miércoles, 22 de septiembre de 2010

Los cómplices nazis en novela de Eric Frattini

El escritor español de origen peruano Eric Frattini denuncia en su nueva novela, "El oro de Mefisto", la complicidad del Vaticano, la banca suiza y los gobiernos de varios países latinoamericanos en la fuga de los criminales nazis tras la derrota del III Reich frente a los Aliados.

"El oro de Mefisto", que la editorial Espasa publica mañana, retoma en sus páginas la leyenda de que Hitler no se suicidó en su búnker de Berlín, sino que escapó junto a su compañera, Eva Braun, rumbo a América del Sur, donde terminó sus días plácidamente.

En la novela, esta huida es posible gracias a Odessa, una poderosa red creada por Martin Bormann, el fiel secretario de Hitler, que se ocupa de poner a buen recaudo a los jefes nazis y buscarles una nueva vida a la espera de que lleguen tiempos mejores para fundar el IV Reich, un objetivo que tratan de impedir los servicios secretos norteamericanos.

Frattini (Lima, 1963) sitúa al frente de Odessa a un viejo conocido de sus lectores, August Lienart, al que el autor convirtió en secretario de Estado del Vaticano en su anterior novela, "El laberinto de agua" (2008), y que protagonizó también su debut en el género, "El quinto mandamiento" (2007).

En esta "precuela", Lienart es un ambicioso seminarista francés que se abre paso en las intrigas de la Santa Sede y que se convertirá en "El Elegido" -la persona que deberá guiar el futuro IV Reich-, promovido por su padre, un magnate sin conciencia que ve en su hijo un nuevo Mefistófeles.

"El papel de la Iglesia Católica fue muy importante en la huida de los criminales de guerra nazi, que utilizaron el llamado 'pasillo vaticano' para escapar", explica Frattini en una entrevista con Efe en la localidad bávara de Berchtesgaden, donde se encontraba la casa de campo en la que Hitler decidió invadir Polonia o atacar Rusia, y de la que hoy sólo quedan los cimientos.

Diversas organizaciones controladas por la Iglesia aseguraban una ruta de evacuación desde Alemania hasta Italia a los líderes nazis, explica Frattini, quien atribuye esta colaboración al "momento histórico".

"La Iglesia -argumenta- tenía mucho miedo al comunismo y el propio papa Pío XII era más cercano a la ideología nazi que a la de Stalin".

El obispo Alois Hudal, responsable de la congregación Santa María dell'Anima de Roma, y el sacerdote croata Krunoslaw Draganovic, gestor del "pasillo vaticano", son algunos de los personajes históricos que aparecen en la trepidante trama de "El oro de Mefisto", que mezcla en sus páginas realidad y ficción.

En su novela Frattini ajusta cuentas con los banqueros suizos, los "gnomos" -según los denominaba despectivamente Hitler-, a los que atribuye "la posición más repugnante" en esta historia.

El escritor recuerda que la banca helvética financió al régimen nazi, lavó el oro procedente de los países invadidos y de los judíos confinados en campos de concentración, y en la novela suministra a Odessa los fondos necesarios para su funcionamiento.

"Suiza necesita un lavado de cara", asegura Frattini, quien considera que ese país no puede tratar de mantener por más tiempo "esa imagen impoluta de queso, vacas y chocolate".

"El oro de Mefisto" reconstruye la evasión de los jerarcas nazis, que en muchos casos eligieron como destino países latinoamericanos en los que, según Frattini, les era "muy fácil" refugiarse por la afinidad ideológica de los gobiernos de la época.

"Estamos hablando de gobiernos dictatoriales, como el de Perón en Argentina, muy germánico; el de Stroessner en Paraguay; el de Bolivia, muy pronazi; de la dictadura militar en Brasil", afirma el escritor y periodista, autor de una treintena de ensayos.

La zona de Berchtesgaden, elegida para la presentación de esta novela, está cargada de simbolismo. La predilección de Hitler por este lugar hizo que los jerarcas del régimen se trasladaran aquí para esta cerca de su líder, a quien el partido regaló una casa en lo alto de la montaña, conocida como "El nido del águila", que ahora es un restaurante típico.

Martin Bormann decidió comunicar la zona con catorce kilómetros de túneles que estaban vigilados por 2.000 hombres, y que aún se pueden visitar bajo el hotel de montaña en el que fueron construidos.

Pero en todos estos lugares apenas hay referencias a su papel en la historia de Alemania.

"Yo creo que la sociedad alemana no ha hecho un examen de conciencia sobre su pasado. Nadie ha reconocido que fuera un asesino en la Segunda Guerra Mundial. En Alemania intentan hacer desaparecer los resquicios de aquel tiempo", explica Frattini.

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