jueves, 19 de junio de 2008

Salvemos Bletchley Park


Tony Sale necesitó ocho fotografías en blanco y negro para reconstruir el primer ordenador programable del mundo. Necesitó, también, 15 años de trabajo no remunerado y mucha ilusión. Su intención fue rendir homenaje a los primeros hackers de la historia, aquellos 10.000 científicos y matemáticos que, durante cuatro años, se alojaron en una mansión de la campiña inglesa para emprender la tarea más compleja, trabajosa y apasionante de la Segunda Guerra Mundial: descifrar los mensajes codificados por la máquina criptográfica de los nazis, Enigma.

La mansión se llama
Bletchley Park y ahora es un museo donde 300 voluntarios, como Sale, trabajan para que nadie olvide la historia de lo que allí ocurrió. Hasta ahora, Bletchley Park y sus recuerdos han sobrevivido gracias a donaciones privadas y a sus visitantes. Pero quizá no pueda hacerlo mucho más.

El 29 de mayo, el museo lanzaba un grito desesperado de ayuda a través de su página en Internet: "Salvemos Bletchley Park". La dirección pedía a los visitantes de su web que firmaran una
petición on-line , dirigida al primer ministro británico. "Es tiempo de actuar", dice el texto. "Algunos de nuestros edificios, donde tuvo lugar el trabajo más importante del siglo XX, están necesitados de reparaciones urgentes", añade. El tejado de la mansión victoriana, corazón del complejo, se está cayendo a pedazos. Y los barracones donde se alojaron los científicos se encuentran en un estado lamentable. Si las cosas siguen así, a Bletchley Park le quedan "dos o tres años", asegura la petición.

El director de la Fundación Bletchley Park, Simon Greenish, explica que el museo necesita "entre dos y cinco millones de libras" (entre 2,5 y 6,3 millones de euros) para restaurar sus edificios y emprender las reformas que tienen previstas. Bletchley Park no recibe ni una libra de dinero público. "Y es un lugar único", remarca Greenish.

Es, efectivamente, un lugar excepcional. Situado a unos 80 kilómetros de Londres y rodeado de poblados bosques, Bletchley Park fue elegido para albergar la tarea más secreta de la guerra por dos razones: se encuentra conectada por tren y carretera con Londres y, al tiempo, está lo suficientemente lejos de la capital -y lo bastante escondida- como para garantizar que no sufriría un bombardeo.

La mansión fue construida en el siglo XIX por la familia de Herbert Leon, un financiero londinense. Después de que Leon y su esposa murieran, el nuevo propietario de la mansión decidió demolerla y vender el terreno. Pero su destino cambió radicalmente en 1938. Según avanzaba la amenaza de la guerra, el Gobierno británico buscaba un emplazamiento más seguro para su Escuela Gubernamental de Códigos y Claves. Y descubrió Bletchley Park.



Ya nadie la conocería por su nombre original, en todo caso, hasta muchos años después. El Gobierno denominó al lugar "Estación X" y comenzó a construir barracones alrededor de la mansión para alojar a los miembros de la Escuela. En agosto de 1939 llegaron los primeros rompecódigos. Y lo hicieron disfrazados de piratas, como si se tratara de un grupo de aburridos nobles en busca de un poco de baile y diversión en tiempo de guerra. La idea era que los habitantes del pueblo de Bletchley no supieran nada, nunca, del trabajo que allí se hacía. Muchos tardaron más de 20 años en descubrirlo.

La tarea que estos expertos tenían encomendada era colosal. Debían descifrar los mensajes enviados por el alto mando nazi, mensajes codificados con una de las máquinas criptográficas más perfectas que se han desarrollado nunca y que entonces era completamente irrompible. Se llamaba Enigma . Había sido desarrollada en 1918 y era utilizada por los grandes bancos alemanes, pero el Gobierno nazi pronto descubrió su potencial militar.

Su mecanismo electromecánico era endiablado. Al escribir un texto, la máquina enviaba impulsos eléctricos, a través de una serie de rotores y cables, y producía un texto cifrado. Cuando el destinatario del mensaje tecleaba éste en su máquina, el texto se descodificaba, siempre y cuando la configuración inicial de las dos fuera la misma, ya que la posición de los rotores variaba en cada una de ellas. En realidad, el proceso era infinitamente más complejo. Las posibilidades de descifrar un mensaje eran de 150 trillones contra una.

Pero los ingleses contaban con una ventaja. Los polacos habían logrado encontrar una debilidad en Enigma y se la contaron a los aliados antes de que su país fuera invadido. El punto débil de este coloso de la criptografía era que ninguna letra podía ser codificada por sí misma.

Con este dato vital, más alguna otra información técnica, los científicos comenzaron a trabajar. El objetivo era romper la codificación de Enigma. Y como nadie había logrado nunca hacerse con una máquina, había que construir otra.

El Gobierno británico reclutó a un selecto grupo de expertos en criptografía, matemáticos, traductores, jugadores de ajedrez e, incluso, aficionados a los puzzles, a los que atrajo publicando complejos acertijos en los periódicos. Las más brillantes mentes del Reino Unido trabajaron 24 horas al día, en turnos de ocho horas, para encontrar la manera de descifrar los mensajes generados por Enigma. Era una tarea hercúlea. Bletchley Park recibió más de medio millón de mensajes durante los cuatro años (1940-1944) en que fue el centro neurálgico de la inteligencia aliada.

