lunes, 13 de diciembre de 2010

Bernd Trautmann, de soldado nazi a Caballero del Imperio británico

Entrevista obtenida del diario deportivo AS.

Junto a la playa de Almenara, en Castellón, reposa una leyenda viva: Bernd 'Bert' Trautmann, paracaidista de la Luftwaffe alemana en la II Guerra Mundial, prisionero en Inglaterra y héroe en la portería del Manchester City. Trautmann, Caballero del Imperio británico, recibió a AS.

Gracias por recibirnos, Herr Trautmann. Antes de todo, cuéntenos, por favor, sus recuerdos del 5 de mayo de 1956, cuando ganó la FA Cup en la portería del Manchester City... con el cuello roto.

Yo me lancé a por el balón cuando llegaba Peter Murphy, de Birmingham, salvé la jugada y, en el cruce, Murphy me golpeó con la rodilla en la parte posterior del cuello. Sentí un crujido, me mareé y me quedé sin visión. Vino nuestro masajista, Laurie Barnett, que me dijo: "Sólo quedan 14 minutos". Ganábamos 3-1. En lo último que podía pensar era en abandonar...

Entonces...

Sé que seguí en el campo, pero era entre una neblina. Con la prolongación, aún se jugaron 16 minutos. Actuaba por instinto. Sé que aún hice tres paradas más. Me lanzaba a por el balón pero era entre esa neblina. Empecé a ver algo cuando terminó el partido. Subimos al palco de Wembley a recoger la Copa y el Príncipe Felipe de Edimburgo dijo: "Parece que tiene usted el cuello torcido". Él me había saludado en alemán ('Sehr Gut', 'Todo bien') en la final del año anterior, que habíamos perdido ante el Newcastle. Aún pude ir a la cena con el equipo. Y...

En realidad, había escapado a la muerte por un milagro.

Eso lo supe cuatro días después, porque al día siguiente, en Londres, me insistieron en que sólo tenía una dislocación. Pero el dolor no cedía, y ya en Manchester me hicieron Rayos X y supimos lo que había pasado: tenía cinco vértebras dislocadas en la zona del cuello. La segunda se había roto en dos, pero la misma dislocación de la tercera impidió que me dañara la médula. Digamos que escapé a la muerte por tres centímetros. Estuve completamente inmovilizado y con la cabeza fija hasta finales de noviembre. Fue el peor año de mi vida porque, además, mi hijo John fue atropellado y muerto por un automóvil. Yo volví a jugar en la Navidad de 1956.

¿Es posible que usted llegara a ser tan buen portero por la memoria que su cuerpo tenía de haber sido paracaidista en la II Guerra Mundial?

Puede ser. Eso lo decía Steve Wilson, de la BBC. Algo pudo quedar ahí de nuestros saltos en el aire, en la forma en que yo buscaba el balón y me lanzaba a por él. Pero yo no sólo había sido paracaidista. También jugué mucho a balonmano y, antes de la II Guerra Mundial, había sido subcampeón de Alemania júnior en decatlón. saltaba siete metros en longitud. Yo vivía en Bremen, pero no me perdía por la radio nada de lo que pasaba en los Juegos Olímpicos de 1936, en Berlín.

Entre esos años de su infancia y adolescencia, desde 1922 hasta 1939, y desde 1939 hasta 1945, cuando quedó hecho prisionero de guerra por los ingleses, se puede decir que pasaron ciertas cosas en su vida... y en el mundo. Usted, que lo ha visto todo, ¿cómo se explica ahora todo lo que pasó, tantos años después...?

Los que vivimos aquella situación de Alemania, aún podemos recordar los acontecimientos. Hay una línea roja en la historia de Alemania que casi siempre nos conduce a invadir otros países, en guerras... que muchas veces hemos perdido. En lo que yo sé durante mi vida, todo arrancó en la I Guerra Mundial, donde tuvimos más de cinco millones de bajas.

¿Cómo aparece Hitler y todo lo demás?

