martes, 24 de agosto de 2010

Nazis del viento divino

En 1281 el emperador mongol Kublai Khan trató de invadir Japón por segunda vez. Para esta ocasión construyó una flota de mil 170 naves, las cuales transportarían millares de guerreros.

Tal ejército perseguía un solo propósito: saquear las riquezas del país del sol naciente.

En poco tiempo llegaron a las costas japonesas y cuando parecía inminente la derrota de los samuráis, un enorme tifón destruyó la flota invasora.

Los pocos mongoles que pisaron tierra fueron sacrificados.

Los nipones llamaron a este huracán Kamikaze o "Viento divino", y fue acogido entre ellos como un buen augurio, al considerar que eran salvados por la voluntad de los dioses.

Siete siglos más tarde el término fue aplicado nuevamente a una unidad especial perteneciente a la Armada Imperial Japonesa.

Durante la Segunda Guerra Mundial, los pilotos kamikazes fueron utilizados como una fuerza aérea suicida que estrellaba sus aeronaves cargadas de bombas contra las embarcaciones de los Aliados.

En el Japón militarista era un honor ofrendar la vida al país o al Emperador.

El autosacrificio estaba implícito en la idiosincrasia de esa nación, por lo que no resultaba extraña la actitud de estos pilotos.

Los kamikazes nipones fueron uno de los últimos recursos utilizados por el Imperio Japonés para intentar cambiar su suerte en la guerra del Pacifico.

Lo mismo ocurrió en la Alemania Nazi, aunque este hecho es menos conocido.

El Tercer Reich alemán también trato de utilizar su propio "Viento divino" como una alternativa para tratar de contener la ofensiva que los soviéticos y los Aliados libraban contra ellos en Europa.

Ideas, comienzo y frustración

Para 1944 la Alemania Nazi se encontraba al borde del abismo. Se hacia imperioso buscar nuevas variantes que le dieran un vuelco a la guerra. Surgieron tácticas desesperadas como la creación de una unidad suicida de pilotos germanos.

El Oberleutnant (teniente) Lange que pertenecía a la Luftwaffe (Fuerza Aérea Alemana) propuso dicho proyecto, en un comienzo, para neutralizar las centrales hidroeléctricas soviéticas y luego para utilizarlo en combate.

La idea no prosperó y muchos de sus superiores no estuvieron de acuerdo con tan descabellada idea.

Sin embargo otras personalidades del Tercer Reich como el SS Obersturmbannführer (teniente coronel de las SS) Otto Skorzeny, y la piloto de pruebas Hanna Reitsch, se mostraron interesados.

Skorzeny era uno de los oficiales más capaces del ejército y el líder de los comandos especiales de las SS.

Adolfo Hitler siempre recurría a él en misiones con bajas probabilidades de éxito.

Alcanzó gran fama por el rescate del Duce Benito Mussolini.

Sus maniobras militares creaban pánico entre las tropas aliadas, por lo cual estas lo nombraron: "el hombre más peligroso de Europa".

Por otro lado Hanna Reitsch era una piloto de prueba que estableció más de 40 récord mundiales de altura y velocidad, muchos de los cuales no han sido igualados por ninguna otra mujer.

Por sus servicios a la nación fue condecorada con la Cruz de Hierro de Primera Clase, siendo la única mujer a quien se le otorgó en la historia de Alemania.

Al poseer la aprobación de Skorzeny y Reitsch, a Lange no le resultó difícil materializar sus ideas.

En 1944 se comenzó la fabricación de versiones tripuladas de las bombas volantes V-1 para que se arrojasen contra objetivos militares.

La V-1 todavía seguía en periodo de prueba y pese a su gran poder destructivo era ineficiente contra objetivos pequeños o en movimiento, pero tenía la ventaja de alcanzar una velocidad de 645 kilómetros por hora, casi imposible de interceptar para los medios de aquella época.

Solo le faltaba exactitud, por ello la bomba debía de ir tripulada.

Al terminarse la construcción de las primeras bombas volantes V-1 tripuladas (Fieseler Reichenberg), comenzaron las pruebas de lanzamiento desde un bombardero Heinkel He 111.

El resultado no fue el esperado, pues muchas aeronaves acabaron en accidentes.

Con la sombra del fracaso al acecho, Hanna Reitsch decidió pilotar ella misma uno de los V-1. El vuelo fue un éxito y demostró que si se podían manejar las naves.

Se entrenaron a unos cien pilotos, agrupados en una unidad suicida al mando del Oberleutnant Lange.

A este grupo se le denominó la "Escuadrilla Leónidas" (Leonidas Staffel), en alusión al rey espartano del mismo nombre, quien se sacrificó con 300 de sus hombres en la batalla de Las Termópilas, tratando de detener al ejército persa.

A muchos de estos reclutas se les convenció de que tenían posibilidades de salvar sus vidas si se eyectaban antes del impacto, pero las probabilidades de ello eran ínfimas, lo más probable es que ese fuese su último vuelo.

Skorzeny y Reitsch pensaron que las bombas humanas tendrían un papel determinante en la neutralización de una futura invasión, pues su poder destructivo podría hacer zozobrar a la flota Aliada.

Sin embargo, altos mandos de la Luftwaffe se opusieron abiertamente a las misiones suicidas.

A Hitler tampoco le gustaba las "Bombas Humanas" (Selbstopfer), así que canceló este proyecto en 1944 al considerarlo una perdida innecesaria que no tendría un papel decisivo en las futuras acciones bélicas.

Los 175 Fieseler Reichenberg construidos hasta el momento jamás se utilizaron.

El plan del Oberleutnant Lange se desmoronó junto con el futuro de la Alemania Nazi. Era cuestión de tiempo la caída del Tercer Reich,

Es por ello el 17 de abril de 1945, su Escuadrilla Leónidas, en un intento desesperado y claramente suicida, se arrojo contra los puentes de pontones utilizados por los soldados soviéticos a orillas del río Oder.

De esta manera Lange materializó su ilusión obsesiva de convertirse en un auténtico viento divino alemán.

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