Desde el 8 de Enero de 1992, el consejo coreano de mujeres reclutadas como esclavas sexuales militares por el ejército japonés durante la Segunda Guerra Mundial, se reúne cada miércoles al mediodía frente a la embajada de Japón en Seúl para exigir una disculpa oficial por parte del gobierno japonés.
A día de hoy, el gobierno japonés se sigue negando a reconocer dichos hechos, aún existiendo documentos que lo testifican y que implican directamente a las autoridades japonesas. Algunas de sus alegaciones son tan sorprendentes como "eran voluntarias" o "eran enfermeras" (ministro Nakagawa 1998).
Dichos documentos e incluso los testimonios personales de siete de estas mujeres, a las que se conoce como 'halmonis' (palabra coreana para abuela), están recogidos en 'The House of Sharing' una casa-museo a una hora de Seúl que pretende educar sobre los casos de esclavitud sexual sucedidos a lo largo de la historia y que por desgracia siguen sucediendo a día de hoy.
Estas mujeres fueron reclutadas en su mayoría muy jóvenes creyendo que iban a trabajar en fábricas o como enfermeras y en muchos casos bajo la promesa de que se les daría la posibilidad de estudiar. En realidad fueron forzadas a acompañar al ejército japonés por diferentes países del sureste asiático como esclavas sexuales. Con ello el ejército japonés pretendía controlar la transmisión de enfermedades venéreas entre los soldados y reducir el número de violaciones a la población civil. El número de mujeres se estima entre 50.000 y 300.000 procedentes de varios países entre ellos Corea, China, Filipinas o Indonesia.
Al finalizar la guerra estas mujeres fueron liberadas en los diferentes países donde se encontraban en el momento, en la mayoría de casos sin posibilidad de volver a su país de origen, enfermas y sin medios para contactar con sus familias, que en muchos casos las creían muertas. Hasta 1980 estas mujeres vivieron aisladas, traumatizadas y avergonzadas por su experiencia.
No fue hasta 1977 cuando Pong-Ki Pae, reconoció públicamente su pasado como esclava sexual para el ejército japonés. Su testimonio supuso un punto de inflexión, ya que a partir de entonces, empezaron a hacerse públicas investigaciones y documentos que respaldaban la veracidad de los hechos. Estos documentos expuestos en 'The House of Sharing' muestran desde los horarios de servicio de las casas de confort (eufemismo utilizado para los burdeles militares) hasta las diferentes tarifas en función del rango militar.
La mayoría de mujeres escondieron su pasado por vergüenza y muchas de ellas murieron antes de poder contarlo. En Corea en total se registraron 190 víctimas hasta 1998 incluyendo los testimonios de las familias de algunas de las fallecidas. Gracias a uno de los testimonios, el de Nami Lee, se pudo confirmar la existencia de víctimas viviendo fuera de Corea.
Las supervivientes, a pesar de su avanzada edad y estado de salud, siguen luchando a día de hoy por una disculpa oficial y el reconocimiento de todo el sufrimiento de sus vidas. Si se pretende aclarar crímenes cometidos en el pasado, lo justo es hacerlo con los ajenos y con los propios.
Vía|La Vanguardia
A día de hoy, el gobierno japonés se sigue negando a reconocer dichos hechos, aún existiendo documentos que lo testifican y que implican directamente a las autoridades japonesas. Algunas de sus alegaciones son tan sorprendentes como "eran voluntarias" o "eran enfermeras" (ministro Nakagawa 1998).
Dichos documentos e incluso los testimonios personales de siete de estas mujeres, a las que se conoce como 'halmonis' (palabra coreana para abuela), están recogidos en 'The House of Sharing' una casa-museo a una hora de Seúl que pretende educar sobre los casos de esclavitud sexual sucedidos a lo largo de la historia y que por desgracia siguen sucediendo a día de hoy.
Estas mujeres fueron reclutadas en su mayoría muy jóvenes creyendo que iban a trabajar en fábricas o como enfermeras y en muchos casos bajo la promesa de que se les daría la posibilidad de estudiar. En realidad fueron forzadas a acompañar al ejército japonés por diferentes países del sureste asiático como esclavas sexuales. Con ello el ejército japonés pretendía controlar la transmisión de enfermedades venéreas entre los soldados y reducir el número de violaciones a la población civil. El número de mujeres se estima entre 50.000 y 300.000 procedentes de varios países entre ellos Corea, China, Filipinas o Indonesia.
Al finalizar la guerra estas mujeres fueron liberadas en los diferentes países donde se encontraban en el momento, en la mayoría de casos sin posibilidad de volver a su país de origen, enfermas y sin medios para contactar con sus familias, que en muchos casos las creían muertas. Hasta 1980 estas mujeres vivieron aisladas, traumatizadas y avergonzadas por su experiencia.
No fue hasta 1977 cuando Pong-Ki Pae, reconoció públicamente su pasado como esclava sexual para el ejército japonés. Su testimonio supuso un punto de inflexión, ya que a partir de entonces, empezaron a hacerse públicas investigaciones y documentos que respaldaban la veracidad de los hechos. Estos documentos expuestos en 'The House of Sharing' muestran desde los horarios de servicio de las casas de confort (eufemismo utilizado para los burdeles militares) hasta las diferentes tarifas en función del rango militar.
La mayoría de mujeres escondieron su pasado por vergüenza y muchas de ellas murieron antes de poder contarlo. En Corea en total se registraron 190 víctimas hasta 1998 incluyendo los testimonios de las familias de algunas de las fallecidas. Gracias a uno de los testimonios, el de Nami Lee, se pudo confirmar la existencia de víctimas viviendo fuera de Corea.
Las supervivientes, a pesar de su avanzada edad y estado de salud, siguen luchando a día de hoy por una disculpa oficial y el reconocimiento de todo el sufrimiento de sus vidas. Si se pretende aclarar crímenes cometidos en el pasado, lo justo es hacerlo con los ajenos y con los propios.
Vía|La Vanguardia
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