Perdemos en 1918, nos imponen el Tratado de Versalles y comienza una situación lamentable en el país: enfrentamientos en las calles, casi siete millones de parados, inflación terrible. Mi padre trabajaba el día entero en los muelles de Bremen, podía llegar a casa con un millón de marcos... y ese millón de marcos sólo daba para comprar una hogaza de pan, que teníamos que dividir en dos para todo el día.

Y...

Y efectivamente, en esta situación aparecen Hitler y los suyos. Este hombre promete arreglar las condiciones de trabajo, gana unas elecciones, aunque no con la mayoría que se dijo (hubo manipulación), construye las autopistas, hay más trabajo, promete recuperar el orgullo perdido en Versalles... y los alemanes obedecemos. No sólo yo: le obedecimos muchos millones.

Comienza la II Guerra Mundial, le alistan en el batallón 'Odenwald' de paracaidistas de la Luftwaffe: Creta, Unión Soviética, Operación 'Barbarossa', usted cae prisionero por primera vez, escapa, sigue combatiendo en Normandía, participa en la contraofensiva de las Ardenas.

El concepto era defender a nuestro país, defender a la Patria. Habíamos obedecido a Hitler en su momento y después lo continuamos obedeciendo. En el espíritu de los alemanes está la disciplina, en el fondo de esa obediencia. De lo que pasó en la guerra se podrían recordar tantas cosas...

Usted mismo...

He visto tanta sangre... pero no piensas, actúas un poco a ojos cerrados. Sabes que es matar o ser matado. He visto toda esa sangre, pero también conocí el heroísmo y la camaradería en la misma guerra. En mi regimiento de paracaidistas (Fallschirmjäger), el Odenwald, empezamos la guerra 1.500 camaradas. Al final no quedábamos vivos ni siquiera cien. Puede ser que haya vivido una vida muy interesante, pero, sobre todo, he sido muy afortunado.

Cayó prisionero hasta tres veces: primero en la Unión Soviética, de donde pudo escapar. Ya cerca del final de la guerra, fue apresado en Bélgica por tropas estadounidenses, que le dejaron marchar. Al fin, quedó en manos de los ingleses. Y fue trasladado a Inglaterra, donde, tras una serie de avatares y mudanzas, terminó en el campo de prisioneros de Ashton-in-Makerfield.

Y fue en Inglaterra donde me cambió la vida. Digamos que se abrió un nuevo mundo a todos los que llegábamos de la vida en Alemania y de los frentes. Allí, después de la vida de obediencia y disciplina que habíamos llevado, conocí y aprendí lo que eran la tolerancia y la democracia

¿Cómo se fue produciendo ese proceso?

Al principio estábamos un poco asustados. Ya sabe: te llamaban 'alemán sanguinario', 'nazi' y cosas así. Había un programa de reeducación. Nos hacían ver películas y fotografías de lo que había pasado en Alemania y en los países ocupados, nos llevaban a ver las huellas que los bombardeos habían dejado en Londres... pero al mismo tiempo, todo fue empezando a cambiar.

¿Cómo?

Del mismo que podías ver el odio y el desprecio en tantos ojos, veías muchas miradas, sobre todo de las mujeres, que expresaban sentimientos. Después, ya te hablaban. Todas esas miradas y esos sentimientos podían resumirse así: "Este pobre diablo no es culpable de tanta maldad, hay que darle la oportunidad de que comience una nueva vida".

Comienzan a suavizarse las condiciones, ya juegan al fútbol en ese segundo campo de prisioneros, Ashton (el primero fue Marbury Hall, en Cheshire) comienza a sentirse a gusto en Inglaterra, y conoce a una chica, Marion. Hasta que en 1948, después del proceso de 'desnazificación', toca tomar una decisión crucial: regresar a Alemania, a la reconstrucción de su país... o permanecer en Inglaterra, para ayudar a la reconstrucción de tanto daño. Inglaterra ofrecía pago y alojamiento garantizados durante un año a los que decidieran quedarse. Y Trautmann decidió quedarse...

