miércoles, 11 de febrero de 2009

Los desnudos y los muertos


Mientras en el cine y en la prensa se retrataba una versión limpia y gloriosa del ejército estadounidense y sus ideales, Norman Mailer (con menos de treinta años y recién llegado del frente) nos ofrece la cara real en una larguísima novela (700 páginas) que salpica la narración de una misión bélica en una isla del pacífico con flashes back de las vidas de los protagonistas. El ejército que revela Mailer es un ejército de zoquetes embrutecidos, ansiosos de sexo, en algunos casos tan antisemitas como los nazis y en otros, outsiders ajenos a las ideas que preconiza la America eterna, dirigidos además por generales caprichosos y fascistoides. Es también un ejército que, cuando tiene las de ganar, remata cruelmente a los heridos del otro bando por no perder tiempo en organizar su evacuación.



El ejército norteamericano desembarca en una isla del Pacífico llamada Anopopei para desplazar de ella a los japoneses. El jefe del pelotón en que se centra la acción es el durísimo sargento Croft, una implacable máquina de guerra sin grandes ideas ni ambiciones. Entre sus hombres está el católico irlandés Gallagher, religioso y antisemita como el que más, de tal manera que echa rabiosa y caprichosamente la culpa a los judíos de que en América su mujer muera en el parto, noticia que le es transmitida por un superior. Está también Wilson, juerguista y afortunado en el juego que arrastra las consecuencias de una enfermedad venérea. Está el minero y activista anarquista Red Valsen, que piensa que en todo el mundo no hay un oficial que sea un buen hombre y se pregunta ante sus compañeros: ¿qué tengo yo contra los puñeteros japos? Está también Minetta, italoamericano que simula una enfermedad mental para librarse de la guerra y más tarde renuncia a su plan y regresa a su pelotón, incapaz de soportar el ambiente de la unidad de enfermos más graves del hospital de campaña. También el chicano Martínez, estupendo guerrillero y hombre de confianza de Croft. O el ignorante y lleno de prejuicios campesino del Sur, Ridges. O los judíos Goldstein y Roth: el primero, extrañado de que Dios pueda permitir el antisemitismo y el segundo, convencido de que creer en Dios es un lujo que él no se permite. En el estado mayor encontramos al subteniente Hearn, oficial culto y de ideas críticas próximas al marxismo que llama la atención del fascistoide general Cummings por ser la persona más inteligente de su alrededor y la única con la que merece la pena charlar (hasta el punto de que le confesará el desprecio que por él siente su mujer), aunque al final se acabará decepcionando de él y le humillará obligándole a recoger una colilla del suelo y le envíará a comandar el pelotón de Croft.

La novela gana en acción cuando el general Cummings envía al pelotón de Croft, bajo el mando del culto Hearn, a una misión un poco peregrina y caprichosa: explorar la retaguardia japonesa para sopesar la posibilidad de un ataque por allí. En un primer encuentro con japoneses dispersos, Wilson recibe un tiro en el estómago. El sargento Brown, Ridges, Goldstein y Stanley inician un penoso regreso a casa transportando al herido en una camilla improvisada a través de un terreno infernal. Goldstein intenta en vano que Wilson se arrepienta de sus pecados mientras que el campesino Ridges, harto de negarle el agua que el herido pide constantemente, le deja que beba un buen trago a pesar de que sabe que será fatal. Wilson muere poco después de beber, pero los cuatro continuan transportando la camilla, incapaces de tomar la decisión de abandonarlo. Al atravesar una corriente de agua, se les escapa la camilla de las manos y el cadáver es arrastrado.


Mientras tanto, en otro penoso avance, el subteniente Hearn comienza a sopesar la posibilidad de regresar. Sin embargo, el sargento Croft le convence de que primero mande al chicano Martinez a explorar y sólo si éste encuentra japoneses en las cercanías, dé la orden de abandonar. Martinez explora, encuentra japoneses apostados en un desfiladero y mata a uno de ellos. Al regresar, Croft, que desea seguir como sea, le pide que no diga que ha visto enemigos y Hearn, engañado de esta manera, da la orden de continuar el avance. A los pocos minutos Hearn recibe un disparo de los japoneses y muere. Croft sigue empeñado en continuar y consigue que el principal partidario del abandono, el anarquista Valsen, se achante al verse apuntado por el fusil.

Inician una dificultosa ascensión de un monte, agotados. Al saltar una brecha, Roth pierde el pie y cae al vacío. Cuando los demás intentan continuar, un enjambre de abejorros les ataca y hacen que hasta el durísimo Croft pierda los últimos deseos de avanzar. Inician al regreso y acaban uniéndose a los que se habían marchado con el herido y todos ellos son recogidos por una lancha sin más contratiempos. Conocen entonces que los japoneses están siendo totalmente derrotados y que su misión habría sido totalmente inútil. En los días siguientes, el ejército americano ocupa toda la isla matando fríamente a los heridos de los hospitales y a los últimos grupos de combatientes japoneses, hambrientos y derrotados.

6 comentarios :

  1. hombre, gracias por destrozar el libro...

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  2. Son 700 páginas, no te contentes con leer solo un párrafo...

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  3. la verdad que engancha el relato, pero estoy con "admin"...

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  4. Bueno, lo tendré en cuenta la próxima vez...

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  5. Acá les dejo algo más acerca del campo de Auschwitz y el genocidio Nazi http://mundoarte.portalmundos.com/el-campo-de-los-muertos/ es muy conmovedor...

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  6. La victimizacion permanente y la muy destacada amoralidad instintiva, mentir y mentir : lo enunciado por Jung. Los judios representan los antivalores. Desde luego habria que incluir a este destacado charlatan pseudo-intelectual, Mailer.

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