sábado, 14 de junio de 2008

Un cementerio vivo... muerto

Un total de 150 hayas de un bosque próximo a la ciudad de Ruán, en Normandía, han sido taladas, con lo que han dejado de ser el testimonio vivo de los héroes del desembarco y liberación de esa región francesa, un episodio clave de la Segunda Guerra Mundial, según informa el diario británico "The Times".

Esos árboles estaban llenos de inscripciones de los soldados norteamericanos que por allí pasaron, unos escribiendo sus nombres y el de sus novias o esposas sobre un corazón, otros dejando simplemente constancia de sus añorados estados natales (Iwoa, Maine o Alabama, entre otros).

Los soldados norteamericanos esculpieron esos nombres y dibujos sobre la corteza de las hayas con navajas o bayonetas, durante el tiempo que pasaron, tras la gesta del desembarco de Normandía, en el campo levantado por las tropas estadounidenses en el bosque de Saint Pierre de Varengeville- Duclair, cerca de Ruán.

La tala de los árboles parece el resultado de un monumental error burocrático, ya que se debe a que las autoridades locales ordenaron al propietario del bosque, Patrice Robin, de 79 años, que talase las ramas que sobresalían por encima de una carretera de manera supuestamente peligrosa.

Robin se negó inicialmente, pero, ante la advertencia de que procederían contra él, se vio en el dilema de podar, que cuesta alrededor de 800 euros por haya, o talar, que cuesta solo 200 euros. Optó por lo más barato y echó abajo 150 hayas, algo que reconoce que "es una completa locura, pero no pude hacer otra cosa".

Tras conocer el suceso, Claude Quétel, historiador francés y especialista en la Segunda Guerra Mundial, declaró a "The Times" que es una catástrofe y una vergüenza la tala de esos árboles y se declaró "indignado".

Los habitantes de los alrededores han reaccionado de parecida forma y han solicitado que los árboles que todavía quedan con testimonios escritos y gráficos de los héroes de Normandía sean clasificados como monumento histórico, para salvarles de nuevas talas.

El campamento de las hayas levantado por los militares norteamericanos estuvo operativo desde septiembre de 1944 hasta febrero de 1946, y llegó a tener tiendas para más de 20.000 soldados, así como para unos cuantos cientos de prisioneros alemanes.

Nicolas Navarro, que ha creado un museo de la Segunda Guerra Mundial en una propiedad familiar próxima al bosque del campamento, exhibe en él algunos objetos que dejaron los soldados y que en la época fascinaban a los lugareños: tubos de pasta de dientes, botellas de Coca-Cola, Nescafé soluble.

Según Navarro, los soldados norteamericanos "pasaban un buen tiempo esculpiendo sus nombres con navajas o bayonetas.

LLegó a convertirse en una auténtica moda porque miles de ellos lo hicieron".


Vía| Ecodiario

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