Separados cuando murió su madre, Heinz perdió gradualmente el contacto con Edith después de que, tras unirse a la Wehrmacht de joven, fuese capturado en Países Bajos y acabase como prisionero en un campo de Escocia en 1945.
Originalmente de Hindenburg, renombrada como Zabrze en el sur de Polonia, Roestel es uno de los miles de prisioneros que se quedó en Reino Unido después de la guerra por que se enamoraron, encontraron trabajo o perdieran sus casas después de que Alemania se dividiera en dos.
Los historiadores reconocen que la integración de estos prisioneros, donde se incluye a la leyenda del Manchester City Bert Trautmann, ayudó a curar las heridas y abrió puentes con el continente europeo, aunque su destino se ha pasado a menudo por alto.
Roestel, de 85 años, se asentó en el sur de Escocia y con la esperanza perdida de poder ver una vez más a Edith, fue ella quien siguió su pista hasta el pueblo de Penpont este verano. Poco antes de salir desde Alemania, su hermano sufrió un infarto, pero aún así pudo reconocerla.
"Se parece a mi madre", dijo Roestel desde su cama de hospital en Dumfries. "Estaba encantada de verme. Cuando no has visto a alguien durante 80 años, estarías igual", añadió.
"No tenía un lugar al que volver a Alemania", explicó Roestel, cuyo padre murió en la guerra. "Tenía que haber vuelto al sector soviético, así que decidí permanecer aquí", aclaró.
Como otros alemanes que viven en los alrededores de Dumfries, Roestel fue internado en el campo de Carronbridge donde prisioneros de guerra y desplazados desde Europa permanecieron hasta su clausura en 1948.
Al principio, los británicos estaban recelosos por tener ex soldados alemanes en su tierra. Algunas encuestas de la época recogían que el 60 por ciento de los británicos tenían un mala visión de los alemanes. Un año después, dicha cifra descendió al 20%.
En los alrededores de Thornhill, los locales establecieron vínculos con los alemanes, como Riestel, que se casó con una mujer de la zona. "Solían jugar al fútbol y Thornhill pasó a apoyar al equipo de Jerry", comenta Margaret Marchbank, de 76 años y originaria de la región.
La experiencia de vivir y trabajar con alemanes ayudó a los británicos a olvidarse de la guerra, afirma Terry Charman, historiador del Museo de Guerras Imperiales, pero no se ha prestado mucha atención a los prisioneros de guerra.
"La sensación que tienen los británicos de los prisioneros de guerra se resumen a Colditz y 'La gran evasión'", comenta Charman. "Creo que muchos jóvenes se sorprenderían al aprender que los prisioneros de guerra alemanes estuvieron viviendo aquí normalmente", agregó.
Unos 400.000 prisioneros alemanes acabaron en Reino Unido en 1946, que correspondían a un cuarto de los trabajadores de la agricultura del país, comenta la experta en migraciones alemanas después de la segunda Guerra Mundial, Weber-Newth, de la Universidad Metropolitana de Londres. "Contribuyeron satisfactoriamente a la economía británica", añadió. "Y de alguna forma fueron los pioneros de la Unión Europea", opinó.
Richard Michalek, de 85 años, dice que la hospitalidad de los granjeros de las Highlands escocesas les convencieron para quedarse, pero no antes de recorrer medio mundo como prisioneros de guerra. Capturado en Normandia por estadounidenses cuando tenía 19 años, Michalek fue transportado a Inglaterra, después cruzó el océano Atlántico donde trabajó en los campos de algodón de Oklahoma vestido con ropas negras.
"Nos llamaban las SS de Truman", refiriéndose al presidente estadounidense Harry Truman y a la fuerzas de élite de los nazis. Fueron devueltos a Reino Unido a través del Canal de Panamá, desde donde llegarían a Escocia y se encontrarían a varios oficiales en 'kilt'... Y no pudieron parar de reir.
"Nunca había visto a un hombre con falda", comenta Michalek. Los mandos les obligaron a permanecer de pie en el frío durante horas.
"Al final, unos 15.000 alemanes se quedaron", comenta Weber-Newth. Algunos, como Roestel, nunca miraron atrás, hasta el punto de que cuando se reencontró con su hermana tuvieron que hablar en inglés a través de un yerno.
"Después de que te casas tienes que hablar escocés para sobrevivir: olvidas la mayoría del alemán. Nunca volví", dice Roestel, que trabajó de ganadero hasta que se retiró en 1990, en el momento en el que Alemania se unificaba.
Otros como Georg Kotzyba, un bisabuelo de 84 años, ha mantenido lazos con Alemania a pesar de pasar casi toda su edad adulta en Escocia.
"Fui soldado durante 6 meses y me capturaron. Pero suelo volver todos los años", comenta Kotzyba, que se siente afortunado a pesar de pasar por 18 campos de prisioneros. "Cuando veo lo que les pasó a los prisioneros en Rusia, no hay comparación", añade.
Todavía algunos mantienen una fuerte identidad nacional, como Kotzyba y Michalek, que mantienen su pasaporte alemán.
