jueves, 5 de febrero de 2009

Las bombas V1, V2 y Wasserfall

Alemania, tras la derrota sufrida en la Primera Guerra Mundial, se vio sometida a las férreas condiciones del Tratado de Versalles, en el que, entre otras cosas, se le limitaban las fuerzas armadas a un ejército de 100.000 hombres y se le prohibía la fabricación de todo tipo de armamento pesado. Es lógico que, como consecuencia de estas condiciones, el Alto Estado Mayor germano pensara en la posibilidad de desarrollar los cohetes, que no entraban en el capítulo de prohibiciones impuestas, y convertirlos en un arma bélica que podría inclinar a su favor el peso del potencial militar frente al resto de las demás naciones de Europa.

Para ello no vacilará en servirse de los recursos humanos y técnicos que se han ido forjando, a través de las experiencias de la Verein fur Raumschiffahrt (Asociación para el desarrollo de la Astronáutica), en el terreno de pruebas para cohetes que ha estado utilizando en las afueras de Berlín desde 1927. Al disolverse la sociedad, el gobierno alemán conseguirá atraerse a algunos de los miembros más destacados de la misma, poniendo a su disposición el centro de Kummersdorf, dirigido por el general Walter Dornberger. El colaborador más eficiente del general es el joven Wernher Von Braun, antiguo miembro de la asociación astronáutica, que ha optado por la única forma de poder realizar el sueño de su vida, trabajar en los cohetes, aunque tenga que relegar a un futuro incierto sus sueños de utilizarlos como vehículos para viajar por los espacios interplanetarios y deba limitarse, por el momento, a ponerlos a punto para las aplicaciones bélicas que interesan al país.


Las órdenes del general Dornberger eran tajantes. Se trataba de inventar, diseñar y construir nuevos tipos de armas, cuya existencia debería mantenerse secreta, capaces de dotar a las fuerzas armadas alemanas de una neta superioridad sobre los ejércitos enemigos cuando se iniciase la guerra. Y para ello deberían potenciarse al máximo todas las posibilidades que ofrecían los últimos descubrimientos en el campo de los cohetes propulsados por combustibles líquidos.

Pronto se preparan los planos para la construcción de un cohete de largo alcance, que puede llevar su carga explosiva a más de 200 Kms. de distancia, volando a velocidades superiores a la del sonido. En 1935, Hitler aprueba el proyecto y decide facilitarles todos los medios para poder llevar a cabo su realización en un lugar secreto que será escogido por el propio Von Braun, convertido en el director técnico del proyecto. El lugar elegido estará situado en una isla del Báltico, Usedom, en la desembocadura del río Oder, lo suficientemente apartada para poder realizar las pruebas a salvo de miradas curiosas y donde se levantarán las instalaciones de la HA? (Heeres Anstalt Peenemünde o Instalaciones del Ejército de Peenemünde), de donde saldrían las principales armas secretas empleadas por las fuerzas alemanas.

La V-1 El Centro de Peenemünde, por su organización interna se encontraba sometido a la jurisdicción del Ministerio del Ejército, principal interesado en el desarrollo de las nuevas armas-cohetes y cuyos jerarcas habían gestionado ante el Führer los presupuestos necesarios para su construcción. Sin embargo, los jefes de la Luftwaffe pensaban que este tipo de armas, al ser utilizadas como elemento de combate aéreo, debían ser adjudicadas a sus centros de investigación y exigían una participación en los procesos de fabricación y puesta a punto de las mismas.



