El donostiarra Alfredo Ruiz, que participó en el desembarco de Normandía del 6 de junio de 1944 con la Armada británica, fue incinerado ayer en Inglaterra con honores militares
«1923. Fui el penúltimo hijo de Pedro y Felisa Ruiz López. Nací en la bella ciudad de San Sebastián, en el norte de España. No podía yo imaginar las aventuras que me esperaban y cómo las circunstancias me llevarían a vivir en otro país». Así comienzan las memorias que Alfredo Ruiz escribió antes de morir. Son nueve páginas escritas en inglés, mecanografiadas con mimo y firmadas con una rúbrica simple. Comienzan recordando que él y sus amigos en el barrio de Gros se mofaban de un policía con piernas arqueadas -«!No nos puedes coger, ja, ja, ja!»-- y terminan con el autor declarando su esperanza cristiana y un sentimiento de privilegio por amar a dos países.
En medio, la modesta autobiografía de un héroe. Su familia era republicana -tres hermanos se habían alistado tras el estallido de la Guerra Civil- y, tras la caída de San Sebastián, se refugió en Bilbao. Tras el bombardeo de Gernika, el Gobierno vasco organizó la evacuación de niños de familias que corrían peligro.
Alfredo y dos hermanos llegaron a Inglaterra. Él fue a Brampton y luego a Coventry, donde se empleó como mecánico. En 1943, a los 20 años, en plena Segunda Guerra Mundial, se alistó voluntario en el Ejercito británico. Fue enrolado en la Armada, hizo un curso de radares y se adiestró en el manejo de pequeños botes en Escocia.
Rumbo a Juno
Escoltó buques de aprovisionamiento en el Canal de la Mancha, dejó caer cargas de profundidad contra los submarinos alemanes que esperaban el paso de objetivos aliados en la costa sur de Irlanda y, el 6 de junio de 1944, participó en una de la mayores operaciones militares de la historia, el desembarco de 130.000 hombres y 20.000 vehículos en las playas de Normandía.
En los días anteriores a la operación que marcó el comienzo del fin de la barbarie desencadenada por Adolf Hitler, Ruiz navegó con su unidad hacia la costa francesa sumergiendo boyas con sonares y balizando el camino para el avance posterior de los dragaminas que debían limpiar la zona antes del desembarco.
«El 6 de junio, al amanecer, fuimos en la primera oleada, escoltando a los canadienses hasta la playa de Juno. Su comandante viajó con nosotros. Yo fui responsable de darle las distancias exactas desde nuestro bote hasta la playa», escribió en su memoria. Tras seis meses en la costa francesa, su unidad retornó a su base.
Cuando terminó la guerra, se reunió con toda su familia en París. Vivió en Coventry, trabajando como mecánico en la cadena de montaje. Tras una vida de aventuras imprevistas y laboriosidad, tras dos largos matrimonios, cinco hijos, tres hijastros, catorce nietos y dos biznietos, Alfredo Ruiz murió la pasada semana, a los 84 años.
Retreta de honor
Y fue incinerado ayer, en el tanatorio de Nuneaton, rodeado de su numerosa familia, de sus ex compañeros de trabajo y de otros miembros de la rama local de Real Sociedad Naval, que agrupa a veteranos de la Armada británica. Había coronas de flores enviadas por el Ayuntamiento de San Sebastián y por el Gobierno vasco. La Embajada española en Londres envió también a un suboficial uniformado de la agregaduría de Defensa.
Los veteranos hicieron una guardia de honor a la entrada del coche fúnebre en el tanatorio Corazón de Inglaterra y lo acompañaron con su enseña. El oficiante dirigió los himnos religiosos y, más tarde, en el momento de la incineración, la megafonía hizo sonar 'The Last Post', que comenzó como un toque de retreta en el Ejército británico, en el siglo XVII, y es ahora un toque de honor en las ceremonias fúnebres.
Unidades británicas donde había niños vascos evacuados en 1937 y otros cuerpos de combate con españoles desembarcaron en Normandía. Pero Alfredo Ruiz era quizás el último español superviviente que participó en el 'Día D'. ¿Cómo era? «Dedos ágiles», decía ayer a la salida del acto Don Jacques, miembro de la asociación. ¿Dedos ágiles? «Sí, era un gran bailarín de salón».