"Apoyo a Escocia cuando juegan contra otro equipo" dice Kotzyba con una sonrisa. "Excepto cuando se trata de Alemania", precisaba.
Originalmente de Hindenburg, renombrada como Zabrze en el sur de Polonia, Roestel es uno de los miles de prisioneros que se quedó en Reino Unido después de la guerra por que se enamoraron, encontraron trabajo o perdieran sus casas después de que Alemania se dividiera en dos.
Los historiadores reconocen que la integración de estos prisioneros, donde se incluye a la leyenda del Manchester City Bert Trautmann, ayudó a curar las heridas y abrió puentes con el continente europeo, aunque su destino se ha pasado a menudo por alto.
Roestel, de 85 años, se asentó en el sur de Escocia y con la esperanza perdida de poder ver una vez más a Edith, fue ella quien siguió su pista hasta el pueblo de Penpont este verano. Poco antes de salir desde Alemania, su hermano sufrió un infarto, pero aún así pudo reconocerla.
"Se parece a mi madre", dijo Roestel desde su cama de hospital en Dumfries. "Estaba encantada de verme. Cuando no has visto a alguien durante 80 años, estarías igual", añadió.
"No tenía un lugar al que volver a Alemania", explicó Roestel, cuyo padre murió en la guerra. "Tenía que haber vuelto al sector soviético, así que decidí permanecer aquí", aclaró.
Como otros alemanes que viven en los alrededores de Dumfries, Roestel fue internado en el campo de Carronbridge donde prisioneros de guerra y desplazados desde Europa permanecieron hasta su clausura en 1948.
Al principio, los británicos estaban recelosos por tener ex soldados alemanes en su tierra. Algunas encuestas de la época recogían que el 60 por ciento de los británicos tenían un mala visión de los alemanes. Un año después, dicha cifra descendió al 20%.
En los alrededores de Thornhill, los locales establecieron vínculos con los alemanes, como Riestel, que se casó con una mujer de la zona. "Solían jugar al fútbol y Thornhill pasó a apoyar al equipo de Jerry", comenta Margaret Marchbank, de 76 años y originaria de la región.
La experiencia de vivir y trabajar con alemanes ayudó a los británicos a olvidarse de la guerra, afirma Terry Charman, historiador del Museo de Guerras Imperiales, pero no se ha prestado mucha atención a los prisioneros de guerra.
"La sensación que tienen los británicos de los prisioneros de guerra se resumen a Colditz y 'La gran evasión'", comenta Charman. "Creo que muchos jóvenes se sorprenderían al aprender que los prisioneros de guerra alemanes estuvieron viviendo aquí normalmente", agregó.
Unos 400.000 prisioneros alemanes acabaron en Reino Unido en 1946, que correspondían a un cuarto de los trabajadores de la agricultura del país, comenta la experta en migraciones alemanas después de la segunda Guerra Mundial, Weber-Newth, de la Universidad Metropolitana de Londres. "Contribuyeron satisfactoriamente a la economía británica", añadió. "Y de alguna forma fueron los pioneros de la Unión Europea", opinó.
Richard Michalek, de 85 años, dice que la hospitalidad de los granjeros de las Highlands escocesas les convencieron para quedarse, pero no antes de recorrer medio mundo como prisioneros de guerra. Capturado en Normandia por estadounidenses cuando tenía 19 años, Michalek fue transportado a Inglaterra, después cruzó el océano Atlántico donde trabajó en los campos de algodón de Oklahoma vestido con ropas negras.
"Nos llamaban las SS de Truman", refiriéndose al presidente estadounidense Harry Truman y a la fuerzas de élite de los nazis. Fueron devueltos a Reino Unido a través del Canal de Panamá, desde donde llegarían a Escocia y se encontrarían a varios oficiales en 'kilt'... Y no pudieron parar de reir.
"Nunca había visto a un hombre con falda", comenta Michalek. Los mandos les obligaron a permanecer de pie en el frío durante horas.
"Al final, unos 15.000 alemanes se quedaron", comenta Weber-Newth. Algunos, como Roestel, nunca miraron atrás, hasta el punto de que cuando se reencontró con su hermana tuvieron que hablar en inglés a través de un yerno.
"Después de que te casas tienes que hablar escocés para sobrevivir: olvidas la mayoría del alemán. Nunca volví", dice Roestel, que trabajó de ganadero hasta que se retiró en 1990, en el momento en el que Alemania se unificaba.
Otros como Georg Kotzyba, un bisabuelo de 84 años, ha mantenido lazos con Alemania a pesar de pasar casi toda su edad adulta en Escocia.
"Fui soldado durante 6 meses y me capturaron. Pero suelo volver todos los años", comenta Kotzyba, que se siente afortunado a pesar de pasar por 18 campos de prisioneros. "Cuando veo lo que les pasó a los prisioneros en Rusia, no hay comparación", añade.
Todavía algunos mantienen una fuerte identidad nacional, como Kotzyba y Michalek, que mantienen su pasaporte alemán.
"Apoyo a Escocia cuando juegan contra otro equipo" dice Kotzyba con una sonrisa. "Excepto cuando se trata de Alemania", precisaba.
No hay comentarios :
Publicar un comentario