Para satisfacer sus demandas, el Alto Estado Mayor no dudó en concederles una parte de las instalaciones del HAP, donde se desarrollarían las diversas armas secretas alemanas, y que así quedaría dividido en dos zonas: Peenemunde Este, donde Wernher Von Braun se ocuparía de la dirección de todos los proyectos sobre cohetes para el Ejército, y Peenemunde Oeste, bajo las órdenes directas de Goering, donde se desarrollaría un prototipo de bomba volante, impulsada por un pequeño pulsoreactor que constituiría la primera novedad en el campo de las armas secretas alemanas. Este aparato, ideado por el técnico aeronáutico Gerhard Fieseler, recibiría primeramente esta denominación de Fi-103, para pasar más adelante a hacerse famoso bajo las siglas V-1, correspondientes a Vergeltungswaffe-1, o «arma de represalia».

Este artefacto puede considerarse en esencia, como un avión a reacción no tripulado, cuyo combustible estaba constituido por gasolina mezclada con aire que se hacía detonar en una cámara de combustión a intervalos regulares, mientras los gases al escapar por la parte trasera del reactor le proporcionaban el impulso necesario para el vuelo.



El motor estaba situado encima del proyectil y comprendía una boca para la admisión del aire en una rejilla del tipo persiana para regular la entrada de éste, el sistema de inyección del combustible, la cámara de combustión y la tobera para la reacción de los gases. El conjunto tenía una longitud de 8,22 metros de largo y 1,50 m. de diámetro en su parte más ancha, con un peso total de 2.170 ~s. de los que 900 eran de explosivos, a base de nitrotolueno y nitrato amónico, que se alojaban la parte delantera del proyectil. A continuación la carga explosiva venían los depósitos de combustible, 700 litros de carburante, y un sistema de reacción por piloto automático en el que intervean tres giróscopos y un altímetro. También tenía las pequeñas alas con una envergadura de 5 metros.

Para su lanzamiento se utilizaban rampas de lanzamiento de 45 m. de largo, desde las que se catapultaban mediante una carga de pólvora dirigiéndose hacia sus objetivos a una velocidad media de 650 Kms por hora y a una altura de 2.000 metros. Disponía de una autonomía de 250 kms. por lo que era un arma eficaz para bombardear las unidades inglesas más próximas a la costa. Sin embargo como eran fácilmente detectables por el radar, de reciente aparición por esos años, y teniendo en cuenta que su velocidad era similar a la de los últimos modelos de aparatos de caza de su tiempo, estos proyectiles eran presa fácil para los pilotos de la R.A.F., quienes, aparte del fuego directo, para derribar el artefacto utilizaban también una arriesgada pero eficiente maniobra a fin de alterar el rumbo del mismo. Se situaban a si mismo nivel y rozaban con la punta del ala el extremo correspondiente en la de la bomba volante, con lo cual el artefacto venía a caer sobre las aguas del Canal de la Mancha, sin causar mayores daños.



El primer proyectil de este tipo cayó el 14 de junio de 1944 en Swanscombe, cerca de Gravesend, causando más pánico entre la población civil que daños materiales reales, y desde entonces hasta el final de la guerra no dejarían de caer sobre Londres. De las 8.000 bombas volantes aproximadamente que lanzaron los alemanes en este intervalo solamente 2.419 alcanzaron su objetivo causando la muerte de 6184 personas y heridas a 17.981. Otras 2.448 se lanzaron sobre Antwerp.

La bomba volante V-1 fue el primer proyectil operativo lanzado desde la base de Peenemunde, el centro de experiencias secretas alemán. Durante las pruebas el prototipo se adaptó para ser pilotado por la famosa aviadora germana Hanna Reichst, que realizó el vuelo en abril de 1944, antes de que las V- 1 fueran construidas en serie para la Luftwaffe.



La serie de bombardeos sobre las ciudades inglesas mediante las V- 1 fueron más espectaculares que efectivos en daños materiales y si bien al principio levantaron grandes esperanzas entre los dirigentes nazis convencidos de que tenían en sus manos el arma que les daría la victoria, pronto vieron que se necesitaba algo más demoledor y eficaz para conseguir aplastar el poderío militar de los aliados. Entonces se volvieron de nuevo a Peenemunde, pidiendo a los técnicos que allí trabajaban la que debía ser el «arma definitiva»: un cohete capaz de transportar una tonelada de explosivos sobre Londres y que pudiera escapar a los sistemas de detección y a los ataques de los cazas enemigos.