«1923. Fui el penúltimo hijo de Pedro y Felisa Ruiz López. Nací en la bella ciudad de San Sebastián, en el norte de España. No podía yo imaginar las aventuras que me esperaban y cómo las circunstancias me llevarían a vivir en otro país». Así comienzan las memorias que Alfredo Ruiz escribió antes de morir. Son nueve páginas escritas en inglés, mecanografiadas con mimo y firmadas con una rúbrica simple. Comienzan recordando que él y sus amigos en el barrio de Gros se mofaban de un policía con piernas arqueadas -«!No nos puedes coger, ja, ja, ja!»-- y terminan con el autor declarando su esperanza cristiana y un sentimiento de privilegio por amar a dos países.
En medio, la modesta autobiografía de un héroe. Su familia era republicana -tres hermanos se habían alistado tras el estallido de la Guerra Civil- y, tras la caída de San Sebastián, se refugió en Bilbao. Tras el bombardeo de Gernika, el Gobierno vasco organizó la evacuación de niños de familias que corrían peligro.
Alfredo y dos hermanos llegaron a Inglaterra. Él fue a Brampton y luego a Coventry, donde se empleó como mecánico. En 1943, a los 20 años, en plena Segunda Guerra Mundial, se alistó voluntario en el Ejercito británico. Fue enrolado en la Armada, hizo un curso de radares y se adiestró en el manejo de pequeños botes en Escocia.
Rumbo a Juno
Escoltó buques de aprovisionamiento en el Canal de la Mancha, dejó caer cargas de profundidad contra los submarinos alemanes que esperaban el paso de objetivos aliados en la costa sur de Irlanda y, el 6 de junio de 1944, participó en una de la mayores operaciones militares de la historia, el desembarco de 130.000 hombres y 20.000 vehículos en las playas de Normandía.
En los días anteriores a la operación que marcó el comienzo del fin de la barbarie desencadenada por Adolf Hitler, Ruiz navegó con su unidad hacia la costa francesa sumergiendo boyas con sonares y balizando el camino para el avance posterior de los dragaminas que debían limpiar la zona antes del desembarco.
«El 6 de junio, al amanecer, fuimos en la primera oleada, escoltando a los canadienses hasta la playa de Juno. Su comandante viajó con nosotros. Yo fui responsable de darle las distancias exactas desde nuestro bote hasta la playa», escribió en su memoria. Tras seis meses en la costa francesa, su unidad retornó a su base.
Cuando terminó la guerra, se reunió con toda su familia en París. Vivió en Coventry, trabajando como mecánico en la cadena de montaje. Tras una vida de aventuras imprevistas y laboriosidad, tras dos largos matrimonios, cinco hijos, tres hijastros, catorce nietos y dos biznietos, Alfredo Ruiz murió la pasada semana, a los 84 años.
Retreta de honor
Y fue incinerado ayer, en el tanatorio de Nuneaton, rodeado de su numerosa familia, de sus ex compañeros de trabajo y de otros miembros de la rama local de Real Sociedad Naval, que agrupa a veteranos de la Armada británica. Había coronas de flores enviadas por el Ayuntamiento de San Sebastián y por el Gobierno vasco. La Embajada española en Londres envió también a un suboficial uniformado de la agregaduría de Defensa.
Los veteranos hicieron una guardia de honor a la entrada del coche fúnebre en el tanatorio Corazón de Inglaterra y lo acompañaron con su enseña. El oficiante dirigió los himnos religiosos y, más tarde, en el momento de la incineración, la megafonía hizo sonar 'The Last Post', que comenzó como un toque de retreta en el Ejército británico, en el siglo XVII, y es ahora un toque de honor en las ceremonias fúnebres.
Unidades británicas donde había niños vascos evacuados en 1937 y otros cuerpos de combate con españoles desembarcaron en Normandía. Pero Alfredo Ruiz era quizás el último español superviviente que participó en el 'Día D'. ¿Cómo era? «Dedos ágiles», decía ayer a la salida del acto Don Jacques, miembro de la asociación. ¿Dedos ágiles? «Sí, era un gran bailarín de salón».
No tenía ni idea de esto...
ResponderEliminarSi es que los españoles estamos en todos los fregaos...jaja
Aunque me ha sorprendido que de la experiencia de participar en esta colosal operación anfibia, este tipo solamente haya escrio 9 páginas!:S
Muy interesante cero91! Saludos! ;)
Sería un hombre de pocas palabras y mucha acción ;)
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