Con todas estas circunstancias, no me veía de regreso a Bremen. No tenía dinero ni casi ropas. Quedaba el orgullo. Me resultó complicado, pero me sentía a gusto en Inglaterra, cada vez me iba sintiendo más en casa. ¿Qué me podía llamar de vuelta a Alemania en estas condiciones? Mi familia seguía entera, en Bremen. Pero yo no me veía allí. Empecé trabajando en una granja y después escogí una unidad de desactivación y almacenamiento de bombas, en Liverpool. Allí necesitaban personal con experiencia. También había empezado a jugar al fútbol seriamente.

Fue en el St-Helens Town, el equipo aficionado de una zona minera en Liverpool County...

Y ahí empezaron a llamarme Bert y conocí a la que iba a ser mi primera esposa, Margaret Friar (hija de Jack Friar, secretario del St. Helens). Ya tomaba té. En el campo de prisioneros, yo jugaba en la media, pero un día me lesioné y pedí a mi camarada Günther Lühr que me dejara jugar en su puesto, en la portería. Era bastante rápido, ágil, sabía salir, me anticipaba a los delanteros. Me seguía gustando saltar...

(Bobby Charlton, el mito del Manchester United, diría con el tiempo: "Bert Trautmann fue el mejor portero contra el que he jugado. Siempre decíamos antes de tirar un penalti o una falta: 'No mires a la portería si intentas marcar un gol a Bert. Si lo haces, verá tus ojos y leerá tus pensamientos'. Trautmann se alza más allá del 1,80 de altura, aunque, revela, "he encogido dos o tres centímetros").

Impresiona en los partidos del St. Helens, en la Segunda División, grupo de Lancashire, y ya se lo rifan: Bolton, Everton, Burnley... y Manchester City, que le ficha el 6 de octubre de 1949, tras una reunión de cuatro horas.

Lo comuniqué tal como regresé a St. Helens. En Manchester hubo protestas y un intento de boicot, ya sabe: 'Criminal nazi', 'Heil Hitler'... pero después empezó un fenómeno que se repitió durante mis 15 años en Manchester: llegara quien llegara al equipo, fuéramos donde fuésemos, la atención de todos venía sobre mí. Y algo más, de lo que estoy muy orgulloso: nunca cargué con los celos de ningún compañero en el vestuario. Siempre fui amigo de todos. Cuando fiché y empezaron las protestas fue el mismo capitán del City, Lee Westwood, el que dijo: "La guerra no existe en nuestro vestuario". Me sentí respaldado.

Esas protestas marcaron su debut, el 19 de noviembre de 1949, en Bolton. Pero todo cambió el 14 de enero de 1950, en Londres, ante el Fulham, cuando, con varias paradas sensacionales, impidió una gran goleada del Fulham al City, que sólo perdió 1-0.

Terminé ovacionado y aplaudido por el público del Fulham, en Craven Cottage... y por los dos equipos, alineados a la entrada del túnel de vestuarios. Fue un orgullo y la confirmación de que había acertado en mis decisiones.

Sesenta años después de Fulham, casi a los 55 años de aquella final, entre la neblina de Wembley y con el cuello roto, ¿qué portero le gusta hoy a Trautmann? ¿Casillas?

Me gusta más Reina. Casillas es bueno de lado a lado de la portería, sobre la línea. Pero sufre en salidas y balones aéreos y cruzados. Reina sabe dominar y controlar el área. Un portero está para quitarle trabajo a la defensa y que la defensa se sienta segura con él. Me gustó Gordon Banks, claro. Y uno más antiguo, el galés Jack Kelsey, del Arsenal.

El mejor del mundo fue...

Alfredo Di Stéfano (sin dudar). Se le comparaba con Pelé. Pero no creo que Pelé hubiese llegado a marcar 1.000 goles en las ligas europeas. Me gustó mucho Luis Suárez.

El mejor equipo...

El Real Madrid de Di Stéfano y Puskas, el de las cinco Copas de Europa. La grandeza y el rango de ese equipo no se han repetido. El Barcelona de hoy juega muy bien y tiene a Messi, que es buenísimo: pero lo hace todo en recorridos más cortos. No sé cómo dejaron marchar a Etoo, a menos que fuera por un problema de disciplina. El fútbol ha perdido identidad.

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