Para lograrlo a tiempo, había que acelerar al máximo los proyectos de Wernher Von Braun y su equipo de científicos, quienes ya en sus experiencias del centro de pruebas de Kummersdorf, los años inmediatamente anteriores a la guerra, habían trabajado con los que serían los predecesores del futuro V-2, cohetes de la serie Aggregate-1 (A-1), propulsados por alcohol y oxígeno líquidos.

Las primeras experiencias realizadas en Peenemunde, en otoño de 1937, consistirían en el lanzamiento de varias versiones mejoradas de este prototipo. El A-3, ya era un artefacto de 6 metros de alto y 745 kgs. de peso cuyo motor a base de combustibles líquidos, le proporcionaba un empuje de 1.360 kgs. Sin embargo, los resultados no serían satisfactorios hasta que nuevos mejoramientos, principalmente en los sistemas de dirección, condujeron al A-4, que a finales de 1938 alcanzó una altura de más de 10 kilómetros, convirtiéndose en el prototipo sobre el que se realizarían todas las investigaciones posteriores, hasta llegar a la definitiva V-2.

Los lanzamientos de prueba del nuevo modelo tuvieron lugar entre junio y octubre de 1942 y finalmente se consiguió que un cohete de 14,5 metros y 12 toneladas de peso, lanzado desde la costa de Pomerania, alcanzase una altitud de 80 kilómetros y cayera a 191 Kms. de distancia. El proyectil-cohete era una realidad y el gobierno alemán, que hasta entonces había estado de espaldas a tan excitantes experiencias, mostró súbitamente un enorme interés por las mismas, apremiado por los avatares de la guerra que habían cambiado mucho desde los meteóricos éxitos iniciales.

Las demostraciones de la nueva arma convencieron plenamente al Alto Mando que no vaciló en poner a disposición del equipo técnico responsable

• de su realización todos los medios necesarios para lograr su desarrollo definitivo hasta pasar al proceso de fabricación en serie y su puesta en servicio final. El resultado de estos esfuerzos sería el artefacto conocido como V- 2 (también de Vergeltungswaffe o «arma de represalia»), que presentaría un aspecto verdaderamente impresionante. El proyectil tenía unas proporciones completamente inusitadas: 14,5 metros de longitud por 1,65 de diámetro máximo. Pesaba 12 toneladas y media en el momento del despegue, de las que un 70 % lo constituía el combustible compuesto por 3.750 kgs. de alcohol etílico y 4.970 de oxígeno en estado líquido. Estos gases se consumían a razón de 125 Kgs. por segundo en la cámara de combustión, proporcionándole un empuje de 25.000 kgs. y una velocidad de eyección de los propergoles de 2.000 m. por segundo.

La estructura del artefacto es la siguiente:

En la cabeza iban los 910 kgs, de amatol que constituían su carga explosiva; a continuación, entre la carga y los depósitos de combustible, venía un pequeño compartimiento en el que se situaban los mecanismos de control automático y de radio-dirección; seguían después los depósitos cilíndricos de combustible, las bombas que asPi/an los líquidos en la cámara de combustión finalmente ésta con su tobera del tipo «Laval» a la salida de la cual se encontraban, en medio del paso de los gases eyectados, unas pequeñas aletas de dirección construidas en grafito, que actuaban como estabilizadores del cohete.


