Un homenaje a los embajadores y cónsules de Franco que salvaron a unos 60.000 judíos durante la persecución nazi en los primeros años cuarenta, poco meses después de acabada la Guerra Civil española e iniciada la Segunda Guerra Mundial. Eso es lo que puede verse en la exposición «Visados para la libertad. Diplomáticos españoles ante el Holocausto», que puede verse, hasta el 13 de febrero en la sede de la Fundación de las Tres Culturas, en Sevilla.
España fue «uno de los pocos caminos hacia la libertad para los judíos -explica el catálogo de la muestra-. Desde el comienzo de la persecución nazi hasta finales de 1941, las crueles leyes antisemitas fomentarían el éxodo masivo de los judíos de Europa. A partir del año 1942 pesaría sobre ellos una condena a muerte en las cámaras de gas. En el primer periodo la política oficial española fue permitir el transito de refugiados»
Aproximadamente 35.000 refugiados judíos huyeron de la Europa nazi a través de España, la mayoría de ellos entre 1939 y 1942, y de ellos unos 15.000 cruzaron la frontera franco-española de forma ilegal, sin la documentación o autorización necesaria. A la hora de conceder visados para pasar por España «no se estableció una discriminación formal entre refugiados judíos y no judíos», además de que los diplomáticos españoles interpretaron las normas establecidas por el ministerio de Asuntos Exteriores de la manera más flexible posible, con el fin de favorecer a los judíos.
Eduardo Propper de Callejón
Tal fue el caso del secretario de Embajada Eduardo Propper de Callejón, quien en 1940, desde el Consulado de España en Burdeos, expidió visados a refugiados judíos eludiendo incluso los trámites exigidos por ese ministerio.
Para pasar por España estos refugiados no debían de permanecer en el país ni haber mantenido relación con la España republicana y, posteriormente, cuando los nazis optan por la «solución final» y las fronteras quedan selladas para los judíos «paradójicamente las estrechas relaciones diplomáticas que mantuvo España con Alemania durante toda la guerra posibilitaron que algunos embajadores y cónsules pudieran brindar protección a las víctimas».
La exposición que se exhibe en Sevilla rememora la labor de los ahora denominados «los Schindler españoles» a través de cartas, fotografías, vídeos y otros documentos, entre ellos listas de nombres de refugiados judíos a los que, el hecho de aparecer allí consignados, les significó eludir una muerte segura.
«El Ángel de Budapest»
En la exposición hay diversas alusiones a Ángel Sanz Briz, encargado de Negocios de España en Budapest entre 1943 y 1944, a quien se le atribuye la salvación de 5.200 judíos, hecho que le valió el sobrenombre de «El Ángel de Budapest».
Sanz Briz, al igual que Propper de Callejón, y otros diplomáticos como Jorge Perlasca, José Ruiz Santaella y su esposa Carmen Schrader, han sido distinguidos con el título de «Justo entre las Naciones», que la Autoridad para la Memoria de los Mártires y los Héroes del Holocausto otorga a los no judíos que de forma desinteresada se arriesgaron para ayudar a los judíos perseguidos.
La exposición también rinde homenaje a los diplomáticos Bernardo Rolland de Miota, que actuó en Francia; Santiago Romero Radigales, en Grecia; Julio Palencia, en Bulgaria; y José de Rojas, en Rumanía, todos los cuales ayudaron a los judíos perseguidos en aquellos críticos años y en una situación de guerra. Otros diplomáticos, como el embajador de España en Berlín Ginés Vidal, llamó la atención al Gobierno español sobre «las consecuencias que podía tener la política de abandono de sus súbditos», en alusión a los judíos sefardíes. El funcionario de esta embajada Federico Oliván escribió una carta al ministerio «clamando por la urgente repatriación de judíos españoles», de modo que en agosto de 1943 se aprobó la repatriación de judíos españoles.
España fue «uno de los pocos caminos hacia la libertad para los judíos -explica el catálogo de la muestra-. Desde el comienzo de la persecución nazi hasta finales de 1941, las crueles leyes antisemitas fomentarían el éxodo masivo de los judíos de Europa. A partir del año 1942 pesaría sobre ellos una condena a muerte en las cámaras de gas. En el primer periodo la política oficial española fue permitir el transito de refugiados»
Aproximadamente 35.000 refugiados judíos huyeron de la Europa nazi a través de España, la mayoría de ellos entre 1939 y 1942, y de ellos unos 15.000 cruzaron la frontera franco-española de forma ilegal, sin la documentación o autorización necesaria. A la hora de conceder visados para pasar por España «no se estableció una discriminación formal entre refugiados judíos y no judíos», además de que los diplomáticos españoles interpretaron las normas establecidas por el ministerio de Asuntos Exteriores de la manera más flexible posible, con el fin de favorecer a los judíos.
Eduardo Propper de Callejón
Tal fue el caso del secretario de Embajada Eduardo Propper de Callejón, quien en 1940, desde el Consulado de España en Burdeos, expidió visados a refugiados judíos eludiendo incluso los trámites exigidos por ese ministerio.
Para pasar por España estos refugiados no debían de permanecer en el país ni haber mantenido relación con la España republicana y, posteriormente, cuando los nazis optan por la «solución final» y las fronteras quedan selladas para los judíos «paradójicamente las estrechas relaciones diplomáticas que mantuvo España con Alemania durante toda la guerra posibilitaron que algunos embajadores y cónsules pudieran brindar protección a las víctimas».
La exposición que se exhibe en Sevilla rememora la labor de los ahora denominados «los Schindler españoles» a través de cartas, fotografías, vídeos y otros documentos, entre ellos listas de nombres de refugiados judíos a los que, el hecho de aparecer allí consignados, les significó eludir una muerte segura.
«El Ángel de Budapest»
En la exposición hay diversas alusiones a Ángel Sanz Briz, encargado de Negocios de España en Budapest entre 1943 y 1944, a quien se le atribuye la salvación de 5.200 judíos, hecho que le valió el sobrenombre de «El Ángel de Budapest».
Sanz Briz, al igual que Propper de Callejón, y otros diplomáticos como Jorge Perlasca, José Ruiz Santaella y su esposa Carmen Schrader, han sido distinguidos con el título de «Justo entre las Naciones», que la Autoridad para la Memoria de los Mártires y los Héroes del Holocausto otorga a los no judíos que de forma desinteresada se arriesgaron para ayudar a los judíos perseguidos.
La exposición también rinde homenaje a los diplomáticos Bernardo Rolland de Miota, que actuó en Francia; Santiago Romero Radigales, en Grecia; Julio Palencia, en Bulgaria; y José de Rojas, en Rumanía, todos los cuales ayudaron a los judíos perseguidos en aquellos críticos años y en una situación de guerra. Otros diplomáticos, como el embajador de España en Berlín Ginés Vidal, llamó la atención al Gobierno español sobre «las consecuencias que podía tener la política de abandono de sus súbditos», en alusión a los judíos sefardíes. El funcionario de esta embajada Federico Oliván escribió una carta al ministerio «clamando por la urgente repatriación de judíos españoles», de modo que en agosto de 1943 se aprobó la repatriación de judíos españoles.
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