Fue un joven matemático y filósofo, Alan Turing , quien averiguó cómo funcionaba Enigma. El padre de la inteligencia artificial y uno de los más brillantes pensadores de la historia tuvo, sin embargo, una desgraciada vida privada. Su homosexualidad le llevó a ser procesado por "indecencia grave y perversión sexual" y acabó su vida suicidándose en la cárcel.



Antes de ser públicamente humillado y condenado, Turing contribuyó de forma decisiva a que su país ganara la guerra. Los rompecódigos habían descubierto que los mensajes nazis siempre incluían una frase estándar (como las condiciones meteorológicas) que se podía deducir. Pero, aún así, existían miles de posibilidades. Turing diseñó un gran computador, La Bomba, que simulaba de una sola vez las acciones de 10 Enigmas, lo que aceleraba la desencriptación de los mensajes.

Al inicio de la guerra el producto del Bletchley Park tenía por nombre en clave 'Boniface' para dar la impresión a los no iniciados que la fuente era un agente secreto. Tal fue el secretismo alrededor de los informes de 'Boniface' que 'sus' informes se llevaron directamente a Winston Churchill en una caja cerrada con llave de la cual el primer ministro tenía personalmente la llave. La información así producida fue denominada "Ultra".

Si los nazis nunca supieron que Enigma llegó a ser descifrada, menos aún sospechaban que también lo fue su segundo secreto: Lorenz, una máquina aún más compleja (tenía 12 rotores por 4 de Enigma) que Hitler usaba en exclusiva para comunicarse con su alto mando. Para romper los mensajes de Lorenz, los ingleses idearon Colossus, uno de los primeros ordenadores del mundo, el mismo que Sale ha tardado 15 años en reconstruir, porque tan sólo contaba con un puñado de fotos.

Y es que, irónicamente, el secreto que protegió celosamente Bletchley Park ha estado a punto de destruirlo. Winston Churchill, el primer ministro británico, se obsesionó con que el trabajo que se realizaba en la mansión permaneciera en secreto. "Perdone mi ansiedad, pero no deje que ninguna de estas informaciones lleguen al campo de batalla", escribió a uno de sus generales sobre documentos descifrados en la Estación X.

Cuando acabó la guerra, preocupado porque la información pudiera caer en manos de sus aliados rusos, Churchill tomó una decisión: destruir todas las máquinas, textos, fichas, documentos... Todo lo que reflejara la actividad en la mansión debía desaparecer y sus trabajadores, obligados por el secreto de guerra, tenían que volver a sus vidas y guardar silencio.

Nada se supo de Bletchley Park hasta que, en la década de 1970, se desclasificaron los documentos oficiales donde se hablaba de su papel en la guerra. Desde entonces, sólo el empeño de la Fundación y de voluntarios como Sale ha evitado que se olvide todo lo que ocurrió en ese lugar. La Fundación cobra entrada a los visitantes, también celebra reuniones de empresa e, incluso, bodas. Comitivas nupciales se cruzan con escolares, mientras veteranos de guerra alternan con expertos en claves secretas, que aún visitan el lugar porque en él se encuentra el mayor museo de máquinas criptográficas del mundo.

La Fundación Bill y Melinda Gates ha rechazado financiar Bletchley Park. Los voluntarios han empezado a vender piezas del tejado de la mansión a los turistas. Pero Greenish es optimista. "Las visitas al museo crecieron un 40% el año pasado", explica, y añade que está en conversaciones con la Lotería Nacional, que estaría dispuesta a poner la mitad del dinero.

Greenish explica que Bletchley Park no ganó la guerra, pero "contribuyó decisivamente a salvar vidas". Como él, unas 2.800 personas han firmado ya la petición para que el Gobierno británico impida que "los especuladores" se hagan con la mansión de los rompecódigos o, como la llamaba Churchill, obsesionado con que nadie hablara de ella jamás, "mi gallina de los huevos de oro, que nunca cacarea".




Los expertos creen que la información desvelada en Bletchley Park acortó la guerra en unos dos años.
Gran parte de los mensajes descrifrados hacían referencia a la situación de los ‘U-boats’, los submarinos nazis, durante la Batalla del Atlántico. Su trabajo también fue vital para convencer a los estadounidenses de que debían entrar en la guerra.

La información obtenida en las Estación X sirvió también para ganar algunas batallas en África y Europa del Este y, sobre todo, para asegurarse de que los nazis no sabían nada del Día-D. El 1 de junio, cinco días antes del desembarco aliado en Normandía, ‘Colossus’ descifraba un mensaje en el que Adolf Hitler transmitía a sus generales su total convencimiento de que el desembarco tendría lugar en Calais.

Los ‘rompecódigos’ no sólo tuvieron que emplear todo su esfuerzo y conocimientos durante sus años de trabajo; tuvieron también que superar algunos traumas personales. En el libro ‘Codebreakers’ (F. H. Hinsley y Alan Strip, editado por Oxford University Press), se narra la historia de Walter Aylan, el judío que descifró un mensaje en el que se hablaba de la “solución final” que los nazis habían previsto para su pueblo.

Uno de los últimos mensajes que se descifraron en Bletchley Park llegó el 15 de abril de 1945. Lo firmaba Hitler en persona, apenas 15 días antes de suicidarse. El mensaje que descifraron decía: “Europa nunca será rusa”.

Vía
Público

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