Los más de 20 millones de europeos deportados y esclavizados como trabajadores forzosos por la Alemania nazi entre 1933 y 1945, y la actitud de los propios ciudadanos alemanes ante el uso de mano de obra esclava, centran a partir de mañana una amplia exposición en el Museo Judío de Berlín.
La directora de programación del Museo, Cilly Kugelmann, reconoció hoy en la presentación de la muestra "Trabajadores Forzosos", que se podrá ver hasta el 30 de enero, que la iniciativa de presentar los hechos "no exclusivamente desde una perspectiva judía" es poco habitual en el centro.
Aunque las autoridades nacionalsocialistas comenzaron a utilizar trabajadores forzosos ya desde 1933, según recordó el comisario de la exposición, Jens-Christian Wagner, "es a partir de 1942 cuando se convierte en algo masivo, sobre todo cuando la economía alemana se queda sin trabajadores al tener que enviarlos al frente".
"La mayoría de las empresas alemanas no hubieran podido sobrevivir sin esos trabajadores esclavos", sostuvo Wagner, quien destacó también que todos los civiles alemanes en la retaguardia fueron conscientes de su existencia y lo vivieron como algo "cotidiano".
No sólo grandes firmas como Mercedes Benz, BMW o Siemens se beneficiaron de la mano de obra esclava ofrecida por las autoridades nacionalsocialistas.
Muchos de los trabajadores fueron destinados a pequeñas empresas y fábricas o a explotaciones agrícolas, amén de servir como criados al mismo ejército alemán o ayudar en la creación y reparación de carreteras y protecciones junto a las costas, recordó por su parte el director de la Fundación por la Memoria de Buchenwald y Mittelbaudora, Volkhard Knigge.
Para Knigge, la cifra de "más de 20 millones" al hablar de los trabajadores forzosos "es bastante conservadora".
Knigge subrayó hoy que "el contexto racista fue esencial desde el primer momento" y que los alemanes "no tuvieron mayores problemas para crear una relación cotidiana" con esos trabajadores esclavos.
El aparato de propaganda nazi, según Knigge, "consiguió en muchos casos deshumanizar a los trabajadores extranjeros, que eran catalogados como 'Untermenschen' (seres humanos inferiores)".
El comisario Wagner explicó que, aunque cada día los datos deben actualizarse, se calcula que los países del Este que fueron cayendo ante el empuje de la maquinaria de guerra nazi aportaron cerca de 8,4 millones de trabajadores forzados.
Entre los prisioneros de guerra, 4,6 millones hicieron trabajos forzosos, a los que se sumaron 200.000 condenados en prisión.
Wagner señaló que se estima en 110.000 los judíos destinados a trabajos forzados, además de algunos miles de gitanos y en torno a un millón de prisioneros de los campos de exterminio.
"Para judíos y gitanos el trabajo forzoso sólo era un paso intermedio hacia la muerte", admitió Wagner.
Günter Saathoff, presidente de la Fundación Recuerdos, Responsabilidad y Futuro, insistió en la presentación de hoy en que "el propio nacionalsocialismo funcionó en gran parte gracias a los trabajadores forzosos".
Volkhard Knigge explicó que la exposición que se abre al público mañana intenta evitar "un concepto teatral basado sólo el dolor o en las emociones".
"Hemos optado por un concepto visual, sin dramas, así la historia se cuenta ella misma a través de las imágenes", remarcó Knigge, quien no dudó en recordar que muchos de los trabajadores forzosos que sobrevivieron a la era nazi luego acabaron en campos de trabajo de la Unión Soviética.
La muestra cuenta con el patrocinio del presidente de Alemania, Christian Wulff, y tras su paso por el país germano tiene previsto su exposición en países como Varsovia, Francia y Estados Unidos, según el comisario Wagner.
La directora de programación del Museo, Cilly Kugelmann, reconoció hoy en la presentación de la muestra "Trabajadores Forzosos", que se podrá ver hasta el 30 de enero, que la iniciativa de presentar los hechos "no exclusivamente desde una perspectiva judía" es poco habitual en el centro.
Aunque las autoridades nacionalsocialistas comenzaron a utilizar trabajadores forzosos ya desde 1933, según recordó el comisario de la exposición, Jens-Christian Wagner, "es a partir de 1942 cuando se convierte en algo masivo, sobre todo cuando la economía alemana se queda sin trabajadores al tener que enviarlos al frente".
"La mayoría de las empresas alemanas no hubieran podido sobrevivir sin esos trabajadores esclavos", sostuvo Wagner, quien destacó también que todos los civiles alemanes en la retaguardia fueron conscientes de su existencia y lo vivieron como algo "cotidiano".
No sólo grandes firmas como Mercedes Benz, BMW o Siemens se beneficiaron de la mano de obra esclava ofrecida por las autoridades nacionalsocialistas.
Muchos de los trabajadores fueron destinados a pequeñas empresas y fábricas o a explotaciones agrícolas, amén de servir como criados al mismo ejército alemán o ayudar en la creación y reparación de carreteras y protecciones junto a las costas, recordó por su parte el director de la Fundación por la Memoria de Buchenwald y Mittelbaudora, Volkhard Knigge.
Para Knigge, la cifra de "más de 20 millones" al hablar de los trabajadores forzosos "es bastante conservadora".
Knigge subrayó hoy que "el contexto racista fue esencial desde el primer momento" y que los alemanes "no tuvieron mayores problemas para crear una relación cotidiana" con esos trabajadores esclavos.
El aparato de propaganda nazi, según Knigge, "consiguió en muchos casos deshumanizar a los trabajadores extranjeros, que eran catalogados como 'Untermenschen' (seres humanos inferiores)".
El comisario Wagner explicó que, aunque cada día los datos deben actualizarse, se calcula que los países del Este que fueron cayendo ante el empuje de la maquinaria de guerra nazi aportaron cerca de 8,4 millones de trabajadores forzados.
Entre los prisioneros de guerra, 4,6 millones hicieron trabajos forzosos, a los que se sumaron 200.000 condenados en prisión.
Wagner señaló que se estima en 110.000 los judíos destinados a trabajos forzados, además de algunos miles de gitanos y en torno a un millón de prisioneros de los campos de exterminio.
"Para judíos y gitanos el trabajo forzoso sólo era un paso intermedio hacia la muerte", admitió Wagner.
Günter Saathoff, presidente de la Fundación Recuerdos, Responsabilidad y Futuro, insistió en la presentación de hoy en que "el propio nacionalsocialismo funcionó en gran parte gracias a los trabajadores forzosos".
Volkhard Knigge explicó que la exposición que se abre al público mañana intenta evitar "un concepto teatral basado sólo el dolor o en las emociones".
"Hemos optado por un concepto visual, sin dramas, así la historia se cuenta ella misma a través de las imágenes", remarcó Knigge, quien no dudó en recordar que muchos de los trabajadores forzosos que sobrevivieron a la era nazi luego acabaron en campos de trabajo de la Unión Soviética.
La muestra cuenta con el patrocinio del presidente de Alemania, Christian Wulff, y tras su paso por el país germano tiene previsto su exposición en países como Varsovia, Francia y Estados Unidos, según el comisario Wagner.
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