le conocía como Juan de La Carlina o Juan León; se sabía que era un señor adinerado que gozaba de alta protección, con una dotación policial siempre a la puerta de su casa. En dos ocasiones, el servicio secreto israelí y el francés trataron de raptarlo para juzgarlo como criminal de guerra. Fíjese que el paseo que iba desde la entrada de la finca hasta el Castillo Blanco, donde vivía, estaba adornado con esvásticas, y ya habían pasado años desde el fin de la guerra. Pero Léon es solo uno de los 107 nazis de los que relato sus andanzas por España.
-Hoy sus descendientes habitan entre nosotros.
-Y saben quiénes eran. Para muchos solo fueron patriotas a quienes les tocó vivir en esa Alemania, y así lo justifican. Federico, hijo de uno de los hermanos Ludwig, dice que solo hicieron acciones puntuales para el Tercer Reich, pero la Historia cuenta otra cosa.
-El peso de la culpa contra el recuerdo.
-Muchos no la tienen: la memoria. La vergüenza de servir a un asesino como Hitler, entregado al esoterismo, quiere tapar la dedicación de aquellos espías.
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