Al contrario de lo que sucedía con las V-1, las V-2 eran prácticamente invulnerables, pues alcanzaban velocidades supersónicas y era imposible interceptarlas con los cazas de motor de émbolo o derribarlas con la artillería antiaérea. Además podían ser disparadas desde rampas móviles, por lo que la localización de sus bases de lanzamiento resultaba bastante problemática. Su lanzamiento se efectuaba en sentido vertical, para irse inclinando hasta alcanzar un ángulo de unos 45 grados y una vez agotado el combustible seguía una trayectoria parabólica hasta alcanzar los 100 Kms. de altitud y dirigiéndose a su blanco, situado a más de 300 Kms. de distancia a una velocidad de 5.600 Kms. por hora. Resulta evidente la nula capacidad defensiva ante semejante ingenio ya que por la altura y velocidad a que se desplazaba era prácticamente imposible de localizar por el radar de la época.

La primera V-2 cayó sobre Chiswick, cerca de Londres, el 8 de septiembre de 1944, sin que sus habitantes se pudieran apercibir de lo que se les venía encima hasta sentir el estruendo de la explosión, que sería seguida del terrible estrépito producido al atravesar el artefacto la barrera del sonido y que sería escuchado en la ciudad unos segundos después del impacto. De estas armas cayeron más de 2.000 sobre Inglaterra, entre la fecha citada anteriormente y el 27 de marzo de 1945 en que cayó



la última sobre Orpington, en Kent. El total de victimas producidas fue de 2.754 muertos y 6.523 heridos. También se emplearon las’ V-2 contra la ciudad de Amberes y contra las fuerzas aliadas de la región de Aquísgran. Se supone que un gran número de artefactos explotaron en sus bases de lanzamiento o nunca alcanzaron sus blancos y se calcula que el número de aparatos fabricados por la industria alemana en el tiempo que les permitió la duración de la contienda, no sobrepasaría los 5.000. Si bien los daños causados por esta nueva arma fueron bastante más cuantiosos que los de su predecesora la V- 1, no fueron suficientes para cambiar el curso de la guerra que ya había tomado un giro decisivo hacia la victoria aliada. Las V-2 actuarían principalmente como armas psicológicas, manteniendo la moral de las fuerzas alemanas durante algún tiempo todavía, pero su función decisiva en los campos de batalla todavía no había llegado. Era un arma prematura que necesitaba todavía de unos cuantos años más de perfeccionamiento para convertirse en el misil teledirigido intercontinental que amenaza como una pesadilla la paz en nuestro tiempo.

Otras armas secretas alemanas

Además de las V-1 y las V-2 que tuvieron su período operativo, la industria alemana de guerra desarrolló otros variados ingenios propulsados por cohetes, que apenas pudieron intervenir en la contienda o su utilización quedó restringida a escenarios muy reducidos.

Una de éstas fue la denominada Wasserfall («cascada») consistente en una versión a escala reducida de la V-2, pero con la ventajosa posibilidad de poderse orientar automáticamente hacia su blanco mediante un dispositivo de rayos infrarrojos. Era un cohete de 8 metros de longitud que podía portar una carga explosiva de 306 kgs. a una distancia de 35 Kms.



Otra derivación de la V-2, que no salió de los tableros de diseño, fue la correspondiente a las siglas A-9/A-10, prevista para dar origen a un gigantesco cohete de dos etapas que doblaría en tamaño a la V-2. Según sus datos técnicos podría haber alcanzado una distancia de 4.800 kms. lo que lo colocaba ya en la línea de los modernos proyectiles balísticos intercontinentales que tardarían más de una década en ser desarrollados por los ejércitos de Rusia y Estados Unidos. Con un arma de esas características es evidente que la guerra hubiera podido seguir un rumbo diferente, pues incluso los Estados Unidos hubieran estado bajo su radio de acción.

Los cohetes aplicados a la artillería darían origen al Rheintochter (Hija del Rhin), precursor de los actuales proyectiles tierra-aire, que sería lanzado por primera vez en agosto de 1943, para ser sustituido a partir de Diciembre de 1944 por otros proyectiles semejantes pero más eficientes: el Enzian y el Schmetterling, que serían fundamentalmente pequeños aviones-cohete con posibilidad de ser dirigidos por radio.

Fuente | Portal Planeta Sedna

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