«Nunca en el terreno del conflicto humano tantos debieron tanto a tan pocos», proclamó Winston Churchill el 20 de agosto de 1940, en uno de sus discursos más emotivos. El Reino Unido se encontraba inmerso en la batalla de Inglaterra y con sus palabras el primer ministro alababa así los esfuerzos de la Fuerza Aérea Real, la RAF, en sus siglas en inglés, para contener a la aviación alemana, la Luftwaffe.
Hacía dos meses que Francia había sucumbido ante las fuerzas nazis y los británicos se habían retirado de Dunkerke a duras penas gracias a una flotilla de lanchas y barcas de recreo. En ese momento, Hitler fijó su vista en las tierras más allá del canal de la Mancha.
Un actor
Las palabras de Churchill volvieron a resonar ayer en Londres, por boca del actor Robert Hardy, exactamente a la misma hora, las 15.52 hora local, que lo hicieran 70 años atrás en el Parlamento británico. En el acto, celebrado frente al gabinete de guerra desde el que Churchill dirigió al país, estuvieron presentes casi una decena de veteranos de la RAF acompañados de sus familiares. Tras la lectura, un caza Spitfire y un Hurricane sobrevolaron el centro de la capital.
El historiador del Museo Imperial de la Guerra, Terry Charman, explicó a EL PERIÓDICO que el discurso fue muy importante porque en él el primer ministro encontró las palabras para «enardecer a los británicos; en Churchill los británicos encontraron el liderazgo que echaron en falta durante los años 30».
Cuando la batalla de Inglaterra comenzó el 10 de julio los británicos se esperaban lo peor: la Luftwaffe no solo contaba con más aparatos –entre cazas y bombarderos sobrepasaban los 1.000, frente a los 650 británicos–, sino con la superioridad técnica. El Messerschmitt 109E podía elevarse, acelerar y lanzarse en picado más rápidamente que el Spitfire británico. Para Charman la clave de la victoria residió «en el trabajo colectivo y la pericia de los pilotos» y en que «las factorías británicas produjeron más durante la batalla, y fueron capaces de reemplazar en mayor número los aparatos caídos».
Churchill declaró que aquellos «eran los mejores momentos» de los británicos, pero aún faltaba para que los alemanes encajaran su primera derrota en la segunda guerra mundial, ya que la batalla de Inglaterra acabó el 31 de octubre. Sin embargo el premier ya había vislumbrado su importancia decisiva. «Quizás Hitler no tenía un interés tan profundo en invadir Inglaterra como lo tenía sobre la URSS», explicó Charman.
Pero para invadir la URSS necesitaba «concentrar todas sus fuerzas, y para ello debía antes dejar fuera de combate al Reino Unido». «Otras batallas, como el desembarco de Normandía quizás no se hubieran librado si la RAF no hubiese resistido», sentenció Charman.
Hacía dos meses que Francia había sucumbido ante las fuerzas nazis y los británicos se habían retirado de Dunkerke a duras penas gracias a una flotilla de lanchas y barcas de recreo. En ese momento, Hitler fijó su vista en las tierras más allá del canal de la Mancha.
Un actor
Las palabras de Churchill volvieron a resonar ayer en Londres, por boca del actor Robert Hardy, exactamente a la misma hora, las 15.52 hora local, que lo hicieran 70 años atrás en el Parlamento británico. En el acto, celebrado frente al gabinete de guerra desde el que Churchill dirigió al país, estuvieron presentes casi una decena de veteranos de la RAF acompañados de sus familiares. Tras la lectura, un caza Spitfire y un Hurricane sobrevolaron el centro de la capital.
El historiador del Museo Imperial de la Guerra, Terry Charman, explicó a EL PERIÓDICO que el discurso fue muy importante porque en él el primer ministro encontró las palabras para «enardecer a los británicos; en Churchill los británicos encontraron el liderazgo que echaron en falta durante los años 30».
Cuando la batalla de Inglaterra comenzó el 10 de julio los británicos se esperaban lo peor: la Luftwaffe no solo contaba con más aparatos –entre cazas y bombarderos sobrepasaban los 1.000, frente a los 650 británicos–, sino con la superioridad técnica. El Messerschmitt 109E podía elevarse, acelerar y lanzarse en picado más rápidamente que el Spitfire británico. Para Charman la clave de la victoria residió «en el trabajo colectivo y la pericia de los pilotos» y en que «las factorías británicas produjeron más durante la batalla, y fueron capaces de reemplazar en mayor número los aparatos caídos».
Churchill declaró que aquellos «eran los mejores momentos» de los británicos, pero aún faltaba para que los alemanes encajaran su primera derrota en la segunda guerra mundial, ya que la batalla de Inglaterra acabó el 31 de octubre. Sin embargo el premier ya había vislumbrado su importancia decisiva. «Quizás Hitler no tenía un interés tan profundo en invadir Inglaterra como lo tenía sobre la URSS», explicó Charman.
Pero para invadir la URSS necesitaba «concentrar todas sus fuerzas, y para ello debía antes dejar fuera de combate al Reino Unido». «Otras batallas, como el desembarco de Normandía quizás no se hubieran librado si la RAF no hubiese resistido», sentenció Charman.
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