George Steer ofrece un personaje de leyenda a pesar de que su crónica más célebre, el bombardeo de Gernika, le sepultó bajo el peso de la historia. En sus 35 años de vida encarnó el espíritu de un Quijote moderno dispuesto a librar cualquier batalla en nombre de la democracia. En aquellos tiempos turbulentos, su pluma tuvo un eco demoledor hasta el punto de remover la conciencia de genios de la talla de Picasso, que se inspiró en su extraordinario relato para crear su irrepetible Guernica.
Su origen acomodado en Sudáfrica apenas podía presagiar su intenso periplo vital que le hizo vivir varias vidas en una como periodista, escritor y soldado. El periodismo estaba reservado para él como derecho de cuna ya que su padre era propietario de un rotativo sudafricano.
Sus primeras crónicas sobre cricket, se alejaban del corresponsal de guerra que puso en jaque la maquinaria propagandística del nazismo. Sin embargo, su espíritu inquieto, algunas fuentes hablan incluso de una personalidad difícil, le llevaron a cubrir los principales conflictos bélicos previos a la Segunda Guerra Mundial.
Su bautismo de fuego se produce en Abisinia, donde denuncia el afán imperialista italiano en el continente africano. En este país, conoce a su primera mujer, también corresponsal, la anglo-española Margarita de Herrero.
El contacto con Euskadi supuso un flechazo hacia la cultura y la causa vasca. Su propio periplo personal, su marcha repentina a Londres por el fallecimiento de su mujer, permitió descubrir a las autoridades vascas que el bloqueo del puerto de Bilbao era en realidad una operación ficticia para bloquear la actividad diaria.
De hecho, el corresponsal fue un abanderado del Gobierno vasco y logró cautivar una fuerte amistad con el propio lehendakari Aguirre. La relación se cimentó en una corriente de simpatía mutua fruto de la coincidencia de edad y del fuerte idealismo de ambos. Con todo, el muñidor de la relación fue Bruno Mendiguren, tío del actual concejal de Bilbao Ibon Areso, que ejerció de enlace de prensa en el Gobierno vasco.
Para la posteridad queda su crónica de la masacre de Gernika. A las 19.45 horas del 26 de abril de 1937, cuando las aviaciones alemana e italiana culminaban su asalto, Steer cenaba junto con otros dos corresponsales en Bilbao.
Su salida precipitada le permitió contemplar sobre el terreno la destrucción total de Gernika recopilando los testimonios de las víctimas. El inglés tuvo que poner en el mapa mediático a una población desconocida para el mundo enmarcándola como villa espiritual de los vascos.
Su relato supuso su ingreso en la lista negra de la Gestapo de Hitler. Steer culminó su relato de la masacre con su ensayo The tree of Guernica, publicado por el exilio vasco en Venezuela en la década de los 60.
Tras la caída de Bilbao, huyó a la desesperada hasta alcanzar París en un estado lamentable. En la Segunda Guerra Mundial dio un paso adelante reclutado en el ejército británico. Paradojas de la vida, su muerte se produjo en la India cuando se dirigía a una prueba deportiva. En su muñeca se le encontró un reloj, regalo personal de Aguirre.
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