John Demjanjuk comparece a partir del lunes ante un tribunal de Múnich (sur de Alemania), que deberá dilucidar si es el respetable abuelo que parece o el sádico guardián de un campo de exterminación nazi donde murieron miles de judíos.
Demjanjuk, de 89 años, está acusado de haber participado en la muerte de 27.900 judíos en el campo de Sobibor (actualmente en Polonia), del que fue uno de los guardianes en 1943 y donde fallecieron un total de 250.000 personas, entre mujeres, niños y hombres, durante la Segunda Guerra Mundial.
Dieciseis años después de haberse librado de la pena capital en Israel, este apátrida de origen ucraniano encabeza la lista de criminales de guerra nazis redactada por el Centro Simon Wiesenthal.
El juicio del lunes no será el primero en su contra. En 1986 fue juzgado en Jerusalén, acusado de haber sido 'Iván el terrible', un guardia ucraniano del campo de Treblinka bien conocido por su crueldad. Condenado a muerte en 1988, fue puesto en libertad cinco años más tarde, cuando se probó que él no era 'Iván el terrible'.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, Demjanjuk se estableció en una periferia de Cleveland (norte de Estados Unidos), donde vivió desde 1952 junto con sus tres hijos. A raíz de unas informaciones que probaban que fue uno de los guardianes de otro campo de concentración nazi, fue desposeído de su nacionalidad estadounidense en 2002 por haber mentido sobre su pasado cuando hizo su petición de inmigración. Estados Unidos quería haberlo expulsado, pero ningún país accedió a acogerlo. Sólo Alemania, al final, decidió juzgarlo. Tras una batalla judicial, fue deportado en mayo a Múnich, la capital del estado de Baviera, donde había vivido tras la guerra.
Demjanjuk ha negado insistentemente haber estado en cualquier campo de exterminación nazi. Sostiene que fue capturado en 1942 cuando estaba en el Ejército Rojo y trasladado de un campo de prisioneros a otro hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Durante su juicio en Israel se le preguntó si había matado a alguien en su vida. "Jamás. No puedo ni matar a un pollo. Es mi mujer quién lo hace", respondió entre sollozos.
En Estados Unidos vivió discreta y tranquilamente, trabajando como obrero en una fábrica del constructor automovilístico Ford, criando a sus tres hijos junto a su esposa, Vera, y yendo a la iglesia regularmente los domingos. Uno de sus vecinos ha contado al semanario Der Spiegel que su única pasión era cuidar de su jardín.
A sus 89 años, sufre una serie de problemas de salud, pero la justicia ha establecido que no le impedirán comparecer ante el tribunal. Las cadenas televisivas estadounidenses lo filmaron en el pasado en una silla de ruedas, lamentándose de fuertes dolores. Sin embargo, en otras imágenes obtenidas posteriormente aparecía caminando por su propio pie, mucho más en forma. A Múnich fue trasladado en un avión sanitario especial y entró en la prisión de la ciudad en camilla, entubado. Las audiencias del juicio se han limitado a dos sesiones diarias de 90 minutos cada una debido a su estado de salud.
En su proceso en Jerusalén, Demjanjuk provocó duras reacciones de hostilidad al lanzar besos al público que asistía a las audiencias, estirarse delante del mismo e insultar a un testigo. Esta vez, sus abogados ya han afirmado que puede ser que el acusado no hable.
Su esposa, Vera, ha asegurado al diario sensacionalista alemán Bild que están agotados por años de batallas judiciales y que sólo quieren "morir en paz".
Demjanjuk, de 89 años, está acusado de haber participado en la muerte de 27.900 judíos en el campo de Sobibor (actualmente en Polonia), del que fue uno de los guardianes en 1943 y donde fallecieron un total de 250.000 personas, entre mujeres, niños y hombres, durante la Segunda Guerra Mundial.
Dieciseis años después de haberse librado de la pena capital en Israel, este apátrida de origen ucraniano encabeza la lista de criminales de guerra nazis redactada por el Centro Simon Wiesenthal.
El juicio del lunes no será el primero en su contra. En 1986 fue juzgado en Jerusalén, acusado de haber sido 'Iván el terrible', un guardia ucraniano del campo de Treblinka bien conocido por su crueldad. Condenado a muerte en 1988, fue puesto en libertad cinco años más tarde, cuando se probó que él no era 'Iván el terrible'.
Al final de la Segunda Guerra Mundial, Demjanjuk se estableció en una periferia de Cleveland (norte de Estados Unidos), donde vivió desde 1952 junto con sus tres hijos. A raíz de unas informaciones que probaban que fue uno de los guardianes de otro campo de concentración nazi, fue desposeído de su nacionalidad estadounidense en 2002 por haber mentido sobre su pasado cuando hizo su petición de inmigración. Estados Unidos quería haberlo expulsado, pero ningún país accedió a acogerlo. Sólo Alemania, al final, decidió juzgarlo. Tras una batalla judicial, fue deportado en mayo a Múnich, la capital del estado de Baviera, donde había vivido tras la guerra.
Demjanjuk ha negado insistentemente haber estado en cualquier campo de exterminación nazi. Sostiene que fue capturado en 1942 cuando estaba en el Ejército Rojo y trasladado de un campo de prisioneros a otro hasta el final de la Segunda Guerra Mundial. Durante su juicio en Israel se le preguntó si había matado a alguien en su vida. "Jamás. No puedo ni matar a un pollo. Es mi mujer quién lo hace", respondió entre sollozos.
En Estados Unidos vivió discreta y tranquilamente, trabajando como obrero en una fábrica del constructor automovilístico Ford, criando a sus tres hijos junto a su esposa, Vera, y yendo a la iglesia regularmente los domingos. Uno de sus vecinos ha contado al semanario Der Spiegel que su única pasión era cuidar de su jardín.
A sus 89 años, sufre una serie de problemas de salud, pero la justicia ha establecido que no le impedirán comparecer ante el tribunal. Las cadenas televisivas estadounidenses lo filmaron en el pasado en una silla de ruedas, lamentándose de fuertes dolores. Sin embargo, en otras imágenes obtenidas posteriormente aparecía caminando por su propio pie, mucho más en forma. A Múnich fue trasladado en un avión sanitario especial y entró en la prisión de la ciudad en camilla, entubado. Las audiencias del juicio se han limitado a dos sesiones diarias de 90 minutos cada una debido a su estado de salud.
En su proceso en Jerusalén, Demjanjuk provocó duras reacciones de hostilidad al lanzar besos al público que asistía a las audiencias, estirarse delante del mismo e insultar a un testigo. Esta vez, sus abogados ya han afirmado que puede ser que el acusado no hable.
Su esposa, Vera, ha asegurado al diario sensacionalista alemán Bild que están agotados por años de batallas judiciales y que sólo quieren "morir en paz".
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