lunes, 15 de noviembre de 2010

La vida cultural en París bajo los Nazis

¿Cómo deben comportarse los artistas e intelectuales cuando su país o el país donde viven está invadido y ocupado durante varios años por tropas de un estado totalitario? ¿Hay que combatirlo con armas, plumas o pinceles, en el caso de escritores y pintores demasiado mayores para luchar, o colaborar para poder seguir produciendo “arte”? ¿Basta ser un simple espectador?

A Alan Riding siempre le ha fascinado, desde su época de corresponsal del New York Times en América Latina durante los años 70 y 80 cubriendo dictaduras militares, cómo reaccionan artistas y escritores a la política. Su experiencia en esta región le ha servido bien para examinar la vida cultural durante la ocupación nazi de París (donde fue corresponsal de cultura europeo del NYT entre 1995 y 2007) en su revelador y ecuánime libro And The Show Went On (“Y la función continuaba”), publicado por Knopf.

Cinco meses después del 14 de junio de 1940, cuando los tanques alemanes llegaron a Paris, Jorge Semprún, entonces un escolar con casi 17 años en la capital francesa, participó en una marcha que intentó llegar a la tumba al Soldado Desconocido en el Arco de Triunfo que conmemora el aniversario de la victoria de Francia en la Primera Guerra Mundial, pero los soldados alemanes dispersaron a los manifestantes. Semprún escapo por el metro y más tarde combatió entre los partisanos de la Resistencia, como muchos otros españoles refugiados en Francia después de la Guerra Civil, hasta su detención en 1943 y posterior deportación al campo de concentración de Buchenwald.

Semprún es uno de los diferentes españoles que aparecen en el libro de Riding. Otros, mucho más conocidos entonces, son Pablo Picasso y Pau Casals quienes se quedaron en Francia en vez de buscar refugio en otro país. Picasso intentó mantener un bajo perfil en París (daba refugio a algunas personas) y Casals daba conciertos hasta 1942 en la parte no ocupada por los alemanes en el sur de Francia. Cuando un alemán mostró a Picasso una postal de su obra Guernica y le preguntó “¿Hiciste tu esto?”, Picasso contestó, “No, lo hiciste tú.

Para Jean Paul Sartre, quien veía el mundo en términos de blanco y negro, había solo dos opciones — colaborar con los Nazis en la Francia ocupada o con el régimen de Vichy en la parte no ocupada o resistir. A diferencia del septuagenario André Gide, Sartre era suficientemente joven para coger un fúsil y unirse a la Resistencia, pero en su lugar fundó un grupo llamado Socialisme et Liberté que no hizo gran cosa. (Después de la guerra Sartre apoyo causas vergonzosas como la Revolución Cultural en China, en su etapa de acercamiento a los maoístas.)

Más activo e intelectualmente honesto a lo largo de su carera fue Albert Camus quien durante la ocupación nazi desempeñó varios papeles: fue miembro del Comité de Lectura de la editorial Gallimard (que siguió publicando), un résistant conocido en la clandestinidad como Albert Mathé y editor de Combat, el periódico de la Resistencia publicado cada dos semanas que alcanzó una tirada de 250.000 ejemplares.

Gide, brevemente comunista que tuve el coraje de denunciar a la Unión Soviética en un libro (“Regreso de la URSS”) después de ser invitado allí en 1936, por lo que perdió a varios de sus amigos, vaciló algo y pasó la mayor parte del tiempo en el Norte de África.

Mientras los escritores sufrieron los efectos de la ocupación más que cualquiera de las otras artes, por su propia naturaleza, la industria cinematográfica vivió una época dorada, con 220 películas rodeadas entre junio del 1940 y agosto del 1944, incluyendo Les Enfants du Paradis de Marcel Carne que no fue estrenada hasta después de la liberación de Francia.

La resistencia tomó muchas formas. Un librero en Paris, por ejemplo, tenía en su escaparate un ejemplar de la novela “Les Miserables” de Víctor Hugo y una foto a un lado del Mariscal Philippe Pétain, Jefe del Estado de la Francia de Vichy, quien colaboró activamente con los Nazis, y al otro del Almirante François Darlan , de facto jefe del gobierno de Vichy.

A Jean Cocteau, en cambio, le gustaba la vida social con los alemanes, y Louis-Ferdinand Céline fue antisemita y pro-nazi. Cocteau escribió en su diario que “a ningún precio debe uno dejarse distraer de los asuntos serios por la dramática frivolidad de la guerra.” Si Céline no hubiera salido de Francia después de su liberación es muy probable que hubiera sido ejecutado durante la épuration sauvage (depuración salvaje) como así les ocurrió a 767 personas de todas las profesiones por su colaboración con el régimen nazi.

El estadounidense Varian Fry fue un verdadero héroe. Enviado a Marsella por el Emergency Rescue Committee (Comité de Emergencia de Rescate) de Nueva York, logró ayudar a unas 2.000 personas, en su mayoría intelectuales, que escaparon de Francia; pero, trágicamente, no a Walter Benjamin, quien logro llegar a Portbou en la frontera y al serle rechazada su entrada en España por la policía de Franco se suicidó en su hotel.

Vía| El Imparcial

1 comentario :

  1. Interesante artículo el de hoy.
    Da gusto ver cómo el mundo de la cultura no se paralizó por la ocupación nazi sino que seguía allí vivo y coleando.
    Un saludo.

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